María Teresa León (Logroño, 31 de octubre de 1903-Madrid, 13 de diciembre de 1988) era hija de Ángel León, militar, cuya familia fue propietaria del Diario de Burgos, y de Oliva Goyri, sobrina de María Goyri, una de las primeras mujeres universitarias del momento y esposa de Ramón Menéndel Pidal. Influenciada por su tía, quiso seguir estudios superiores, lo que entonces estaba muy mal visto, hasta el punto de que fue expulsada del colegio de monjas donde pretendía hacer el bachillerato, por este empecinamiento y por otras excentricidades, como su tendencia a llorar a destiempo y leer libros prohibidos.
A los diecisiete años se casó apresuradamente, embarazada del primero de los dos hijos que tuvo con Gonzalo de Sebastián, también militar. Después de esa campanada, en un ambiente tan conservador y estricto como el militar, en 1929 abandonaría marido e hijos para seguir al escritor gaditano Rafael Alberti, con quien se casaría por lo civil, en 1932 y con quien tendría una hija.
Comprometida ideológicamente con la República, participó muy activamente en la organización y actividades de la Alianza de Escritores Antifascistas, de la que fue secretaria, y al término de la guerra civil tuvo que marchar al exilio, pasando por Argelia, Francia, Argentina e Italia. Es autora de una amplia producción literaria que incluye ensayos, novelas, cuentos, obras teatrales y guiones cinematográficos.
Conviene volver sobre el compromiso ideológico de María Teresa León, de Alberti y del grupo de escritores que conforman la Generación del 27. Hombres que apuestan por la modernización del país, los modernos del momento, mujeres que se incorporan a la participación en todos los ámbitos de la sociedad, que se licencian, se doctoran, dan conferencias, escriben -en ocasiones las obras que firman sus maridos, es el caso de María Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra-, pintan, intervienen en política. Da igual lo que hagan. La Generación del 27 está trufada de testosterona.
Haced la prueba y preguntad a quien queráis por autores de esa Generación. Con suerte, os citarán a Lorca, Alberti, Gerardo Diego, Jorge Guillén, Luis Cernuda. Quiza lleguen a mencionar a Max Aub o León Felipe. Si tú insistes, ¿y las mujeres? harán memoria y recordarán a María Zambrano, Rosa Chacel, quiza a Ernestina de Champourcin o Maruja Mallo. Rara, raramente muy mencionarán a María Teresa León.
La Generación del 27 produjo una extraordinaria cosecha de mujeres. Como poco, tan extraordinarias como los compañeros con los que compartieron afanes, propuestas, compromiso, trabajo y, la mayoría, exilio. María Teresa León fue una estrella brillantísima en un firmamento luminoso, una estrella que fue opacada por el centelleo de Rafael Alberti, tan famoso y mediático. Recoge el artículo de Pérez Barredo la opinión del biógrafo Ferris de que María Teresa no solo se vio eclipsada por Alberti sino que le perjudicó su belleza singular. Esto es, las mujeres tenían que disimular que eran inteligentes para no herir la sensibilidad de los hombres de su generación -y de la sociedad en general- y, además, debían ocultar su belleza por la extendida y bien cimentada creencia de que una mujer inteligente ha de ser forzosamente fea porque mujer, belleza e inteligencia son conceptos antitéticos. Con todo, lo más triste es que una mujer tan inteligente y hermosa, con yna obra extensa y valiosa, se considerara a si misma «la cola del cometa», el reflejo de Alberti.
Algún día quizá la obra de María Teresa León sea considerada en su valor exacto, no como el reflejo de otros. Con el valor exacto de una mujer inteligente, arriesgada, valiente y hermosa. Más inteligente, arriesgada, valiente y hermosa, incluso, que alguno de los hombres de la Generación del 27.
Cuánto por recuperar, cuánto por valorar… y me paro aquí porque no quiero pensar en cuánto nos han arrebatado a todas.
Gracias
Cuánta ignorancia y ranciedad, y lo que nos queda !