María Isidra de Guzmán, la doctora de Alcalá

María Isidra de Guzmán (Madrid, 31 de octubre de 1767-Córdoba, 3 de febrero de 1803) es la misma María de Guzmán que aparece en el callejero de Madrid; también es conocida como Isidra de Guzmán y como la doctora de Alcalá, pues en esta ciudad fue donde obtuvo el doctorado, convirtiéndose en la primera mujer en España en alcanzar tal titulación. También fue nombrada académica honoraria de la Lengua.

María Isidra nació en un entorno privilegiado, hija de Diego Ventura de Guzmán y de María Isidra de la Cerda, ambos grandes de España -entre ambos sumaban dieciséis títulos nobiliarios- miembros de familias ilustradas. Diego Ventura fue además uno de los personajes más influyentes en las cortes de Carlos III -que le impuso el toisón de oro- y de Carlos IV. Fue educada con gran esmero por un preceptor particular, Antonio Almarza, quien descubrió la inteligencia y memoria de su discípula y fomentó sus aptitudeks tanto para las ciencias como para las humanidades.

La joven demostró gran inteligencia y estímulo del saber hasta el punto de que en 1784, con solo 17 años, fue nombrada socia honoraria de la Real Academia Española. “La Academia, informada de sus extraordinarios progresos y adelantamientos en elocuencia y en las lenguas, particularmente en la castellana, y al mérito personal, acordó admitirla con uniformidad de votos”, recoge el acta de la institución. En la ceremonia de ingreso en la docta institución el 28 de diciembre de ese año, María Isidra pronunció una Oración del género eucarístico que fue muy alabada. En su discurso se presentaba como “una joven que ha empleado sus pueriles ocios en la lección e inteligencia de vuestros diccionarios” y se mostraba modestamente como “una joven de 17 años que no ha conocido sino por el nombre los Gimnasios, las Academias o los Seminarios, ni ha tocado los umbrales del famoso templo de Minerva, ni aun oído otra voz que la de un solo maestro”.

Aunque la Academia había sido creada en 1713 coincidiendo con el reinado del primer Borbón, Felipe V, por el noble ilustrado Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de Villena, siguiendo la estela de la Academia Francesa. A pesar de su corta historia ya diferenciaba entre académicos de número y honorarios. Así y todo, aunque honoríficamente, era la primera mujer en acceder al templo de las letras que, durante dos siglos más siguió reservado al sacerdocio masculino.

Poco tiempo después recibió el grado de doctora y maestra en la Facultad de Artes y Letras Humanas. Como la universidad Complutense era exclusivamente masculina fue precisa una dispensa especial del rey Carlos III, “en atención a las distinguidas circunstancias y sobresalientes cualidades personales” de María Isidra, según comunicación dirigida al claustro de la institución.

La joven doctoranda demostró sus conocimientos de griego, latín, francés, italiano, retórica, mitología, geometría, geografía, filosofía, ética, lógica, teosofía, psicología, física, sistema del orbe, esfera armilar, mundo vegetal y animal. ¿Puede la mujer virtuosa y docta enseñar en las universidades las ciencias profanas y sagradas?, le preguntó el cancelario antes de otorgarle el título de catedrática honoraria de Filosofía Moderna, consiliaria perpetua de la Universidad y examinadora. El examen se celebró con todo boato, con asistencia de un público admirado que llenó el aula. Había nacido una estrella, la Doctora de Alcalá.

Compaginando honores académicos y protocolarios, también perteneció a la Orden de damas nobles de María Luisa y a la junta de damas de honor y mérito. En 1786 también fue la primera mujer en ingresar en la Sociedad Económica Matritense, ingreso que resultó menos unánime pues si bien contó con el apoyo del jurista y político Jovellanos, contó con la oposición del financiero Cabarrús.

El dominio de lenguas vivas y muertas permitió a la nueva doctora traducir obras clásicas, entre otras, Los trabajos del campo, del escritor y tribuno romano Columela. Los críticos de Guzmán sostienen que si pudo llegar tan lejos y brillar con tal fulgor es debido al patronazgo de Carlos III, que pretendía así congraciarse con su poderoso padre. Es posible que su aristocrática familia y el favor real le abrieran un camino que a otras mujeres igualmente cultas e inteligentes les estuvo vedado pero parece justo reconocer que María Isidra era excepcionalmente inteligente y culta. Bastante más que algunos de sus coetáneos que brillaron más que ella y obtuvieron mejor posición. 

Su carrera, sin embargo, fue breve. Tenía 22 años, en septiembre de 1789, con los ecos recientes de la Revolución Francesa, cuando contrajo matrimonio con otro grande de España, Rafael Antonio Alfonso Sousa de Portugal, marqués de Guadalcázar, con motivo de cuyo enlace la Universidad Complutense acuñó una medalla conmemorativa. A partir de ahí se retiró a vivir a Córdoba, dedicada a cuidar a sus cuatro hijos y de su precaria salud. Murió sin llegar a cumplir los 35 años.

María Isidra de Guzmán es recordada en el callejero madrileño, en el de Córdoba -calle Doctora de Alcalá- y en Alcalá de Henares donde, además de una calle, lleva su nombre un instituto: el IES Isidra de Guzmán.

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