María Luz Morales, maestra de periodismo

De María Luz Morales (La Coruña, 1 de enero, 1889-Barcelona, 22 de septiembre, 1980) se recuerda siempre que fue la primera mujer que dirigió un periódico en España o que fue la primera mujer que hizo periodismo cultural. Siendo todo ello verdad hay que añadir que fue mucho más que eso, una mujer dedicada a la cultura, que participó y vivió con intensidad todas las vicisitudes del siglo XX y brilló con luz propia.

Nació en la Coruña y aunque su familia se trasladó a Barcelona cuando ella tenía ocho años y allí discurrió la mayor parte de su vida siempre se sintió vinculada a su Galicia natal. Recibió una sólida formación intelectual, frecuentó el Instituto de Cultura y Biblioteca Popular de la Mujer fundado por Francesca Bonnemaison en 1909 y dedicado exclusivamente a la formación cultural y laboral de las mujeres; estudió Filosofía y Letras con el propósito de ser escritora y periodista. Si hacerse un nombre en la literatura resultaba difícil para una mujer, más aún lo era acceder al periodismo, una profesión copada totalmente por los hombres, donde la presencia de mujeres era simbólica y excepcional, como había sido el caso de Carmen de Burgos.

Mari Luz no se desanimó y empezó a enviar colaboraciones a las revistas sobre asuntos que se consideraban propias de mujeres, cocina y moda. En 1921 la revista El hogar y la moda convoca un concurso para cubrir la dirección, concurso que gana Morales. Será la directora durante cinco años tiempo durante el que convertirá la publicación en un referente. Se alejará de los tópicos femeninos y abordará los asuntos desde una perspectiva cultural e histórica. En 1923 empieza a colaborar con el periódico La Vanguardia en temas culturales; al año siguiente la encomiendan la crítica cinematográfica. Firma esta sección con el seudónimo Felipe Centeno -personaje de Pérez Galdós-. Es entonces una sección de poco fuste, el cine es una industria incipiente, pero ella aporta una visión original y unos textos de calidad.

Las críticas de cine llamaron la atención de la productora americana Paramount Pictures, que, sin conocer que se trataba de una mujer, contactaron con ella y acabaron contratándola como asesora literaria de la traducción de sus películas. La firma de María Luz Morales traspasaba los límites geográficos catalanes. En 1927 el diario madrileño El Sol, que era considerado el periódico de la intelectualidad, recabó su colaboración con una página dedicada a La mujer, el niño y el hogar. El 2 de abril de ese año, escribe: “Frente a nosotras y junto a nosotras, mujeres de carne, y hueso, y nervio, y sangre; para nosotras, mujeres de la realidad, tienen las mujeres de la leyenda, las heroínas de la literatura, las femeninas criaturas de la ficción, máximo y excepcional interés. Como que no nos son únicamente distracción, compañía; como que no son solo nuestras hermanas mayores y mejores; como que son también, además, nuestro espejo; ¿y qué mujer no habrá hecho de su espejo el centro y eje de su mundo?” (Espejo literario).

La colaboración se prolongó hasta el cierre del periódico en 1936. Escribirá sobre literatura infantil, cine, moda y literatura escrita por mujeres, Morales fomentará la promoción cultural y reivindicará la igualdad intelectual de las mujeres. En este periódico tradujo los cuentos de Victor Catalá, seudónimo de la escritora catalana Caterina Albert.

Esta colaboración le obliga a viajar con frecuencia a Madrid, donde la vida social es muy intensa. Conoce a María de Maeztu y en 1931, cuando se traslada a Barcelona el modelo de Residencia de Señoritas Estudiantes, ella es la directora. Participa también en el Conferentia Club, que convocaba a miembros relevantes de la cultura europa. Ella misma desarrolló una notable actividad literaria, escribiendo adaptaciones para los niños de grandes obras de la literatura universal: Cervantes, Lope de Vega, Goethe, Shakespeare, Homero, etc. La colección Obras maestras al alcance de los niños, publicada por la editorial Araluce, que también dirigía, sería declarada de utilidad pública.

En 1933, La Vanguardia le encomienda la crítica teatral, en la que se desarrolla con maestría y con la que se irá incorporando a la redacción del diario como periodista, donde es la única mujer. Con este trabajo recupera su vocación infantil por el teatro, en el que se muestra como gran experta y logra una notable influencia en el entorno teatral barcelonés, al tiempo que le permite relacionarse con las primeras figuras de la escena: García Lorca, Serafín y Joaquín Álvarez Quintero o Margarita Xirgu. Ella misma escribe la obra Romance de media noche, con Elisabeth Mulder.

Es un tiempo de gran actividad social. Poco antes de la sublevación militar de 1936, participará en la celebración por la aprobación del Estatuto de Autonomía de Galicia. El 30 de marzo de 1936 se constituye en Santiago de Compostela la Asociación de Escritores Galegos y ella es elegida como representante.

Cuando se produce el levantamiento militar la Generalitat de Cataluña se incauta de La Vanguardia, que queda bajo el control de un comité de obreros de CNT y UGT. A primeros de agosto el director, Agustí Calvet, se exilia y el comité nombra a María Luz Morales directora. Ella acepta por lealtad con la condición de que el cargo será provisional y que solo se dedicará a hacer periodismo, no a la gestión política. La noticia será recogida así al día siguiente: «De acuerdo con la tendencia social y económica que inspira al Gobierno de Cataluña, se halla actualmente controlada por un Comité Obrero, integrado por representantes de la Redacción, Talleres, Administración y demás secciones de la misma. Entre los acuerdos que en los primeros momentos adoptó este Comité, figura el de nombrar para los cargos de Director y Administrador, a los compañeros María Luz Morales y Carmelo Avellá, respectivamente«. Morales es la única mujer de la redacción y ocupará el cargo hasta febrero de 1937. Será señalada como la gran señora de la prensa. Pagará por ello un alto precio.

En 1938 colabora en el guión de la película Sierra de Teruel, dirigida por André Malraux, basada en la novela L’Espoir del escritor francés, basada en un episodio vivido por él durante su participación en la guerra civil española. Max Aub, que había traducido el texto del francés, era el ayudante de dirección. El avance de las tropas rebeldes impidió acabar el rodaje en tierras catalanas y hubo de concluirse en Francia.

Al finalizar la guerra todos los redactores de La Vanguardia fueron cesados, procesados e inhabilitados como periodistas y se les retira el pasaporte. Morales, además, fue acusada de ser la directora del periódico y de pertenecer al Partido Galeguista. Permaneció 40 días encarcelada en el convento de Sarriá, compartiendo celda con una maestra acusada de haber descolgado un crucifijo del aula donde impartía clase. Nunca quiso hablar de ese tiempo, durante el cual se dedicó a escribir, utilizando los seudónimos de Ariel y Jorge Marineda. Impedida de escribir en la prensa, crea la Editorial Surco y dirige la enciclopedia Universitas en la Editorial Salvat.

En 1948 vuelve a hacer la crítica teatral, ahora en el Diario de Barcelona, y poco después, colabora con la revista Lecturas. En 1956 el gobierno francés le concede la Orden de las Palmas Académicas en reconocimiento a su trabajo. En 1958 fue llevada al cine su novela El amor empieza en sábado. En 1963 recibe el Premio Nacional de Teatro por sus críticas teatrales. En 1970 recibe el Premio D’Ors de la Asociación de la Prensa. En 1971 le será concedido el lazo de Isabel la Católica pero tendrá que esperar a la muerte del dictador para conseguir su rehabilitación como periodista, el 24 de enero de 1978. Pudo así ser redactora del Diario de Barcelona, donde siguió escribiendo hasta su muerte, ocurrida dos años después, a la edad de 91 años.

En 2016, la Fundación La Caixa, La Vanguardia y el Observatorio Cultural de Género crearon en su memoria un premio que lleva su nombre, con el que se quiere “reconocer e incentivar trabajos periodísticos que reflexionan desde el compromiso y el rigor analítico sobre el papel de la mujer en el mundo actual”. Compromiso y rigor que fueron los principios que guiaron su obra.

Poco se sabe de su vida personal. No se casó y vivió siempre con su familia: su madre, sus hermanos y sobrinos. María Ángeles Cabré, biógrafa de Morales, la considera la primera mujer española periodista cultural. Con el referente de Emilia Pardo Bazán, es realmente la primera mujer que se dedicó profesionalmente a escribir en prensa sobre asuntos relacionados con la cultura. Pero María Luz Morales es una figura que trasciende el periodismo, fue una intelectual cuya obra ha sido sepultada por los años de la dictadura. La perfección de su prosa y la mesura de su tratamiento hacen de ella una maestra de periodismo por encima del tiempo.

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