Teresa Mestre

Teresa Mestre y Climent (Sarriá, 1869-Nueva York, 22 de abril de 1948) pertenece al apartado de mujeres que escandalizaron a una sociedad vocacionalmente hipócrita. Inteligente, deportista, culta, rica, hermosa pasó de ser el icono del nacionalismo catalán novecentista, una especie de Marianne a la catalana, a morir en el exilio, lejos de la tierra que la había encumbrado y repudiado.

Nacida en una familia acomodada, hija de un farmacéutico rico vinculado a la política nacionalista, José Mestre, y de una madre enferma que murió pronto, Filomena Climent, su personalidad y belleza parecía destinada a descollar entre la burguesía ilustrada catalana de finales del siglo XIX.

Tenía 24 años cuando casó con Jaime Baladía, ingeniero, heredero de fábricas textiles de Mataró, que había quedado huérfano de niño siendo adoptado por su tía Ramona Soler, viuda de Minguell, heredera de la fortuna familiar y propietaria de las industrias textiles. Se cuenta que pasaron los quince días de la luna de miel montando a caballo por el Montseny, ellos solos. Se entiende que apreciaran la soledad porque el matrimonio de Teresa y Jaime incluía a la tía Ramona, una auténtica matriarca que condicionaba la herencia a que el sobrino siguiera sus mandatos e interfirió constantemente en la vida familiar y en la educación de los pequeños Baladia: Jaime (1894), María Teresa (1898) y Francisco Javier (1899).

Los Baladía-Mestre eran miembros de pleno derecho del círculo intelectual y artístico emergente en Cataluña, un movimiento cultural conocido como Noucentisme o Novecentismo que pretendía situar la cultura catalana al nivel europeo. A las tertulias organizadas en la casa familiar acudían Puig y Cadafalch, Pompeu Fabra, compañeros de estudios de Jaime, Ramón Casas, pintor de la familia, o Francesc Cambó y Enric Prat de la Riva, considerado el patriarca del nuevo nacionalismo catalán, creador del Instituto de Estudios Catalanes, corporación académica y científica dedicada a la investigación de la cultura catalana. También un joven arquitecto, Josep Pijoan, secretario general del Instituto, artífice de la recuperación de las pinturas románicas del Valle de Arán, apreciado como uno de los intelectuales más brillantes del momento, tan estrecho colaborador de Prat de la Riva que se decía que era su ministro sin cartera.

En 1896 moría la madre de Teresa y poco después el padre se suicidaba del pesar de su ausencia. Teresa se llevó a su hermana Dolores a vivir con ellos. Pompeu Fabra conocerá allí a Dolores, se casará con ella y pasará a formar parte de la familia.

Pero los Baladia-Mestre no se dedicaban solo a cultivar el espíritu, como pareja moderna, practicaban deportes. El 7 de agosto de 1902 Teresa se convirtió en la primera mujer española en conquistar el pico de Aneto (Huesca, 3.404 metros de altitud), acompañando a su marido, que era miembro del Centro Excursionista de Cataluña. La hazaña contribuyó a aumentar su fama en la Cataluña noucentista de manera que cuando en 1911 Eugenio D’Ors publicó su obra La bien plantada, -tenida como una de las decisivas de la literatura catalana moderna- realiza una descripción física y espiritual de Teresa, personificando en ella la “raza y la tradición que debía exaltar la filosofía y la estética del Noucentisme”. Toda una influencer avant la lettre.

Teresa Mestre con sus hijos Jaime, María Teresa y Francisco Javier. Foto Sala Parés

Ramón Casas, que había hecho varios retratos a la familia, incluido uno de la misma tía Ramona notoriamente embellecida, presentó en la sala Casas-Rusiñol de la V Exposición Internacional de Arte de Barcelona de 1907 un retrato de Teresa, Retrato de la señora Baladia. Mestre aparece de pie, con una túnica blanca, como una auténtica diosa griega, convertida en el ideal de belleza noucentista, la modernidad femenina. (Por entonces Puig y Cadafalch había iniciado las excavaciones en la ciudad griega de Ampurias, en el Ampurdán).

Cuando Eugenio d’Ors vio la pintura de Casas declaró que el retrato era la piedra fundacional del Noucentismo y propuso que fuera el primero de una Galería de catalanas hermosas en paralelo a la Galería de catalanes ilustres existente desde 1871 en la Casa de la Ciudad de Barcelona. Los escritores Joan Maragall, Pere Corominas y Eduardo Marquina se sumaron a la iniciativa, a pesar de lo cual el proyecto no prosperó (Obsérvese que los catalanes eran ilustres y las catalanas, bellas. Modernidad, sí, pero sin pasarse.)

La señora Baladía. Ramón Casas. Foto MNAC

La tía Ramona era de la opinión de que únicamente las mujeres solteras pueden servir de modelo, por lo que aquella exposición pública de su sobrina no le gustó nada. La familia movió sus influencias hasta conseguir que el pintor Casas accediera a vender la obra a la Junta de Museos en las condiciones impuestas por la familia, que incluían la prohibición de que figurara en ninguna galería de retratos; como mucho, podría formar parte de los museos municipales. La señora Baladia acabaría en los fondos del Museo Nacional de Arte de Cataluña. Tan en el fondo que sigue sin ser expuesta en su colección permanente, por otro lado magnífica.

La señora Baladía. Ramón Casas. Foto Sala Parés

Ramón Casas insistió en su propósito de retratar a Teresa y en 1908 concluyó un nuevo óleo, igualmente identificado como Retrato de la señora Baladia, en la que esta aparece como una diva, sentada, elegante, con aspecto relajado y sosteniendo una flor amarilla en la mano izquierda. Se aseguraba que ambos lienzos se habían realizado sin que Teresa se percatara, a partir de apuntes tomados por Casas durante sus estancias en la casa familiar de Argentona para retratar a los niños Baladia.

Sea como fuere, la tía Ramona se lo tomó como una injuria a los valores familiares y trató de convencer a su sobrino de que el último de los hijos de Teresa no era de su marido, lo que impulsó a este a echarla del hogar. La versión familiar sostiene que las presiones de la matriarca se le hicieron insoportables y una noche Teresa huyó a caballo y se refugió en alguna de las casas que la familia poseía en Barcelona, quizá en el piso de La Pedrera, a la espera de que el marido y los hijos se reunieran con ella. Pero la tía Ramona había amenazado a Jaime con desheredarlo si volvía con su mujer, parece que el marido echó cuentas y optó por las industrias. Las cartas que Teresa enviaba eran interceptadas por la matriarca, que además prohibió a Mestre ver a sus hijos.

En esta situación de desamparo familiar y social, apareció en la vida de Teresa Josep Pijoan, diez años más joven que ella, guapo también, hombre brillante. El romance fue el escándalo del siglo. La moderna e ilustrada burguesía catalana los declaró la guerra, liderada por Puig y Cadafalch, que tomó partido por Jaime Baladia y se aplicó a defender el honor familiar. Algunas informaciones sugieren que, además del escándalo sentimental, algunos aprovecharon para ajustar cuentas con Pijoan, deseosos de ocupar su posición en el catalanismo. Eugenio d’Ors, que aspiraba a la secretaría del Instituto de Estudios Catalanes, pasó a ocupar el puesto con el beneplácito de Puig y Cadafalch.

Pijoan consigue ser destinado a Roma como secretario del Instituto Español de Estudios Históricos, allí huye la pareja, luego se trasladaría a Canadá y a Estados Unidos. Tuvieron dos hijos. Recorrieron el mundo y se relacionaron con personalidades interesantes. Teresa nunca volvió a España ni supo más de sus hijos. Murió en un hospital de Nueva York, mientras su amigo Andrés Segovia interpretaba una pieza a la guitarra. Se cuenta que después de muerta sus hijos Baladia recibieron una grabación en la que les pedía perdón. Poco tiempo después Pijoan se casaba con su joven secretaria, con quien tuvo otro hijo, y se trasladaron a vivir a Ginebra.

Javier Baladía, biznieto de Teresa, autor de la novela Antes que el tiempo lo borre y coguionista de la película homónima, dirigida por Mireia Ros, relata que Jaime Baladia quedó herido de desamor y se encerró en su casa de Argentona, pero siguió pagando las cuotas del Centro Excursionista de Cataluña hasta que supo que Teresa había muerto. Ese día, añade el biznieto, se puso corbata negra en señal de luto para el resto de su vida. Acaso para entonces la tia Ramona sería ya difunta y él habría recibido la herencia familiar.

Retrato de Teresa. Ramon Casas. Carboncillo. Foto Sala Parés

Ramón Casas había realizado un tercer retrato de Teresa, un boceto a carboncillo en el que aparece con el pelo corto, suelto y ondulante, como la mujer moderna que realmente era. El pintor guardó este apunte hasta que, creyendo que se le acababa la vida, se lo envió a la hija de la modelo, María Teresa, conocida como Niní. En todos los retratos que se conocen de ella Teresa muestra un gesto como de tristeza y pesadumbre. Ciertamente, no le faltaban motivos.

Fuentes: Fuentes Milá, Sergio. Tras el perfil de Teresa Mestre de Baladía

Baladía, Francisco Javier. La Pedrera inédita. Un enigma de amor en la Pedrera.

Fotos: Sala Parés

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