Luisa Carnés (Madrid, 3 de enero de 1905-México, 12 de marzo de 1964) es el prototipo de mujer hecha a sí misma. Nació en una familia obrera y numerosa en la que ella era la hija mayor. A los once años tuvo que dejar la escuela para emplearse en un taller de sombreros y luego en un obrador y así ayudar a la economía familiar, experiencias que plasmaría en sus obras Peregrinos de Calvario y Natacha. “No comprendía entonces porqué una adolescencia puede ser tan amarga y unos pensamientos juveniles viejos”, escribirá sobre ese tiempo. Solo su afán por aprender y su espíritu de superación le permitieron convertirse en periodista y escritora.
Su formación literaria empezó con los folletones publicados en los periódicos, que era lo más accesible a su precaria economía, y desde ahí fue pasando a los clásicos, todo de forma autodidacta. “A través de innumerables autores y obras absurdas, ascendí hasta Cervantes, Dostoyevski, Tolstoi, Santa Teresa, Victor Hugo, Maeterlink, Poe, Goethe, D’Anuncio…”, declarará en una entrevista en 1930. Había empezado a escribir a los 18 años, a los 23 entró a trabajar en la editorial Compañía Iberoamericana de Publicaciones como mecanógrafa y telefonista. En esta empresa coincidió con el dibujante Ramón Puyol -autor del famoso cartel con el lema No pasarán y del mural sobre la segunda República en la Exposición de París- con quien se casó y tuvo un hijo, Ramón. Su novela Natacha apareció en la relación de mejores libros publicados en abril de 1930 elaborada por críticos y escritores.
Por entonces ya publicaba sus cuentos en la prensa pero cuando empezaba a ser conocida la editorial cerró y la pareja Puyol-Carnés se trasladó a Algeciras con la familia del marido. Luisa continúa escribiendo y vuelve a Madrid en el verano de 1932. No tuvo otra alternativa que emplearse como camarera en un salón de té, de donde extrajo argumentos para Tea Rooms. Mujeres obreras, considerado su mejor libro. En él Luisa Carnés retrata la vida cotidiana de las mujeres trabajadoras, sus dificultades para compartir la vida familiar y laboral, su baja cualificación, que las aboca a los empleos más duros y menos remunerados, siempre por debajo de los salarios de los hombres. Introduce, de paso, cuestiones de candente actualidad en los años treinta del pasado siglo: el matrimonio, el divorcio, la maternidad, el aborto, la educación…
Eran tiempos de efervescencia política y social. Carnés, militante comunista, utiliza sus obras para denunciar las injusticias y desigualdades que padecían las clases bajas de la sociedad y, de manera especial, las mujeres. Lo hace con un lenguaje sencillo pero pulcro, abocando siempre por la educación como mecanismo de emancipación. “Hay que dotar a la mujer de educación política, de la que hoy carece; cuando esta cultura la haya desligado de influencias, entonces el voto de la mujer tendrá un verdadero valor”, escribirá Luisa, muy identificada con la defensa del sufragio femenino por parte de Clara Campoamor, mujer de extracción humilde como ella. En 1934 la encontramos trabajando ya como periodista en la revista Estampa, de donde acaba de salir Josefina Carabias, quien será un modelo para ella. También escribió en Estampa, en As, donde fue una de las primeras mujeres en escribir sobre deportes, y en Ahora, a las órdenes de Manuel Chaves Nogales.
Simultáneamente, como miembro del colectivo de mujeres intelectuales participará activamente en la defensa de la República. El 9 de febrero de 1936 asiste al homenaje que se rinde a Rafael Alberti y María Teresa León en el Café Nacional, cuando la pareja vuelve de Rusia. Carnés, tan distinta a las acomodadas e instruidas mujeres de la generación del 27, se encuentra con todo derecho entre las intelectuales que impulsan un homenaje a Clara Campoamor, a quien presenta como “una mujer que supo hacerse a sí misma, y que, más que ninguna, supo reclamar, ejercer y obtener sus derechos como ciudadana”. Al repasar la nómina de mujeres impulsoras de aquel homenaje estremece constatar el despilfarro de tanto ingenio, iniciativa y valores que se perdieron en el exilio, exterior o interior, como consecuencia del levantamiento militar: María Lejárraga, María de Maeztu, Matilde de la Torre, Consuelo Berges, Magda Donato, Matilde Huici, Elena Fortún, María Teresa León, la propia Luisa Carnés…
Durante la guerra civil Luisa seguirá trabajando como periodista y colaborará con los medios del Partido Comunista dejando patente en todos ellos su interés por las cuestiones relacionadas con la mujer. En su libro de memorias De Barcelona a la Bretaña francesa relatará las vicisitudes de la huida al exilio en los primeros meses de 1939. En mayo de ese año Carnés embacará en el barco holandés Veendam con destino a México, país que le concedió la nacionalidad dos años después. Le acompaña solo su hijo. Ramón Puyol ha quedado en España. Al término de la guerra será detenido y condenado a muerte, pena luego conmutada por trabajos forzados en la restauración de los frescos de El Escorial y el Palacio Real de Madrid.

En México Luisa seguirá escribiendo, primero, una biografía de Rosalía de Castro que se publicará en 1945; luego, una novela, Juan Caballero, donde relata las acciones de la guerrilla republicana en la retaguardia del ejército franquista. Otras obras de esa época permanecen inéditas: La camisa y la virgen y Olor de santidad. Escribió también una treintena de cuentos y tres obras dramáticas: Cumpleaños, Los bancos del Prado y Los vendedores de miedo. Antonio Plaza, estudioso de la obra de Carnés, identifica las claves en torno a las que gira la obra de la escritora: el sentido social, la mujer como referencia, la atención a la infancia, la defensa de la legalidad republicana.

El 8 de marzo de 1964, cuando volvía a su casa después de haber pronunciado una conferencia sobre el Día de la Mujer, sufrió un accidente de automóvil, a consecuencia del cual murió. Sobre ella, como sobre tantas otras mujeres de aquella generación prodigiosa cayó una losa de olvido. Solo muy recientemente, en 2014, la Editorial Renacimiento publicó sus memorias De Barcelona a Bretaña y en 2017, la editorial Hoja de Lata ha reeditado algunas de sus obras: Rosalía, Tea rooms, Trece cuentos (1931-1963). También el Ayuntamiento de Madrid ha colocado una placa con su nombre en la fachada del número 31 de la calle Lope de Vega, donde nació Luisa Carnés. Iniciativas con las que, aunque tardíamente, se recupera la memoria de una mujer combativa y consecuente.
Obras: Peregrinos del camino, Natacha, Tea rooms (Mujeres obreras), Juan Caballero, La camisa y la virgen y Olor de santidad. De Barcelona a la Bretaña francesa (memorias). Biografía de Rosalía de Castro. Obras de teatro: Cumpleaños, Los bancos del Prado y Los vendedores de miedo. Más de medio centenar de cuentos.
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