La existencia de María de Pablos Cerezo (Segovia, 8 de noviembre de 1904-Madrid, 1 de noviembre de 1990) bascula entre la admiración y el desasosiego. Pianista, compositora y directora de orquesta cuando esta profesión era terreno exclusivo de los hombres, parecía sonreirle la fortuna cuando desapareció de la vida pública. Muchos años después la muerte la encontró en un centro psiquiátrico.
Empezó los estudios de solfeo y piano en su Segovia natal examinándose en el Conservatorio de Madrid hasta que a los once años la familia se traslada a Madrid, donde es destinado el padre, oficial de Correos. Sigue estudiando Armonía, Acompañamiento y Composición. A los 23 años se presenta a las oposiciones al Conservatorio madrileño; es la única mujer admitida y obtiene el premio de Composición por unanimidad de un jurado compuesto por los maestros Bretón, Fernández Bordás, Pérez Casas y Villa, lo más granado de la época. Para este examen nuestra compositora presentó el poema sinfónico Castilla y la pieza coral Ave verum.
Simultáneamente y acaso influida por el ejemplo paterno, obtiene por oposición una plaza en el Cuerpo Auxiliar Femenino de Correos. La música, más aún la dirección de orquesta, no es todavía una profesión al alcance de las mujeres.
Pese a todo, la carrera de María parece imparable, abriendo camino. En 1927 consigue una beca de la Academia de Bellas Artes de Roma, avalada por los mismos autores que le habían premiado en el Conservatorio más Conrado del Campo. Para esta convocatoria compone una ópera de un acto, La infanta Desdén, con libreto de Luis Fernández Ardavín. La Academia venía vedando de facto a mujeres entre sus residentes, de modo que desde su creación en 1873 únicamente la pintora Carlota Rosales había obtenido una beca extraordinaria, no por oposición sino en atención a los méritos de su padre, Eduardo Rosales, primer director de la institución. María será la única mujer que oposita aquel año y también en esta ocasión logra la puntuación más elevada. El 1 de octubre toma posesión de su beca.
En diciembre de 1928 la misma Academia será escenario de su concierto de piano ante el embajador de España y otras autoridades, con obras clásicas y de autores contempóraneos. En mayo de 1929 ante profesores de la Academia de Santa Cecilia, críticos y periodistas italianos interpretó en el Auditorium Augusteo su poema sinfónico Castilla. En ese tiempo presentó en la Casa de España de Roma Sonata Romántica, cuarteto de cuerda interpretado por el Cuarteto Corti; en ese concierto ella interpretó al piano La danza de la molinera y la Danza del amor brujo, ambas obras de Manuel de Falla.
El año de 1929 resultó muy productivo para María, que pudo trabajar en el archivo de la iglesia española de Roma Santa María de Monserrat transcribiendo piezas del polifonista Tomás Luis de Victoria, quien en 1569 había sido organista y maestro de capilla de aquella iglesia. Terminó el año con un concierto organizado por la Sociedad Filarmónica de Segovia en el Teatro Juan Bravo de Segovia donde se presentó su Cuarteto para cuerda en la menor interpretado por el Cuarteto Rafael, formado por profesores de la Orquesta Filarmónica de Madrid. Completaba el programa Siete Canciones, para tiple y tenor con la misma María acompañando al piano. Las canciones estaban inspiradas en poemas de Enrique Díaz Canedo y de Antonio Machado, a la sazón residente en Segovia y uno de los socios fundadores de la Sociedad organizadora.
Desde Roma De Pablos viajó a París, donde vio a Toscanini dirigir a la Orquesta de Nueva York y estudió Armonía, Composición y Contrapunto con el compositor impresionista Paul Dukas. María recibió clases de Nadia Boulanger, compositora, pianista y directora, entre cuyos alumnos se cuentan nombres como Daniel Barenboim, Leonard Bernstein, Zubin Mehta, Igor Markévich, Yehudi Menuhin o Astor Piazzolla. “Tiene reales dotes artísticas”, dijo de ella Boulanger. En sus viajes a España siguió ofreciendo conciertos, interpretando alguna de sus obras y dirigiendo otras, con muy buenas críticas.
Finalizada su beca en Roma, durante unos meses de 1933 sustituyó a Pérez Casas como profesora en el Conservatorio. En 1934 compuso La cabrerilla, para cuatro voces mixtas, basada en un madrigal popular. Sorprendentemente, esta es la última obra conocida de María de Pablos. Nada más se conoce de la brillante compositora y directora que apuntaba a los treinta años. El silencio y la penumbra ocupa el resto de su biografía
Se sabe que después de la guerra civil se reincorporó al cuerpo de Correos, donde se jubila en 1969. Las pocas referencias que se conocen de esta etapa hablan de una enfermedad mental que fue alejándola de la música y de la vida pública. Falleció en el más absoluto de los olvidos, interna en un sanatorio psiquiátrico el 1 de noviembre de 1990. Como Camille Claudel, como Dora Maar, como Aurelia Navarro… como tantas mujeres adelantadas a su tiempo o que navegaron contra corriente.
Solo recientemente su nombre y su obra empiezan a recuperarse. En 2016 el Ayuntamiento de Segovia bautizó con su nombre una calle del barrio donde ella nació y en 2018 organizó la primera edición del Concurso Internacional de Composición María de Pablos, dirigido a reconocer el talento y difundir las obras de compositoras musicales. Pilar Serraño –El sueño truncado– y Mariano Gómez de Caso –Un genio malogrado– han escrito sobre ella. En 2020, la Orquesta Sinfónica de Castilla y León presentaba la grabación María de Pablos, las obras orquestales, dirigida por José Luis Termes. Los críticos aseguran que la música de María sigue sonando brillante y moderna, como cuando fue ideada por una mujer que rompió moldes y murió rota y olvidada.