Rosario Pi pertenece a la categoría de mujeres emprendedoras para las que no hay obstáculo que pueda parar. Ni la minusvalía que arrastró toda su vida, ni su falta de patrimonio personal. Esta curiosa y pintoresca señora, como la definió Edgar Neville, se buscó los aliados más insospechados y se convirtió en la primera directora española de una película de cine sonoro.
Rosario Pi Brujas (Barcelona, 29 de julio de 1899-Madrid, 22 de marzo de 1967) había nacido en las postrimerías del siglo XIX pero su biografía encajaría sin dificultad en el siglo XXI. Siendo niña sufrió poliomelitis cuya secuela fue una cojera que la obligó a llevar un calzado ortopédico y caminar con bastón durante toda su vida. Esta circunstancia no le impidió abrirse camino y ser una mujer autónoma, imaginativa y emprendedora. Primero, abrió una corsetería en Barcelona que no resultó como esperaba y cerró en 1929. Así que cambió rápidamente de horizontes.
Se alió con los empresarios de espectáculos, el mexicano Emilio Gutiérrez Bringas y el español Pedro Ladrón de Guevara para crear Star Films, productora que realizó las primeras películas sonoras del cine español dirigidas por los directores de más prestigio del momento: Fernando Delgado de Lara, Edgar Neville y Benito Perojo. Se inició en la producción con un mediometraje (1932) –¡Yo quiero que me lleven a Hollywood!– dirigido por Neville (quien sí había estado en Hollywood). Este director dejó escrito un retrato del carácter osado de Rosario: A pesar de una ligera enfermedad que le hacía andar con un bastón, tenía alma de productora, pero carecía, desgraciadamente, de cuenta corriente. Nunca se pudo averiguar cómo movilizaba cada diez o quince días un operador, unas cajas de negativo, unos proyectores y demás personal técnico que necesita una película, por modesta que sea. Ni yo ni los artistas cobrábamos un céntimo, y lo hacíamos todo por afición, por ayudar a esta atrevida señora. Los decorados tampoco había que pagarlos, porque doña Rosario convencía a los dueños de diferentes casas, entre ellas, a Perico Chicote y a Ricardo Urgoiti, que nos prestó los sótanos de sus oficinas para que se nos dejase filmar allí.

No se conformó con producir, ella es la autora del guión de Doce hombres y una mujer (1934), basada en una obra de Wenceslao Fernández Flórez. Ella también fue quien en 1935 adaptó el libreto de la opereta de Manuel Penella El gato montés y quien dirigió la película introduciendo elementos del arte surrealista y de vanguardia que triunfaban por aquellos años y que, en opinión de algunos críticos, serán utilizados luego por Buñuel en Abismos de pasión (1953). No es solo el aspecto visual lo que resulta innovador, también lo es el guión que muestra a mujeres decididas, rebeldes contra la violencia masculina y dueñas de su propio deseo sexual.

Durante la guerra civil dirigió Molinos de viento (1938), protagonizada por María Mercader, película que no fue estrenada en la zona republicana donde se tenía a Rosario Pi como poco politizada y próxima ideológicamente al bando sublevado. Cuando ya era evidente la derrota de la República, Mercader y Pi huyen a París y más tarde a Roma. Ambas tratan de abrirse camino en los estudios de Cinecittá, María, como actriz y Rosario, como traductora y colaboradora en producción. Simultáneamente, Pi abre un bar en Roma.
Ya en la posguerra, vuelve a España y trata infructuosamente de recuperar su carrera cinematográfica pero el país no estaba para iniciativas de mujeres. En Rosario Pi se da la paradoja de que era considerada demasiado conservadora por los republicanos y demasiado masculina y rupturista por el franquismo. En Madrid se dedica primero al diseño de moda y, finalmente, abre un restaurante. En esta ciudad muere en 1967, soñando aún con producir y dirigir una nueva película. En Barcelona, su ciudad natal, una calle del distrito Nou Barri lleva su nombre.

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