Margarita Nelken (Madrid, 5 de julio de 1894-México, 8 de marzo de 1968) es la única diputada española que fue elegida en las tres legislaturas de la segunda República española en 1931, 1933 y 1936. Fue una intelectual de inteligencia brillante, una política vehemente de lengua y pluma acerada. Defendió el derecho de las mujeres a gozar de la misma libertad que disfrutaban los hombres, lo que le valió duras críticas, la enemiga de los sectores eclesiásticos y conservadores y la suspicacia de la izquierda. Combatió con la misma vehemencia a la quinta columna de Madrid durante la guerra civil al término de la cual se exilió en México, donde murió. Había algo en ella que la salvó siempre, escribió Max Aub, su “amor a los humildes y a la belleza”.
Nelken había nacido en una familia judía. Su padre, Julius Nelken, era un joyero alemán que había llegado a España en 1889; su madre, Jeanne Esther Mansberger, era hija de Enrique Mansberger, un judío húngaro que se había instalado en Madrid en 1866 y había sido relojero de Alfonso XII. Julius y Enrique se asociaron para montar una joyería relojería en el número 15 de la Puerta del Sol. Del matrimonio de Julius con la hija de su socio nacería Margarita -bautizada como María Teresa Lea- y en 1898, Carmen Eva, que sería conocida como Magda Donato.
Recibió una educación muy superior a la que entonces recibían las jóvenes españolas, hablaba francés, inglés y alemán, y muy pronto destacó por su talento artístico y musical. Pronto viajó a París, donde estudió con los pintores Marie Blanchard y Eduardo Chicharro, en el mismo estudio al que asistía Diego Rivera. En esa época hizo amistad con Ignacio Zuloaga, Augusto Rodin o Manuel de Falla. También estudió música: composición, armonía y piano.
En 1914 llegó a exponer en Viena y en 1916 en Barcelona. Cuando empezó a perder visión de un ojo decidió abandonar la pintura y se volcó en la crítica artística. A los quince años ya había publicado un artículo sobre el Greco en una revista francesa. También se le atribuye la primera traducción de La metamorfosis de Kafka al español, publicada en la Revista de Occidente en 1925. Frecuentó los círculos intelectuales de la época y fue amiga de Ramón y Cajal, Unamuno, Pérez Galdós, los hermanos Antonio y Manuel Machado, Gabriela Mistral, Federico García Lorca o Pau Casals. Pronto se inclinó también por la política, con especial dedicación a la defensa de las mujeres, aun sin abandonar sus aficiones artísticas y literarias.
En torno a 1914 Margarita se enamoró de Julio Antonio, un escultor joven y pobre. Al año siguiente, Nelken dio a luz a su hija Magda, cuya paternidad se atribuye al escultor, pero que ella asumió como madre soltera. En febrero de 1919 murió Julio Antonio. Ese mismo año Nelken inicia una nueva relación con un empresario y diplomático andaluz, Martín de Paúl, entonces todavía casado. Resulta paradójico el reproche de vivir con un hombre casado se le hiciera a Margarita, cuando el casado era Martín. De esa relación nacerá en marzo de 1921 su hijo Santiago, Tiaguín. La pareja se casará en 1933, una vez que Martín se divorcie de su primera esposa. Ambos hijos llevarán luego el apellido De Paúl.
En 1918 creó un centro laico para atender a niños de madres trabajadoras y solteras: La Casa de los Niños de España. La iglesia, que tenía el monopolio de la asistencial infantil, lanzó una campaña feroz contra Nelken, lo que provocó la huida de ayudas económicas y el consiguiente cierre del orfanato. Margarita plasmó su experiencia en un libro publicado en 1919: La condición social de la mujer en España, donde retrataba la situación de dependencia de las mujeres y se adelantaba a defender su igualdad social y sexual. La publicación enfrentó a Margarita Nelken con el clero y la derecha política española, quienes le acusaban de predicar el amor libre. En 1926 publica Maternología y puericultura; en 1927, En torno a nosotras (diálogo socrático); en 1930, Las escritoras españolas; y en 1931, La mujer ante las Cortes Constituyentes.
A pesar de esa defensa, era contraria a la aprobación del sufragio femenino por entender que la mayoría de las españolas no estaban “espiritualmente emancipadas”. No obstante, no tuvo ocasión de intervenir en el debate ni en la votación que aprobó dicho sufragio en las Cortes por no haberse resuelto aún el interdicto sobre su nacionalidad. Ejerció la crítica literaria y artística en el diario El Sol y tenía una columna semanal en la revista Blanco y Negro; también asesoró a la organización de la Exposición Universal de Barcelona. Demostraba con el ejemplo que las mujeres pueden mantenerse por sí mismas y atender sus obligaciones familiares sin necesidad de depender de un hombre.
El hispanista e historiador británico Paul Preston la presenta en su libro “Palomas de guerra” como una persona con “una alegría de vivir insaciable (…) igualmente apasionada con todo lo que hacía, y también elocuente al respecto. Creía en lo que llamaba ‘un espíritu femenino más ampliamente humano’. (…) Su energía ilimitada y su entusiasmo constante la impulsaron a cruzar las fronteras del decoro y de las expectativas sociales y sexuales de la época”. Azaña escribió sobre ella en su Diario: “Esto de que la Nelken opine en cosas de política me saca de quicio. Es la indiscreción en persona. (…) Se necesita vanidad y ambición para pasar por todo lo que ha pasado la Nelken hasta conseguir sentarse en el Congreso”.

Tampoco gozó de simpatías entre las socias del Lyceum feminista, fundado en 1926: rechazaron la solicitud de ingreso de Nelken en el club por entender que la promiscuidad que se le atribuía, su concepto del feminismo y su ironía dialéctica excedían el tipo de feminismo moderado que trataba de representar el Lyceum. La anarquista Federica Montseny consideraba que Margarita “tuvo una vida sexual libre y eso molestaba profundamente”. Una vida no más libre que la que defendían para sí los hombres coetáneos de Nelken, cabría añadir. Como observa Preston, otras políticas destacadas del momento como Pasionaria o la misma Montseny hubieron de enfatizar su faceta maternal para ser aceptadas. Las mujeres debían disfrazar su feminidad para incorporarse a la vida pública pues los hombres no eran capaces de comprender que una mujer podía ser hermosa e inteligente y además competente.
De ideología socialista, en las elecciones de 1931 Nelken fue elegida diputada por Badajoz, elección que fue discutida por la nacionalidad de sus padres. Con Clara Campoamor y Victoria Kent fue una de las tres primeras mujeres en obtener un escaño parlamentario y la única en resultar reelegida en las elecciones de noviembre de 1933 y febrero de 1936. Su vibrante oratoria y su aguerrida defensa de los trabajadores del campo le hizo muy popular entre el campesinado, al mismo tiempo que la convertía en una caricaturización del mal entre la derecha. Especialmente crítica con la actuación de la Guardia Civil por su defensa de los terratenientes frente a los obreros, se le acusó de alentar el linchamiento de cuatro guardias en Castillblanco (Badajoz) en 1931, después de que la Guardia Civil abriera fuego contra una manifestación pacífica de campesinos. Igualmente, se le atribuyó intervención en los levantamientos obreros ocurridos en Bancarrota, Salvaleón, Villanueva de la Serena o Arroyo de San Serván.
La constatación de que la República se mostraba incapaz no ya de de implantar la reforma agraria prometida sino siquiera controlar los abusos de los terratenientes, la condujo paulatinamente a optar por soluciones revolucionarias. La defensa de estos postulados le costó ser reiteradamente procesada. “La tiranía de los putrefactos sinvergüenzas burgueses quiere tirar por tierra a todos nosotros con apresamientos e injusticias intolerables”, escribió el 1 de mayo de 1934. En un mitin en Asturias afirmó que el ministro de la Gobernación, Rafael Salazar, había ofrecido 3.000 duros para que la asesinaran. Durante una huelga de campesinos denunció públicamente la intervención de Alfonso Merry del Val y de Pilar Primo de Rivera en el asesinato de Juanita Rico, en venganza por la muerte de un falangista.
Se le retiró la inmunidad parlamentaria después de la Revolución de Asturias de 1934, fue procesada y condenada a 20 años de prisión pero para entonces ya había huido a Francia. Viajó durante meses por la Unión Soviética iniciándose entonces su aproximación ideológica al comunismo, que se plasmaría en 1936, cuando abandonó el partido socialista. Durante ese viaje escribió “Por qué hicimos la revolución”. Volvió a tiempo para presentarse a las elecciones al Parlamento como candidata socialista por Badajoz.
Durante la guerra civil, cuando el gobierno de la República abandonó Madrid, Margarita permaneció en la capital colaborando en la defensa con el general José Miaja. Organizó el traslado de las obras artísticas de la catedral de Toledo a los sótanos del Banco de España. Intervino muy activamente desde la Unión de Mujeres Antifascistas Españolas en el ordenamiento de la asistencia social durante la guerra: provisión de alimentos y ropa, cuidado de niños, ancianos y refugiados. Dispuso el envío al extranjero de muchos niños amenazados por la guerra.
También escribía furibundos artículos contra los miembros de la quinta columna ocultos en Madrid. El batallón que llevaba su nombre se acuarteló en la iglesia de Jesús de Medinaceli, lo que sus enemigos consideraron una intervención sacrílega, que también le atribuyeron. Algunas versiones la implican en la ejecución de rebeldes y en la intervención en las checas. El escritor Andrés Trapiello la considera “la sombra más siniestra de la checa de Marina”.
Cuando ya se atisbaba la derrota de los republicanos pasó a Francia, después de participar en la última reunión de las Cortes de la República, celebrada en el castillo de Figueras el 1 de febrero de 1939, donde era la única diputada. En Francia pudo reunirse con su madre y con su hija, que años antes se había casado con Adalberto Salas -quien en 1934 había ayudado a Nelken a huir de España- y había tenido una hija, Margarita. Cuatro generaciones de mujeres a su cargo, que se trasladaron a México y allí permanecieron.
En 1942 fue expulsada del Partido Comunista de España, por lo que en la reunión de las Cortes de la República en México en 1945 participó como diputada independiente. Como era habitual en la época, la expulsión del partido fue acompañada de graves imputaciones, algunas inverosímiles, y el intento de marginación política y social. Se le acusó de estar implicada en el asesinato de Trotsky, ocurrido en 1940; los pintores mexicanos Siqueiros y Rivera le negaron el saludo. Cuando la campaña estaba en su apogeo, en 1951, la Sociedad de Críticos de Arte de México organizó una cena en su honor con la que paliar el comportamiento de algunos de los artistas comunistas.
En México se había granjeado el respeto por su trabajo como crítica de arte. A esta época corresponden sus publicaciones: “Tres tipos de Virgen: Angélico, Rafael, Alonso Cano (1942); “Las torres del Kremlin” (1943); “Primer frente” (1944); “Carlos Orozco Romero” (1959); “Ignacio Asúnsolo” (1962); “El expresionismo mexicano” (1965).
Después de la guerra civil fue procesada por el Tribunal Especial de Represión de la Francmasonería y del Comunismo. Entre los delitos que se le atribuían, además de la pertenencia a ambas organizaciones, era su participación en el Comité de la Sociedad Española para los derechos Humanos, su militancia socialista y la asistencia a la Institución Libre de Enseñanza. El juicio, celebrado el 14 de noviembre de 1941, fue presidido por el general Andrés Saliquet; fue encontrada culpable y condenada a 30 años de cárcel.
El exilio fue para Nelken una etapa de continuos sinsabores. Martín de Paul, que durante la guerra había sido nombrado cónsul en Berlín y Ámsterdam, había tenido en ese tiempo varias relaciones con mujeres muy jóvenes, desentendiéndose totalmente de la familia. El hijo, Santiago, marchó a la URSS a estudiar una ingeniería, alistándose luego en el ejército soviético. Resultó muerto en combate el 5 de enero de 1944; su madre tardaría más de un año en conocer la noticia, de la que nunca se recuperaría. Se refugió en el trabajo para superar el dolor, según escribió a sus amigos. “Cada cual se emborracha como puede”, añadió.
En 1956 murió su hija Magda. “Todavía -aunque no me lo creáis- no me he vuelto loca. Y por lo visto nadie muere de pena”, escribiría a sus amigos Luis Jiménez de Asúa y su esposa. A comienzos de 1958 murió su madre, Jeanne Mansberger. Martín de Paúl, que se había enriquecido y arruinado con el juego en México, murió pobre en 1962. Aunque el matrimonio se encontraba separado, la muerte de Martín supuso para Margarita un duro golpe. Nelken fue cuidada en sus últimos años por su nieta -casada con José Ramón Rivas, sobrino de Azaña-, y sus biznietos, y acompañada por los muchos amigos que le fueron fieles, entre quienes se encontraban Mateo Papiconomos o el muralista Vela Zanetti. Su archivo y su correspondencia fueron depositados en el Archivo Histórico Nacional de Madrid.
Cuando murió, el novelista Max Aub escribió: “Pocas vidas con mayores disgustos, tropiezos, desengaños, desgracias. (…) No era mujer fácil y su mala lengua debió de servirle mucho para preservarla de tribulaciones. Era muy inteligente. Leyó y vio no poco. Supo hablar; (…) conocía el campo español como los museos de Europa”. “Quizá por eso, porque fue una mujer excepcional, el silencio ha caído sobre ella como una pesadísima losa”, añadió Federica Montseny.
Si te interesa el personaje:
3 thoughts on “Margarita Nelken, la brillante vehemencia”