María Luisa Puiggener

María Luisa Puiggener (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1867-1921) disfrutó de fama y reconocimiento en el ámbito artístico sevillano de comienzos del siglo XX. Tuvo en contra el hecho de ser mujer en un mundo esencialmente masculino y no ser lo suficiente vanguardista por cultivar un estilo y unos temas que ya empezaban a estar en desuso.

María Luisa había nacido en una familia de origen catalán, el padre era un editor, impresor y periodista que proporcionó a sus hijos -dos chicas y un chico- una educación ilustrada, lo que en el caso de las hijas no era común en la época. En 1890 se matricula en los cursos de la nueva Enseñanza Artística de la Mujer de Sevilla, conocida como Clase de Señoritas, incluida en la Escuela de Artes y Oficios de la ciudad, donde comparte clase con otras 77 alumnas. Después, pasa al estudio de José Jiménez Aranda, y participa ya en varias exposiciones, decidida a dedicar su vida a la pintura. Se cree que no se casó nunca y su rastro se pierde en 1921, año en que se sitúa su muerte.

En las dos primeras décadas del siglo XX mostró en más de veinte exposiciones una obra de corte costumbrista, cercana a la pintura social, de impecable factura, que le valen premios y reconocimiento. La crítica, sorprendida de la calidad artística de una pintura hecha por mano femenina, le dedica calurosos elogios. Su presencia fue continua en Exposiciones de Bellas Artes de Primavera, organizadas por el Ateneo de Sevilla, en ocasiones ella era la única mujer participante. Recibió un accésit en los Juegos Florales del Ateneo de 1902, la única mujer en obtener un premio institucional en Sevilla, el mismo año que recibía la medalla de plata en la Exposición de Bellas Artes de Granada.

María Luisa Puiggener. Madre e hija, 1901. Colección privada

Al año siguiente la encontramos en la primera Exposición de Pintura Feminista en el Salón Amaré de Madrid, a la que concurrieron cuarenta mujeres “profesionales y aficionadas” al decir de la crítica. Participó también en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes en los años 1904, 1906, en las que obtuvo una mención de honor, y 1910. En la exposición de 1904 firmó su obra con la inicial y el apellido. El crítico Alcántara, olvidando que una mujer también es capaz de pintar, escribió: “Supongo que el autor es joven, y si así es y sigue por camino tan excelente, Sevilla contará pronto con un verdadero pintor más”. En 1907 fue seleccionada para participar en la V Exposición Internacional de Arte de Barcelona. En los años 1908, 1909 y 1910 concurrió también a exposiciones en Buenos Aires, siendo en esta edición la única artista en ser premiada, en este caso con una tercera medalla; en 1910 participa en la Exposición del Centenario de la Independencia de México.

María Luisa Puiggener. La última alhaja, 1900. Colección Fundación Cajasol. Sevilla

Por las críticas y catálogos de aquellas décadas se tiene constancia de 34 pinturas firmadas por Puiggener, de las que se conservan unas pocas. Todas ellas rezuman el estilo costumbrista aprendido de Jiménez Aranda y una inquietud social, derivada de la crisis económica que se sufría en Sevilla, padecida especialmente por las mujeres, carentes de recursos y formación para subsistir. Ejemplo de ello es el lienzo expuesto en el Museo del Prado dentro de la muestra Invitadas: La última alhaja (1900), en el que un prestamista observa la joya que le lleva una mujer joven, probablemente viuda, que lleva un niño en brazos.

Al margen de la vigencia o modernidad de su pintura, es indudable que la consideración artística de María Luisa Puiggener contribuyó a abrir camino a otras mujeres artistas en aquellos años.

Fuentes: Illán Martín, Magdalena y Velasco Mesa Custodio. “Un verdadero pintor”: María Luisa Puiggener en la escena artística sevillana de comienzos del siglo XX. Laboratorio de Arte: Revista del Departamento de Historia del Arte, nº 30. 2018.

Catálogo de la Exposición Invitadas. Museo del Prado

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