Estos días previos a la elaboración de candidaturas electorales Leonisa Ull anuncia su retirada. A muchos de quienes leen estas líneas el nombre les dirá poco o nada, lo traigo porque representa a una generación de mujeres profesionales -lo suyo fue la docencia- que abrieron nuevos pasos con la fuerza y el empuje de una apisonadora, caminos imposibles, cegados por la dictadura o nunca transitados.
Ellas vivieron los años duros de la posguerra, muchas en familias represaliadas. Es el caso de Leonisa, su padre fue un médico socialista empeñado durante la República en acercar la sanidad a la población más desprotegida, en crear redes asistenciales y hospitales modernos para esa población. La dictadura le condenó al ostracismo. Fueron años duros y amargos para él y para su familia, la esposa y tres hijos, dos chicos y una chica. Los tres hicieron suya la ideología paterna.
Así que cuando se recuperó la democracia los tres se afiliaron al PSOE. En ese partido Leonisa ha sido de todo: en 1982 fue elegida secretaria general de la organización local, cargo en el que permaneció durante años, miembro de los comités provincial, regional y federal. En las candidaturas socialistas fue elegida concejala, alcaldesa, diputada provincial y procuradora. No lo tuvo fácil, nunca suele serlo llegar al puesto de mando, mucho menos si eres mujer. En España no había costumbre de ver a una mujer gestionando la política. Cosas que en los hombres se consideran virtudes, dotes de liderazgo, en las mujeres son vicios, ambición desmedida, manipulación, ganas de mangonear, en suma.
Recuerdo una reunión en el comité provincial del PSOE de Burgos poco después de que el partido hubiera aprobado la paridad de las listas. ¿Por qué vamos a tener que incluir a las mujeres solo por serlo?, se preguntaban algunos. Uno de ellos formuló la pregunta con toda crudeza. ¿Voy a tener que ponerme tetas para poder ir en las listas? Muchos creían en la virilidad como derecho divino, pocos se cuestionaron en virtud de qué parte de su cuerpo habían sido incluidos en las candidaturas hasta entonces. Así estaban las cosas, en la izquierda, quiero decir. En la derecha la igualdad ni sonaba.
Leonisa tenía en su contra, además, dos características que casaban mal con el estereotipo progresista: era guapa y elegante, nada de chaquetas de pana, menos aún de veraneo con el pañuelo de nudos a la cabeza, como por entonces exhortaba Alfonso Guerra. La derecha garbancera la odiaba profunda y enconadamente y la izquierda divina la miraba con suspicacia.

En 1983 resultó elegida alcaldesa de Aranda en minoría, con el apoyo de IU, encabezado entonces por un personaje singular: Juan Francisco Bonilla, registrador de la propiedad, rico por su casa, intelectual, mecenas con ínfulas de Medicis mesetario. Quiso presidir la comisión de Cultura y no lo consiguió. Realmente, quiso ser el alcalde en la sombra, lo que era no conocer a Leonisa. Treinta y nueve días duró en el cargo la primera alcaldesa de Aranda. Fue descabalgada por una sentencia judicial que observaba defectos de forma en su elección.
Volvió a ser elegida en 1991. Seguía siendo la primera regidora en Aranda. Aprovechó su mandato para desbrozar el terreno. Elaboró el primer Plan de Igualdad de Oportunidades, creó el Servicio de Ayuda a Domicilio a personas mayores o el Centro de Asesoramiento de la Mujer, puso en marcha la Escuela Oficial de Idiomas y organizó certámenes y fiestas del vino, para afianzar el valor añadido de la primera riqueza comarcal.
Constituyó una asociación de mujeres que lleva el nombre de otra ribereña: Rosa de Lima Manzano, también una de personas mayores, organizó colonias de verano para niños saharauis, y aprovechó la afición de la localidad a la música para crear la banda municipal de música con los miembros de las peñas. Fue ella quien celebró el primer matrimonio civil.
Decidida a abrir fronteras locales, en 1992 fue fundadora de la Asociación de Municipios de la Ribera del Duero de España y Portugal, que un año después se ampliaría en la Agrupación Europea de Intereses económicos de los Municipios de la Ribera del Duero y desde la Alcaldía promovió los hermanamientos entre Aranda y otras poblaciones europeas como mecanismo para favorecer el conocimiento de otras culturas y otras lenguas.
Ha sido casi todo: presidenta de Cruz Roja local, de la Federación de Mujeres Progresistas de Castilla y León, delegada de los poderes locales en el Parlamento Europeo de Estrasburgo en representación de la Federación Española de Municipios y Provincias. Ella lo explica con el argumento de que pudo hacer tanto porque estaba todo por hacer. Lo cual es cierto, estaba todo por hacer hasta que llegaron las pioneras y lo hicieron.
Esas pioneras del feminismo se retiran de la vida pública en un momento alentador, cuando una generación de mujeres más autónomas enarbola la bandera del feminismo para construir un mundo más justo e igualitario. Leonisa, y con ella las mujeres que abrieron tantos caminos hasta entonces vedados a las mujeres, se retira con los deberes bien hechos.