María de las Nieves Álvarez (Lerma (Burgos), 1760-Madrid, 2 de abril de 1828) nació en una familia lermeña acomodada formada por Julián Álvarez y Agustina Páramo; nada hacía suponer que llegaría a dirigir una industria de la envergadura de la Real Fábrica de Tapices. Su vida fue una sucesión de golpes de fortuna que ella gestionó con inteligencia.
La Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara se había creado en 1720, por iniciativa de Felipe V, primer rey Borbón en el trono español, según el modelo introducido por Colbert en los talleres reales franceses. Se trataba de responder a la prohibición de exportar sus tapices por parte de los Países Bajos, independizados de la corona española. Se levantaba cerca de la puerta de Santa Bárbara, de donde toma el nombre.
El rey llamó a Jacobo Vandergoten para dirigir la nueva factoría, quien hubo de sortear toda suerte de dificultades para trasladarse a Madrid y ponerse al frente de la incipiente industria. A Jacobo le suceden sus hijos, Francisco y Cornelio, soltero el primero, casado el segundo, ambos sin descendencia.
María Nieves entró a trabajar en la Real Fábrica de Tapices en 1784. No se conoce si fue allí donde conoció a Livinio Stuyck, es el hecho que dos años después se inicia expediente de matrimonio entre María Nieves y Livinio. Previamente tuvieron que resolver el problema que suponía la existencia de un novio anterior: Santiago Mertens, natural de Amberes y trabajador también de la Fábrica de Tapices, había registrado la promesa de matrimonio que María Nieves le había hecho un año antes, lo que en la época era un impedimento canónico en toda regla. Mertens renunció formalmente un mes antes de la boda de la nueva pareja.
Así, pues, el 12 de mayo de 1786 María Nieves casó con Livinio Stuyk, natural de Amberes también, asimismo tapicero de profesión y emparentado con los Vandergoten. Ella tenía 26 años y él, 30, edades elevadas para los criterios de la época. El novio le entregó a su prometida 100.600 reales en arras para que dispusiera de medios propios en caso de una hipotética viudedad.
Un mes después del enlace muere Cornelio Vandergoten dejando a Livinio una verdadera fortuna y la dirección de la Real Fábrica, con un salario de 5.000 reales mensuales y una pensión de 120 reales diarios por el cargo de director. Las instalaciones estaban valoradas en millón y medio de reales y en ella trabajaban alrededor de ochenta operarios. La casa habilitada para el director anexa a la Real Fábrica se convirtió en una mansión con lujoso y exquisito mobiliario, acorde con las joyas y vestuario de la familia.

Es en esta época cuando la Real Fábrica incorpora a grandes pintores, caso de Francisco de Goya, que trabajará entre 1785 y 1792 con desigual dedicación, de cuyo paso han quedado pruebas extraordinarias.
La pareja tuvo ocho hijos, de los que solo seis llegaron a adultos: María Ana, Antonia, Gabino, Juan, Livinio y José. El padre utilizó su buena posición en la corte para colocar a sus hijos en el Real Oficio de Tapicería y en 1800 solicitó para su esposa la misma pensión de 30 reales diarios que había recibido la viuda de Cornelio Vandergoten, que le fue concedida el mismo año y ratificada en 1814. Igualmente, obtuvo otros beneficios económicos.
El matrimonio gozó de una posición privilegiada en la capital. En este ambiente placentero, solo un asunto nubló la felicidad familiar. Gabino, el hijo mayor, casó con Mariana Martínez, una joven muy alejada de la posición social del novio, a la que el padre ni siquiera quiso conocer.
La invasión napoleónica vino a quebrar tanta placidez. Las tropas se aposentaron en la Real Fábrica causando grandes destrozos en la industria y en el hogar familiar. Stuyck fue a quejarse a José Bonaparte, quien asignó 12.000 reales de vellón mensuales para el funcionamiento de la fábrica.
Los Stuyck no se libraron de la convulsión que vivía la nación. En ese tiempo murió uno de sus hijos, Juan, que era coronel de Dragones, dejando viuda, Francisca Llovet, y un niño pequeño. El propio Livinio fue apresado, acusado de colaborar con el Empecinado y con el cura Merino, vinculado a la comarca lermeña, de donde era oriunda María de las Nieves.
A la vuelta de Fernando VII Stuyck intenta recuperar la fábrica. En agosto de 1816 recibió el primer encargo para poner en marcha las instalaciones: un tapiz para el rey. Livinio no tuvo tiempo de dirigir la operación pues murió el 30 de junio de 1817. Entonces, se revela el carácter y la decisión de María de las Nieves.

Como primera medida, recién enterrado el marido, el 17 de julio la viuda pide al rey ser nombrada directora de la Real Fábrica de Tapices. Necesitaba el puesto para mantener el estatus familiar y se sentía capacitada para llevarlo a cabo. Fernando VII le otorga el nombramiento, lo que convierte a María Nieves Álvarez en la primera mujer en alcanzar una posición profesional de este nivel.
Para evitar acusaciones de intrusismo profesional o de falta de capacitación designó a su hijo Gabino, entonces joven de 30 años pero con experiencia en el empleo, como su lugarteniente en la empresa. Conocedora de los impedimentos legales existentes para que las mujeres pudieran disponer de autonomía económica, otorgó un poder a sus hijos para que cobrasen los devengos que le correspondiesen a ella.
A estas alturas, María Nieves debía haber acreditado su competencia pues al tiempo que la dirección de la fábrica se le concedió el mismo salario que percibía su marido: 120 reales diarios que se añadían a la pensión vitalicia de 30 reales diarios que venía percibiendo desde 1800. Ítem más, solicitó y le fue concedida una pensión de viudedad cifrada en la tercera parte del sueldo de su marido como ayuda del oficio de tapicería.
La Revolución Liberal de 1820 puso en cuestión la existencia misma de la Real Fábrica financiada por la corona y, como primera medida, en noviembre de 1822 suspendió el salario de 120 reales diarios de la directora. Ella presentó una queja formal argumentando que ese era el dinero que ella destinaba a incentivar a los trabajadores: premiar a los oficiales más destacados, enseñar a los aprendices y pagar para el cuidado de los estambres en los almacenes.
Siguieron unos años de precariedad, la corona atravesaba momentos de penuria, los particulares tampoco encargaban nuevos tapices y la fábrica precisaba reparaciones que no se acometían. El 17 de febrero de 1823 María Nieves se queja ante la corona de llevar gastados más de 56.000 reales en jornales y materiales sin haber recibido ningún dinero. Un año después, la deuda superaba los 80.000 reales. A pesar de lo cual, la directora mantenía la fábrica abierta.
En febrero de 1825, cuando el riesgo de quiebra era más que evidente, María Nieves presentó un nuevo modelo de negocio para salvar el proyecto. Empezó por reducirse el salario como directora de 120 a 60 reales diarios, a cambio de una paga de 3.000 reales mensuales para el mantenimiento y enseñanza de operarios. Ella se comprometía a admitir al mayor número posible de jóvenes y enseñarlos el oficio de tapiceros.
La directora se comprometía asimismo a presentar sus cuentas semestrales y a que estas se saldaran en el plazo siguiente fueran a favor o en contra de la corona. En el plan presentado por Álvarez se fijaba una asignación de 1.500 reales mensuales para las labores de retupido de tapices y alfombras, así como unas tarifas de 820 reales para cada vara castellana de tapiz y 180 la misma medida de la alfombra de nudo. Ella personalmente se responsabilizaba de la calidad del trabajo. Como contrapartida, el rey debería abonar el coste de los modelos para los tapices.
El plan reconocía los beneficios fiscales de que venía disfrutando la familia Stuyck así como el derecho a disfrutar de la casa familiar aneja a las instalaciones fabriles, cuyo mantenimiento corría a cargo del aposentador de palacio, excepto las obras de “lujo o comodidad de la directora”.
El rey concedió el pertinente permiso para atender los pedidos formulados por particulares, manteniendo siempre la prioridad de los encargos reales. María Nieves se preocupó de garantizar que las mismas condiciones se mantendrían para su hijo, llegado el caso, salvo en lo que se refería a la pensión vitalicia que disfrutaba ella.
La primera directora de la Real Fábrica había encarrilado la empresa cuando le sorprendió la muerte, el 2 de abril de 1828. Tenía 68 años y había logrado un hito que no volvería a repetirse. El día 20 de ese mismo mes su hijo reclamaba oficialmente el puesto dejado vacante por su madre. La saga de los Stuyck -Gabinos y Livinios, sucesivamente- se mantendría al frente de la fábrica durante tres siglos. En 1889 la fábrica se trasladó de emplazamiento a un edificio neomudéjar situado en la calle Fuenterrabía. En sus dependencias tambien se trasladaron los Stuyck.
En las últimas décadas del siglo XX las deudas de la fábrica se habían acumulado, en 1996 el Estado convirtió la empresa en una fundación, manteniendo al frente al último de la saga, Livinio Stuyck Pérez del Camino. En el año 2002 fue, finalmente, cesado. En el 2017, la fundación pretendió desalojarlo de la vivienda que la familia venía ocupando desde 1889.
La Real Fábrica de Tapices fue declarada Bien de Interés Cultural en 2016 pero nunca más ha sido dirigida por una mujer.