La maternidad forma parte del imaginario artístico. Raro es el pintor o escultor que se precie que no haya tratado de plasmar su visión de lo que para la mayoría de hombres es una alegoría de la feminidad.
Dejando de lado que la maternidad es una opción personal que no hace a nadie ni más ni menos, ni mejor ni peor mujer, dejo aquí una breve muestra de las distintas maneras de observarla.
Encabeza el desfile una escultura de Jean Louis Toutain (1948-2008) situada en Moissac, casi lindante con la magnífica abadía románica que se alza en el pueblo francés. Las esculturas de Toutain respiran alegría de vivir: la suntuosa plenitud, decía la crítica.
En el patio del palacio del Gran Consejo de Malinas (Bélgica) se alza una escultura sin más pretensiones que dejar constancia del arte del escultor local, Ernest Wijnants (1878-1964). Moeder en Kind (Madre e hijo), reza en la peana, para advertencia de distraídos.
Entre la abundante estatuaria del callejero de Oviedo cinco de las obras son del artista ovetense Sebastián Miranda (1885-1975) y entre estas, dos con idéntico motivo, sus maternidades gitanas. La primera de ellas es La Encarna con chiquilín, en la que el vitalista escultor retrata a la mujer joven dando de mamar a su criatura, una imagen gozosa.
El colombiano Fernando Botero (1932) ha sembrado su obra por ciudades del mundo entero. En el Jardín Amalia Rodrígues de Lisboa ve pasar el tiempo una de sus maternidades, copia de la que se encuentra en Oviedo.
Distintos estilos, distintas épocas, distintos lugares y una misma manera de contemplar a las mujeres. Que también son distintas.