Marie de Rabutin-Chantal nació en la Plaza de los Vosgos de París el 5 de febrero de 1626 y murió en Grignan el 17 de abril, setenta años después, conocida ya como Madame de Sévigné. Quedó huérfana siendo aún niña y a los dieciocho años su familia le arregló el matrimonio con Henri de Sévigné, un noble algo sinsubstancia, con quien tuvo dos hijos, y que murió después de haberse batido en duelo con otro noble por una mujer que no era su esposa.
De este modo, Madame de Sévigné se encontró a los veinticinco años viuda y con un estatus económico que le proporcionaba la autonomía suficiente para hacer lo que quisiera el resto de su vida. Se dedicó a dos aficiones por las que ha pasado a la posteridad: contemplar lo que ocurría en su derredor y contarlo. Su posición social le abrió las puertas de los principales salones de la alta sociedad francesa cuyas peripecias luego relataba en forma epistolar, la mayoría de las cartas dirigidas a su hija, Françoise-Marguerite, a la que idolatraba. El alejamiento de ésta, cuando su marido, el conde de Grignan, fue destinado a la Provence, le causó el mayor dolor de su vida.
Charles de Beuve, crítico literario, escribió sobre ella que “sembraba alrededor de sí pasiones desgraciadas, de las que se cuidaba poco, y conservaba generosamente como amigos aquellos que no quería como amantes”, entre los que se encontraba el superintendente Fouquet -equivalente al ministro de Hacienda- a quien defendió también después de caer en desgracia.
Fue coetánea de los grandes escritores franceses: Corneille, Moliere, Pascal o Racine. Brilló con luz propia en la corte de Luis XIV, el Rey Sol, y mientras Molière ridiculizaba cruelmente en su obra Las preciosas ridículas a las mujeres que se afanaban por épater les bourgeais en los salones, ella se dedicaba a relatar para la posteridad la cotidianidad de un momento cumbre en la literatura francesa, en la que ocupa un lugar de honor.
Su nieta Pauline de Simiane publicó una parte esta correspondencia en 1726, eliminando los aspectos más personales o familiares. En uno de los muros de la Plaza de los Vosgos, una placa recuerda que en este lugar nació, hace casi cinco siglos, Marie de Rabutin-Chantal, Madame de Sévigné, una mujer adelantada a su tiempo.
me encanta tu post!! yo la descubrí porque la abuela del narrador de «en busca del tiempo perdido» leía sus cartas, y no veas lo que me costó encontrarlas!! ahora tengo en mi haber dos ediciones distintas de las cartas que le escribió a su hija, y son de esos libros que a pesar de haber releído, sé que volveré a releer…
besos!!