Leonor Plantagenet (Donfront, 13 de octubre de 1160-Burgos, 31 de octubre de 1214), la hija de Leonor de Aquitania que vino a casar con Alfonso VIII, fue una reina que sabía lo que es mandar. No se limitó a ejercer de consorte, utilizó sus bienes privativos para desarrollar su propio proyecto de mecenazgo. Fue una figura de primer orden que tejió acuerdos con otros reinos de Europa y contribuyó a hacer de Castilla el reino más importante de la península ibérica. Se puede afirmar que el joven Alfonso hizo una buena boda.
En 1169 la Curia de Burgos declaró la mayoría de edad de Alfonso, seguidamente comisionó a dos ricos hombres y dos obispos para pedir al rey inglés la mano de su hija. Será el único monarca peninsular entre sus contemporáneos en casar con princesa ajena a estos reinos. La novia era hija de Enrique II de Inglaterra, estaba emparentada, pues, con los Plantagenet y el ducado de Aquitania. Fue hermana de los reyes Ricardo Corazón de León y Juan Sin Tierra.
“Leonor, la hija de Enrique, rey de Inglaterra, fue conducida a España, y desposada con gran pompa con el emperador Alfonso: su reino consistía en aquella parte de España llamada Castilla, cuya metrópolis es Toledo. Este soberano todavía no alcanzaba su quinceavo año; y en razón de su juventud fue asaltado por dos príncipes, Fernando de Galicia, el hermano de su padre, y el hermano de su madre, Alfonso de Navarra”, escribió Roberto de Torigni, padrino de bautismo de la novia y abad de Mont Saint-Michel.

Leonor tenía diez años cuando llegó a Tarazona para contraer matrimonio con aquel adolescente que había quedado huérfano de padre a los tres años y había pasado la vida -y no pocas peripecias- bajo el poder de dos de las grandes familias del reino, los Castro y los Lara. La novia reunía todos los requisitos que cabía exigir a una princesa: belleza, linaje, educación y riqueza. En efecto, parece que la criatura era hermosa, había sido educada a imagen y semejanza de su madre y espléndidamente dotada con el ducado de Aquitania, al que el novio añadiría unos bienes de arras no menos generosos: castillos -de Castrojeriz, Amaya, Monzón de Campos, Saldaña, y un largo etcétera- derechos y rentas en puertos y ciudades -Burgos, Carrión de los Condes, Nájera, Peñafiel…- y, algo que demostraba la fe que tenía en su futuro común: la mitad de los territorios que conquistase a los árabes desde el momento mismo de la boda.
Por añadidura, Leonor era inteligente y dotada para el acuerdo y la concordia, como tendría ocasión de demostrar. Además y sobre todo, disponía de sus propios bienes. Este es un factor a tener muy en cuenta pues demuestra que solo cuando son dueñas y disponen de sus propios bienes las mujeres pueden desarrollar sus proyectos.
La joven no llegaba sola a su nuevo reino, le acompañaba una cohorte de trovadores y hombres sabios que harían de la corte castellana un foco cultural, merced al mecenazgo de Leonor mientras Alfonso se aplicaba a guerrear con los árabes. En 1183, seis años después de que las tropas reales conquistaran Cuenca, sobre el solar de la antigua mezquita la reina mandó construir la catedral bajo la advocación de Santa María y San Julián. “Por el favor de Dios y por su propia virtud, este Alfonso se ha casado con Leonor, mi queridísima señora e hija bautismal, la hija del rey de Inglaterra, cuyo consejo y asistencia tuvieron muchos resultados buenos”, escribiría el abad Roberto de Torigni.
No era esa su primera iniciativa. Ya en 1179 Leonor había donado a la catedral de Toledo un altar (hoy desaparecido) en honor de Tomás Becket, arzobispo de Canterbury, defensor de los derechos de la jerarquía católica, que había sido asesinado en 1170 y canonizado tres años después. Aunque por entonces Toledo era tenida como la capital del reino, Leonor se decantó enseguida por Burgos y dejó en ella marcas indelebles que aún permanecen: el Real Monasterio de Santa María de las Huelgas y el Hospital de la Reina, luego rebautizado como del Rey.
El monasterio se fundó en 1187 con monjas procedentes del Monasterio de Tulebras (Navarra) y enseguida se convirtió en cabeza de los cenobios cistercienses femeninos en la península. La fundación obedece a un plan minuciosamente previsto por los reyes para demostrar su poder, para servir de recogimiento de la familia real y de panteón real donde la dinastía pudiera ser reconocida en los siglos venideros. Yo, Alfonso, por la gracia de Dios rey de Castilla y de Toledo, y mi mujer, la reina Leonor…, reza la carta fundacional. Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo, historiador y canciller del rey, escribirá más tarde que la construcción y los beneficios otorgados al monasterio lo fueron a instancias de la reina, extremos que reiterará la Crónica de Veinte Reyes y la Primera Crónica General y el propio Alfonso admitirá en su testamento de 1204. Se sabe que las obras fueron dirigidas por el maestro Ricardo, un inglés que fue generosamente recompensado por su labor.
El cenobio cisterciense de Santa María de las Huelgas pretendía constituir un señorío monástico donde las infantas y mujeres de la nobleza pudieran seguir su carrera eclesiástica o retirarse. Además colocaba el panteón real bajo la vigilancia y cuidado de las monjas, siguiendo el modelo del monasterio de Fontevraud, donde fueron enterrados los padres y el hermano de la reina Leonor, Enrique II, Leonor de Aquitania y Ricardo Corazón de León. Las primeras abadesas fueron las infantas doña Misol y doña Constanza, esta hija de los reyes fundadores.
Junto al monasterio los reyes levantaron un palacio para su residencia habitual y, próximo a ambos, se construyó un hospital de peregrinos dependiente de la abadesa de las Huelgas. Ubicado junto al Camino de Santiago, su fundación data de 1209. Algunos documentos señalan el protagonismo directo de Leonor en esta iniciativa, con la permuta de bienes propios que la reina efectúa a favor del hospital en los años 1211 y 1214. De hecho, en los primeros años era conocido como Hospital de la Reina y solo a partir de 1225, reinando ya su nieto Fernando III, empieza a conocerse como del Rey. Cabe añadir, por otra parte, que Alfonso andaba por esos años enfrascado en sus guerras contra los almohades -derrotado en Alarcos en 1195, victorioso en las Navas de Tolosa en 1212-.
Tanto el monasterio como el hospital fueron espléndidamente dotados convirtiéndose pronto en referencia en sus respectivos ámbitos. La abadesa de las Huelgas, que dependía directamente del papado, fue una mujer con más poder material y jurídico que la mayoría de prelados de su tiempo. Poseía villas, tierras, molinos, derechos sobre portazgos y exenciones fiscales y su propio fuero, nombraba acaldes y designaba a los sacerdotes que estaban bajo sus órdenes, estatus que se mantuvo hasta el siglo XIX. En cuanto al hospital, los peregrinos recibían albergue a cualquier hora del día y de la noche, donde se les proporcionaba ropa, buen lecho y mejor comida.
Leonor Plantagenet creó una auténtica corte en Burgos, que pasó de civitas regia vocata a la caput Castellae. La documentación existente habla de un numeroso séquito, curiales, mujeres de cámara, cancilleres, mayordomos, escribanos, capellanes y despenseros, una auténtica Casa de la reina al servicio de Leonor. Se hizo rodear de trovadores, músicos, maestros, constructores, pintores e iluminadores, todos ellos bajo su mecenazgo, que hicieron de la corte el centro cultural y de poder peninsular y continental, donde ella brillaba como reina absoluta. Tú, señora, noble y gentil reina, emperatriz, no creas que me abstengo de amarte; por el contrario digo abiertamente que soy tu hombre, abiertamente y con abandono, le cantará el trovador Guillem de Bergued, mientras el incipiente castellano se consolida como lengua del reino, como vendrá a demostrar el Cantar de mío Cid (alrededor de 1200).
Entre 1180 y 1204 los reyes tuvieron al menos diez hijos, en cuya educación se implicó directamente Leonor, como lo hizo en la negociación de sus matrimonios. Berenguela fue la primogénita y quien acabó reinando tras la muerte de los hijos varones, primero Fernando y luego Enrique, quien sucedió a su padre. La prudencia y sagacidad de la reina aconsejó que Berenguela casara en 1197 con el rey de León, tradicionalmente enfrentado al de Castilla, y aunque el papa acabaría anulando el matrimonio por consanguinidad de la pareja, se logró la paz entre ambos reinos y en su sucesor, Fernando III, se produciría la unión definitiva. Leonor utilizó a sus hijas para tejer alianzas con los reinos peninsulares y con Francia. En el 1200 Blanca casó con Luis, heredero francés; en 1208 Urraca casó con Alfonso II de Portugal y en 1221, Leonor con Jaime I de Aragón.
Alfonso VIII murió el 6 de octubre de 1214 dejando a Leonor como regente, pero la reina solo le sobreviviría unas semanas, falleció el 31 del mismo mes. “Fueron tan finos amantes, que no se separaron en la vida, en la muerte, ni en el sepulcro”, escribiría siglos después el padre Flórez, desechando la leyenda que atribuía a Alfonso amores con una mujer judía llamada Raquel. Distintos autores españoles y extranjeros, incluido Lope de Vega, escribieron sobre esta historia, cuya veracidad parece cuestionada.

Leonor y Alfonso fueron sepultados en el Monasterio de las Huelgas donde ya habían sido depositados los cuerpos de cuatro de sus hijos muertos de corta edad y el del infante Fernando. Actualmente ocupan lugar destacado en la nave central de la iglesia. El sepulcro de Alfonso se identifica en el castillo de tres torres que representará al reino, el de Leonor, en los tres leones coronados de los Plantagenet. Hasta el siglo XVI habría de recibir los restos de otros miembros de la familia real, sañudamente expoliados durante la francesada que siguió a 1808.
El Hospital del Rey -olvidada definitivamente la alusión a la reina- era poco más que una ruina cuando en las últimas décadas del siglo XX pasó a formar parte del complejo universitario burgalés. El Monasterio de las Huelgas sigue ocupado por una comunidad de monjas cistercienses de clausura. El Panteón Real recibe cada año a miles de visitantes. La memoria de la reina Leonor, en cambio, permanece entre brumas, como la de tantas otras mujeres, no solo en el relato de la historia de España y de Castilla, incluso en la ciudad de Burgos, que tanto le debe.
Fuentes:
Fotos: Wikipedia
De la reina Leonor, Miniatura perteneciente al »Tumbo menor de Castilla», que se encuentra en el Archivo Histórico Nacional de Madrid
Del sepulcro: Autor Javi Guerra Hernando