Conocida, en lo poco que son conocidas las Puellae Doctae, como Luisa o Lucía Medrano Bravo de Lagunas, esta joven y su madre fueron acogidas en la corte de Isabel la Católica, después de que su padre y marido muriera en la toma de Málaga. Bajo la protección de la reina, Luisa se especializó en Lenguas Clásicas y llegó a impartir clases de esta materia en la universidad de Salamanca, donde también era catedrático y rector uno de sus hermanos. Ella y Francisca de Nebrija son las primeras mujeres de las que se tiene constancia que ejercieran la docencia en la universidad española.
En la universidad de Salamanca es donde la conoce Lucio Marineo Sículo, un humanista italiano con influencia en la corte, quien, en un rapto de inspiración, la definió como una suma de “atractivo, belleza, sexo y edad”. Sin embargo, algo más que esa suma debía tener Luisa cuando, finalmente, hubo de reconocer: “Tú que en letras y elocuencia has levantado bien alta la cabeza por encima de los hombres, que eres en España la única niña y tierna joven que trabajas con diligencia y aplicación no la lana sino el libro; no el huso sino la pluma; no la aguja sino el estilo”.
Una vez más conocemos lo que nos han contado ellos, los que escriben aquello que les interesa y lo cuentan con arreglo a su punto de vista, en este caso Marineo Sículo, lo que se entiende como un moderno de la época, pero cabe la duda: ¿Fue ella la única en trabajar con diligencia y aplicación o fue la única a quien él prestó atención? ¿Por qué es preciso levantar la cabeza por encima de los hombres? ¿Por qué es indispensable ser bella? ¿Por qué las mujeres para destacar en algo han de demostrar que, además de ser guapas e ir arregladitas son mejores que los hombres en su especialidad? ¿No bastaría con ser iguales?
Me encanta este repaso a las que no fueron, a las que no consiguieron superar la barrera de la cercanía y el tiempo, mostrando una vez más que siempre que ha existido una posibilidad por precaria que fuese ha habido al menos una mujer que la ha aprovechado a pesar de todos los pesares, y sabiendo que debería ser más que mejor que cualquier hombre para ser minimamente aceptada.
Un beso