No ha tenido en su país el reconocimiento debido a las mujeres de su generación a pesar de que facilitó el camino para que todas ellas pudieran alcanzar sus proyectos: una pedagoga convencida de que le verdadera revolución era la de la educación femenina. Fue miembro de la junta directiva del Instituto Escuela, dirigió la Residencia de Señoritas y fundó el Lyceum Club. Como la mayoría de aquellas mujeres valerosas, murió en el exilio.
María de Maeztu Whitney (Vitoria, 18 de julio de 1882-Mar del Plata, 7 de enero de 1948) hija de Manuel Maeztu, un empresario cubano de ascendencia navarra, y de Juana Whitney, hija de un diplomático inglés, padres de otros cuatro hijos: Ramiro, Ángela, Miguel, María y Gustavo. Al morir el padre, la familia se trasladó a Bilbao, donde la madre abrió una Academia Anglo-Francesa en la que Juana enseñaba inglés y Ángela, francés. María estudio Magisterio y pronto empezó a trabajar y a desarrollar sus ideas pegadógicas en la academia materna en la academia materna. Imparte clases también en Santander y Bilbao. Cursa Filosofía y Letras en las universidades de Salamanca, donde fue discípula de Unamuno, y Madrid, donde lo fue de Ortega y Gasset.
En 1908 recibe una beca de la Junta para Ampliación de Estudios (JAE) -que había sido creada en 1907 para promover la investigación y la educación científica en España, en el ámbito de la Institución Libre de Enseñanza- que le permite ampliar su formación en instituciones extranjeras: Bélgica, Alemania, Estados Unidos…
Pronto se reveló como una oradora eficaz que llenaba auditorios con sus Conferencias pedagógicas y entusiasmaba con sus innovadoras pedagogía. Frente al criterio asentado en la época de que la letra con sangre entra, ella defendía que no ha de ser “con la sangre del niño sino con la del maestro”. Más novedosas resultaban sus teorías igualitarias. La mujer, insistía, no es inferior al hombre ni física, ni intelectual ni moralmente, y debe tener las mismas opciones culturales y los mismos derechos que sus compañeros. Para empezar, defiende que mujeres y hombres deben tener las mismas posibilidades de formación para que ellas no tengan el matrimonio como única salida vital y también como vía para el progreso del país. Defendía el feminismo como la vía para la emancipación social y económica de las mujeres.
En 1915 la JAE crea la Residencia de Señoritas, equivalente a la Residencia de Estudiantes, nombrando a María directora. La Residencia fue el germen del renacimiento cultural femenino en las décadas siguientes. Allí acudían estudiantes españolas y extranjeras, internas y externas, que compartían espacio con mujeres intelectuales nacionales o extranjeras que se alojaban en las mismas dependencias, como fue el caso de Marie Curie o Gabriela Mistral. María impartía clases de Pedagogía y Filosofía. Poetas, abogadas, escritoras participaban en la programación de la Residencia: Concha Méndez, María Luz Morales, Josefina Carabias, Victoria Kent, Matilde Huici; también escritores, profesores y artistas acudían a la Residencia, donde María de Maeztu organizaba un intenso programa de actividades. Por allí pasaron cuantos tenían algo que decir en aquellos años: Azorín, Pancho Cossío, García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Marazón, Menéndez Pidal, Ortega y Gasset, Perez de Ayala, Jorge Salinas…
“María de Maeztu es una mujer de calidad excepcional, en extremo culta y de una actividad asombrosa… Su actuación en la Residencia de Señoritas es sencillamente prodigiosa y no cabe duda de que ninguna ha hecho lo que ella por la cultura femenina en España. Notable conferenciante, pedagoga magnífica, organizadora insuperable, no se le ha tributado aún, a mi juicio, el panegírico que a su obra corresponde”, escribirá sobre ella el diplomático chileno Carlos Morla.
Para Victoria Kent, que residió en ella durante su etapa universitaria, “La Residencia de Señoritas significó un gran avance en la vida de las estudiantes españolas, una obra valiosa de evolución liberal y moral. Solucionó el problema del alojamiento en pensiones y casas de huéspedes, únicos medios de que disponían las estudiantes de provincias que deseaban cursar materias superiores en Universidades u otros centros superiores en Madrid. (…) Es un deber poner de relieve el valor inestimable que ha tenido la decisión de María de Maeztu al aceptar la labor que le encomendó la Junta para Ampliación de Estudios de dirigir, en aquellos comienzos de este siglo, una Institución de carácter laico que había de transformar la vida de las muchachas estudiantes, acostumbrándolas al disfrute consciente de una libertad fructífera”.
A la vista del éxito de la Residencia de Señoritas, la JAE crea el Instituto Escuela (IE), un nuevo ensayo pedagógico de Segunda Enseñanza. María es nombrada directora de la Sección Primaria, donde se rodea de una grupo de maestras prestigiosas entre las que se encuentra María Goyri y su hija Jimena Menéndez Pidal. En el IE no había libros de textos ni se estudiaba de memoria, las clases se impartían al aire libre cuando era posible, se hacían excursiones y deporte, los alumnos visitaban museos, lugares históricos. Lo peor, a ojos de los defensores de los métodos de enseñanza tradicional, era que no se impartía religión y la coeducación de niños y niñas.
No había iniciativa cultural en la que no estuviera María de Maeztu. En 1921 funda la Federación de Mujeres Universitarias con Clara Campoamor. En una sociedad a la que ya empezaba a estallarle las costuras, en el Madrid de 1926 se funda el Lyceum Club Femenino, siguiendo el modelo y los estatutos de los que ya existían en Europa, y ahí está de nuevo María de Maeztu presidiéndolo. El Lyceum logró la difícil tarea de sacar a las mujeres del estricto ámbito doméstico, permitió asistir a conferencias, exposiciones, conciertos y, sobre todo, relacionarse unas con otras. El Lyceum Club tuvo la enemiga declarada de los elementos conservadores y, singularmente, del clero, que lo consideraba una amenaza a la fe y a la sociedad. Frente a la incomprensión interior, María era agasajada en el exterior, donde era reclamada para dar conferencias o ser premiada.
El levantamiento militar, la guerra civil y la posterior dictadura acabaron con todo ello. María y la familia Maeztu pagaron un alto precio por ambos bandos. El 31 de julio de 1936 su hermano Ramiro era detenido en Madrid, encarcelado y luego fusilado. María abandonó España y se trasladó a Buenos Aires. Volvió en 1947, con motivo de la muerte de su hermano Gustavo, pintor.
Para entonces, la Residencia de Señoritas se había convertido en el Colegio Mayor Santa Teresa, dirigido entonces por Matilde Marquina. Su madre había muerto un año antes y, aunque confesó que el destierro le producía una “melancolía infinita”, ella era una extraña en su propio país. Varias universidades la nombraron doctora honoris causa. Murió en Mar del Plata el 7 de enero de 1948, antes de cumplir los sesenta años. Sus restos descansan al fin en el panteón familiar de Estella.
En 2008 Salvamento Marítimo dio su nombre a uno de sus remolcadores. El gobierno español reconoce con la distinción Excelencia María de Maeztu, las unidades públicas de investigación en cualquier área científica, que colaboren activamente con su entorno social y empresarial.