Burdeos es una ciudad de postal. Te sitúas en el centro histórico y mires por donde mires todo es armónico y hermoso. En algunos barrios se diría que el tiempo se paró en el siglo XVIII. No es gratuita su declaración de Patrimonio Cultural de la Unesco.
Si te colocas bajo la Torre Pey Berland -que es el campanario de la catedral de San Andrés, separada de la seo para evitar que el tañido de las campanas deteriore la iglesia- al fondo distingues una construcción vanguardista. Tienes que acercarte para comprobar que este edificio de líneas onduladas y fachadas de cristal es el Palacio de Justicia bordolés, el equivalente a la Audiencia Provincial.
Así, a primera vista, te suena de algo hasta que -google mediante- te enteras de que estás ante una obra maestra de la arquitectura contemporánea, un proyecto firmado por Richard Rogers. Y te suena porque este Rogers es el mismo que diseñó -junto con Renzo Piano- el Centro Pompidou de París, la terminal 4 del aeropuerto de Barajas, el hotel Hesperia de Barcelona o las bodegas Protos de Peñafiel. Efectivamente, tiene un aire familiar.
Cuando ya has recorrido el edificio singular, te percatas de que está semiadosado a una torre de piedra, una fortaleza medieval de la que no hablan los folletos turísticos de Burdeos. Tras una nueva consulta a internet te enteras de que estás frente a lo que fue el castillo de Hâ, mandado construir por el rey Carlos VII en 1453, recién acabada la guerra de los Cien Años. A lo largo de su historia ha servido de cuartel de las tropas reales, de residencia de los duques de Guyena, de refugio de protestantes después de la matanza de San Bartolomé, de torre defensiva y de prisión. En ese uso se hallaba cuando estalló la Revolución Francesa y en su interior fue guillotinado el alcalde de Burdeos en 1793. En 1835 fue mandado demoler conservando únicamente las dos torres del castillo, que aún permanecen en pie. En el periodo de entreguerras del siglo XX fue el lugar donde se ejecutaban las penas de muerte. Durante la ocupación alemana las tropas nazis recuperaron su uso como prisión. De aquí salieron muchos judíos franceses con destino a los campos de concentración. Una placa recuerda a los deportados presos y a los resistentes de la Gironde muertos por Francia bajo la ocupación nazi entre 1940 y 1945. Nada se dice de una prisionera española -en realidad una ciudadana del mundo- que en 1793 sufrió prisión en estas torres: Teresa Cabarrús.
Nacida en una familia de la alta burguesía española -era hija de Francisco Cabarrús, fundador del Bando de San Carlos, origen del Banco de España- a los doce años es enviada a París en busca de un matrimonio conveniente. Para alejarla de un noviete de adolescencia el banquero casó a la niña -tenía 15 años- con Jean Jacques Devin, marqués de Fontenay, de 27 años y miembro del Parlamento. Al año siguiente nacería el único hijo de la pareja: Davin Théodore, pero el matrimonio ya era un desastre total. El marqués resulta ser un calavera que se pule la fortuna de su mujer. Ella se dedica a recibir en su casa a personajes principales como hacen otras mujeres del momento, conocidas como las maravillosas.
El 15 de julio de 1789 los parisinos tomaron la Bastilla, dando comienzo a la revolución que cambiaría la historia de Francia y la del mundo occidental. En 1792 el marqués huyó a la Martinica. Teresa le entrega sus joyas a cambio del divorcio y se va con su hijo a casa de sus tíos en Burdeos. A la muerte de Marat, a manos de Carlota Corday, toma el poder Robespierre dando paso a una época de persecución y exterminio a todo el que era considerado enemigo de la revolución. Para ejecutar esta política envía a Burdeos Jean Lambert Tallien, joven de 24 años. Teresa, esposa de un aristócrata en fuga, es detenida y condenada a la guillotina. Pide entrevistarse con Tallien, quien se enamora de ella y la deja en libertad. Ella consigue que Tallien modere su política represiva y los bordoleses la proclaman como Nuestra Señora del Buen Socorro por su intervención a favor de los condenados a la guillotina. Tallien es reclamado en París y Robespierre manda encerrar de nuevo a Teresa, quien escribe a Tallien una nota: “Muero desesperada por haber pertenecido a un cobarde como tú”. La reacción del aludido, denunciando ante Robespierre sus métodos, inició un movimiento de reacción -conocido como Reacción Thermidoriana- que acabó con el poder del denunciado y, finalmente, con su vida y pondrá fin al Tribunal Revolucionario, que tantas víctimas había ocasionado. Los parisinos la aclamarán como Nuestra Señora de Thermidor.
Teresa y Tallien se casaron en 1794 y tuvieron una hija a la que pusieron de nombre Thermidor. Se cree que ella saldó de este modo una deuda de gratitud que le unía a su protector. Se divorciarán en 1802. Teresa volvió a ser la perfecta anfitriona en los salones parisinos, con su amiga Josefina de Beauharnais, a quien había conocido en prisión, que luego sería esposa de Napoléon.
Mantuvo entonces una breve relación con Paul Barras, miembro del Directorio. Su lujosa forma de vida, en una sociedad que padecía toda suerte de carencias, le hizo perder la popularidad anterior. De Barras pasó a Gabriel Ouvrard, con quien tuvo cuatro hijos sin llegar a casarse. En casa de madame Staël conoció a François de Riquet, príncipe de Chimay, quien se enamora de ella y con quien contrajo matrimonio en 1805, cuando contaba 32 años. Con él se retiró a sus dominios, cerca de Bruselas, donde tuvo otros cuatro hijos. A pesar de su amistad con la esposa de Napoleón se mantuvo alejada de la corte francesa. Josefina murió en 1814, después de haberse divorciado de Bonaparte, quien morirá en Santa Elena en 1821, derrotado y destronado. Tallien moriría en 1820 en París, leproso y en la miseria.
Teresa Cabarrús sobrevivió a todos. Eligió llevar una vida tranquila dedicada a recibir y proteger a los músicos de la época: Auber, Kreutzer, Beriot, Maria de Malibran. En su castillo compuso Cherubini su “Misa en fa”. Para complacer a su mujer, François de Riquet mandó construir un pequeño teatro en el mismo castillo. Cerca de Chimay, un pabellón dedicado a representaciones lleva el nombre de Teresa Cabarrús. Murió en 1835 y está enterrada junto a su último marido en la sacristía de la iglesia de Chimay.
Sobre ella, como sobre otras mujeres que tomaron parte activa en la revolución francesa, se extiende el manto del silencio.
Cada paso, cada palabra, cada intervención femenina se ha borrado o transformado en chisme, pero fueron, hablaron, actuaron e incidieron en la historia, cada vez que recuperamos a una nos recuperamos un poco todas.
Gracias