El castillo o palacio de los Sforza en Milán tiene entre sus atractivos un pequeño museo con unas pocas piezas, algunas muy interesantes, con la característica común de que la mayoría de ellas remiten a la mayor gloria de los hombres que en el pasado firmaron las actas de la historia. Salvo las imágenes de vírgenes o santas, el resto se conjugan en masculino, con sus correspondientes nombres y apellidos. Cerca del final del recorrido aparece un busto de mujer -oh, prodigio-. Una escultura de Cristoforo Lombardi, de la primera mitad del siglo XV. ¿Quién es ella?, me pregunto. La mora, reza el cartel identificador. El eterno anonimato femenino.
La mora
