La bella Ángela pasaba por ser una de las mujeres más hermosas de la comarca. Se llamaba realmente Marie Angélique y era hija de Ives Cannevet, propietario de un café de Pont Aven, donde Gauguin pasaba el verano de 1889. Como se sintió bien tratado, en agradecimiento, el pintor quiso obsequiarla con un retrato en el que se esmeró particularmente pero al entregárselo la hermosa Ángela no se encontró muy favorecida. ¡Qué horror!, dijo. Gauguin se quedó tristísimo porque él estaba convencido de que nunca había hecho un retrato mejor que aquel.
Theo van Gogh, que era marchante de Gauguin apreció la obra, su frescura y aire rústico, pero le pareció que la mujer era «un poco como una ternera«. Como la familia de Ángela no quiso comprarlo, en 1891 el cuadro fue adquirido en subasta por Edgar Degas en 450 francos. En 1918 lo compró Ambroise Vollard, quien en 1927 lo cedió al Estado francés. Cuelga en el museo D’Orsay.
Marie Angélique acabó casándose con Fréderic-Joseph Satre, alcalde de Pont Aven. Hoy, una calle del pueblo lleva el nombre de La bella Ángela.