Las obras de Rosario Weiss se cuelgan -o se guardan- en los grandes museos nacionales pero ella es una perfecta desconocida. Recientemente, la Biblioteca Nacional le ha dedicado una exposición antológica en la que pueden contemplarse sus dibujos y algunos de sus óleos. Una obra realizada frecuentemente en condiciones difíciles en menos de los treinta años que duró su vida.
Rosario Weiss Zorrilla (Madrid, 2 de octubre de 1814-Madrid, 31 de julio de 1843) fue inscrita como hija del matrimonio formado por Isidro Weiss y Leocadia Zorrilla, aunque todo parece indicar que para entonces la pareja estaba separada de hecho. Algunos autores apuntan que el padre pudo ser el pintor Francisco de Goya y otros que Arthur Wellesley, secretario del duque de Wellington.
Leocadia pasó a vivir con Goya en 1817 en la Quinta del Sordo con sus dos hijos pequeños, Guillermo y Rosario, que entonces contaba tres años. El pintor se exilia en Francia en 1824 y los Zorrilla Weiss le siguen poco después. Goya hacía dibujos para que la niña los copiara o los terminara; él fue, pues, el primer maestro de pintura de la niña quien enseguida dio pruebas de dominio del arte. Hasta tal punto fue así que algunos de los dibujos atribuidos inicialmente a Goya han sido identificados sin duda como de Rosario. Es el caso de los setenta y siete conservados por la Hispanic Society. El maestro siempre expresaría gran afecto a la joven, sea porque realmente creyera que era su hija, sea porque se había criado en su casa.
Cuando Rosario tenía trece años Goya se planteó enviarla a París, dirigiéndose a su amigo Joaquín María Ferrer para que la recibiera “como si fuera hija mía ofreciéndole a usted la recompensa ya con mis obras o con mis haberes”. La niña, añadía el pintor, quería aprender a pintar de miniatura “y yo también quiero, por ser el fenómeno tal vez mayor que habrá en el mundo de su edad hacer lo que hace”. El banquerro Ferrer no respondió a Goya y ese mismo año Rosario pasó a la escuela de Antoine Lacour en Burdeos, donde aprendió a pintar de forma más académica.
Pero Goya murió al año siguiente dejando heredero universal a su hijo y Leocadia y sus hijos se encontraron sin medios de subsistencia. Cuando se les acabaron los 1.000 francos entregados por el hijo del pintor junto con el cuadro La lechera de Burdeos, Leocadia se vio obligada a vender el cuadro, que algunos críticos identifican como un retrato de Rosario y otros de la propia Leocadia.
Autorretrato de Rosario (Burdeos, 1830)
Madre e hija vuelven a España en 1833 y Rosario se aplica a hacer copias de los grandes pintores cuyas obras cuelgan en el museo del Prado. Luego, pasó a hacer el mismo trabajo en la Academia de San Fernando. Utilizaba para ello lienzos viejos que le proporcionaba el restaurador Serafín García de la Huerta, lo que permite aventurar que algunas de esas copias se vendieron como auténticas. También participó en las exposiciones que organizaba el Liceo Artístico y Literario, donde contaba con grandes amigos. En un ambiente donde las mujeres estaban en absoluta minoría ella, joven de poco más de 20 años, fue abriéndose camino con las únicas armas de su arte, de manera que pudo mantenerse ella y a su madre. Se reveló entonces como una dibujante de gran finura haciendo retratos a lápiz, así como paisajes siguiendo el gusto romántico del momento. Zorrilla, Espronceda, Mesonero Romanos, Quintana o Manuela Oreiro, cantante de ópera y esposa de Ventura de la Vega, son algunos de los personajes retratados. Fue también una buena litógrafa, técnica que había aprendido en Francia.
Retrato de Manuela Oreiro (1841)
En 1840 fue nombrada académica de mérito por la pintura de historia de la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Por mediación de Agustín Arguelles, amigo de su hermano y tutor de la reina, en enero de 1842 era contratada, con un sueldo de 8.000 reales, como maestra de dibujo de Isabel, que habría de reinar como Isabel II, y de su hermana, la infanta Luisa Fernanda.
Óleo presentado a la Academia de BB.AA. de San Fernando
Cuando se encontraba en su mejor momento profesional enfermó de cólera morbo y murió cuando contaba 28 años. José Antonio Rascón escribió su necrológica, publicada en la Gaceta de Madrid de 20 de septiembre. “La Rosario Weiss ha muerto, y entre tanto periódicos artísticos y literarios que se publican en España, no ha consagrado ninguna el menor recuerdo, la más simple memoria que dé a conocer la gran pérdida que con su muerte ha sufrido nuestro patria. Era mujer, y esta sola circunstancia debiera haber bastado para que con más entusiasmo se ensalzara su mérito y se llorara su fin; porque si son dignos de admirar los talentos de aquellos hombres que han logrado sobresalir en la profesión a que se dedicaran, mucha más alabanza se merece una muer que sobreponiéndose a las dificultades que le ofreciera su sexo ha sabido vencerlas con éxito feliz. (…) Llorada de sus buenos amigos ha dejado tristes recuerdos en todos los amantes de las artes que veían en ella un modelo digno de ser imitado por su laboriosidad, su aplicación y sus virtudes”.
Obras de Rosario Weiss propiedad del Museo del Prado
Su obra está repartida en la Biblioteca Nacional, la Real Academia Española, la Hispanic Society de Nueva York, la Biblioteca municipal de Burdeos, el museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el Museo Lázaro Galdiano, el del Romanticismo y el Museo del Prado y en colecciones privadas. Hasta el 22 de abril puede contemplarse en la exposición de la Biblioteca Nacional.
me encanta francisco de goya y su tendencia artística , el hecho de aislarse para crear o al menos intentar crear la perfección , es algo muy valorable que hoy en día se ve muy poco