María Soledad Ruiz-Capillas (Toledo, 28 de febrero de 1902-Alicante, 1991) estudió Medicina con excelentes calificaciones, fue la primera mujer en dirigir un balneario, la primera universitaria investigadora en el Laboratorio de Ramón y Cajal, luego, odontóloga… en suma, una mujer brillante. Pero así como los colaboradores de Santiago Ramón y Cajal son conocidos, al menos en el ámbito científico, el nombre de la doctora Ruiz-Capillas es totalmente ignorado, simplemente por haber nacido mujer.
Tenía 15 años cuando empezó a estudiar Medicina. Aprobó los primeros cursos con altas calificaciones y fue la mejor de los 73 candidatos a una plaza de alumno interno en el hospital de la Beneficencia Provincial de Madrid. En 1924 obtenía el doctorado y al año siguiente estaba dirigiendo el balneario de Gayangos, en la provincia de Burgos, la primera mujer al frente de un establecimiento de este tipo.
En 1928 se incorpora al Laboratorio de Fisiología General, precursor del Instituto Ramón y Cajal, donde trabajaba el famoso científico. Dirigida por el psiquiatra Gonzalo Rodríguez Lafora y su asistente Julián Sanz-Ibáñez durante dos años Ruiz-Capillas estudiará los centros neuronales relacionados con las patologías del sueño, trabajo que simultanea con los estudios de Odontología, especialidad que aprueba en 1934, igualmente con altas calificaciones. En un tiempo que la Facultad de Odontología de Madrid registraba 15 alumnas de un total de 405 matrículas.
No se conoce que María Soledad publicara algún artículo o comunicación relacionado con la investigación en la que participaba pero Rodríguez Lafora concedió gran importancia al estudio de la fisiopatología del sueño pues fue el asunto sobre el disertó en su discurso de ingreso en la Academia Nacional de Medicina de España en mayo de 1933.
En 1932 el Instituto Cajal se trasladó del Paseo de Atocha, 13 a unas instalaciones más amplias y confortables en el cerro de San Blas del parque del Retiro. Entonces se percataron que los equipos científicos que traían funcionaban con corriente continua mientras que los nuevos laboratorios funcionaban con corriente alterna. La investigación en fisiología diencefálica y mesencefálica en la que trabajaba Ruiz-Capillas quedó suspendida hasta la provisión de nuevos materiales. Sea por esta causa o por alguna otra razón desconocida, María Soledad terminó su investigación en el laboratorio del premio Nobel, se incorporó como asistente a las Clínicas de Odontología del Hospital Militar de Carabanchel (Madrid) y luego, a la dirección del balneario de Grávalos (La Rioja), donde estaba cuando en 1934 falleció Ramón y Cajal.
Que además de brillante debió ser una mujer inquieta lo demuestra que a principios de 1935 la encontramos abriendo una clínica de Odontología en Gerona, donde es la primera mujer que ejerce esta especialidad. Se trasladó después a Palma de Mallorca y de allí a Alicante, donde murió en 1990.

Durante décadas, al hablar de colaboradores de Ramón y Cajal se mencionaba a Francisco Tello, Gonzalo Rodríguez Lafora, Fernando de Castro o Pío del Río Hortega. Nada se ha sabido de la presencia de mujeres en aquel laboratorio. Si ahora conocemos algunos nombres de científicas que colaboraron con ellos -Laura Foster, Manuela Serra, María Luisa Herreros, María Soledad Ruiz-Capillas- o la ilustradora Conchita del Valle ha sido por la aportación de otras mujeres científicas -Carmen Sanz, Elena Giné y Carmen Martínez- quienes, junto con Fernando de Castro, nieto del discípulo de Cajal, investigaron sobre esta presencia y la dieron a conocer, primero en unas jornadas en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid y luego, en un artículo publicado en julio de 2019. Cabe preguntarse cuántas otras científicas, matemáticas, médicas, químicas… permanecen totalmente ignoradas, sepultadas por la memoria de sus colegas masculinos que tuvieron oportunidad de dar a conocer sus investigaciones o han tenido quienes escribieran sobre ellos.
Fuentes: Mujeres neurocientíficas de la Escuela Cajal
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