María López de Mendoza y Pacheco, hija de Íñigo López de Mendoza, marqués de Mondéjar y conde de Tendilla, y de Francisca Pacheco, hija del marqués de Villena, nació en Granada, de donde su padre era alcalde perpetuo. Tomó el apellido materno, algo frecuente en la época, para diferenciarse de dos de sus hermanas, bautizadas con el mismo nombre. Fue educada como sus ocho hermanos, en un ambiente culto y renacentista. Estaba llamada a casar con alguno de los nobles castellanos a la altura de la nobleza paterna pero Tendilla optó por Juan de Padilla, de menor rango, como parte de su alianza con el Comendador de Calatrava, tío del novio. María recibió una dote de cuatro millones y medio de maravedíes, renunciando a la herencia de su padre. Consciente de su posición, aspiraba a una posición de mayor rango y se resistió al enlace, que, finalmente, se produjo en 1511. Tenía la novia quince años. El matrimonio tuvo un hijo, Pedro, que murió todavía niño.
Gobernaba entonces en Castilla Fernando el Católico, quien lo hacía en nombre de su hija, la reina Juana I. Cuando en 1516 Fernando muere, contra todo derecho pues Juana seguía siendo la reina propietaria, le sucede su nieto Carlos de Habsburgo o Austria. Cuando llegó a España era un joven de 17 años, más interesado en heredar la corona imperial de su abuelo paterno Maximiliano que en tomar las riendas de los reinos peninsulares de su rama materna. Ni siquiera hablaba castellano, la lengua común de sus súbditos. Para colmo, llegó acompañado de una corte borgoñona entre quienes repartió cargos y prebendas. La nobleza interpretó estos gestos como una amenaza a su estatus. Una parte de las cortes castellanas alegaban que no era necesaria la gobernación de Carlos estando viva su madre. El malestar se acrecentó cuando en 1520 Carlos reclamó nuevas cargas a las cortes para financiar su aspiración imperial.
Todo ello cuajó en un movimiento de comunidades, una rebelión contra lo que se consideraban abusos de Carlos y privilegios de los flamencos. Se cuenta que María -mujer de carácter, a ĺquien Pedro Mártir de Anglería, que fue tutor de la prole de Tendilla, definió como mujer de altos pensamientos, y marida de su marido– instigó a su marido a tomar las armas en favor del movimiento. Como quiera que sea, Juan de Padilla fue nombrado capitán general de las tropas comuneras. La historia acabó mal. El 23 de abril de 1521 fueron derrotados en Villalar y al día siguiente fueron ejecutados los cabecillas de las comunidades: Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado.
María de Pacheco no aceptó la derrota y todavía resistió desde el alcázar de Toledo. Para pagar a las tropas ella misma requisó la plata de la catedral. Después de nueve meses de resistencia, los rebeldes acabaron vencidos por las tropas reales. Ayudada por sus familiares del bando realista, María consiguió salir de Toledo con su hijo y llegar a Portugal. Carlos concedería un perdón general a los sublevados, del que quedaría fuera María. En 1524 fue condenada a muerte en rebeldía. Juan III de Portugal desatendió la petición de extradición que le envió la corte castellana. La viuda de Padilla sobrevivió en penosas condiciones, solo gracias a la ayuda del arzobispo de Braga y al de Oporto, donde murió en marzo de 1531. El rencor del emperador le alcanzó más allá de la muerte. Tampoco consintió en que sus restos descansaran junto a los de su marido, que habían sido depositados en el monasterio de La Mejorada, en Olmedo (Valladolid). La piedad del obispo de Oporto le dio cobijo en la catedral, donde reposa la Leona de Castilla, el último comunero, como fue apodada por la memoria popular. Diego Hurtado de Mendoza, su hermano poeta, le dedicó este epitafio:
Si preguntas mi nombre, fue María, / si mi tierra, Granada; mi apellido / de Pacheco y Mendoza, conocido / el uno y el otro más que el claro día / si mi vida, seguir a mi marido; mi muerte en la opinión que él sostenía. / España te dirá mi cualidad / que nunca niega España la verdad.