Juana de Vega y Martínez (La Coruña, 7 de marzo de 1805-22 de junio de 1872) es una mujer absolutamente desconocida, como tantas miles de mujeres que dedicaron su vida a construir una sociedad mejor y, mientras llevaban a cabo sus propios proyectos, ayudaron a sus compañeros para que estos pudieran acometer las hazañas por las que, ellos sí, pasarían a la historia.
Nacida en una familia pudiente e ilustrada, el padre, Juan Antonio de Vega, de origen humilde, había hecho fortuna en Cuba, proporcionó a su hija una buena formación y le inculcó el gusto por la lectura y una convicción política progresista. De su madre, Josefa Martínez, aprendió la discreción y el afán de ayudar a los menos favorecidos.
Con 16 años, en 1821 se casa con una gloria nacional, el general Espoz y Mina, militar español con quien comparte la ideología liberal. Apenas iniciada la convivencia, el marido es enviado a combatir en Cataluña; en 1823, Fernado VII vuelve al absolutismo con el apoyo del ejército francés -los cien mil hijos de San Luis- y Espoz y Mina se exilia en Londres. Juana y su padre se reunirán con él dos años después, allí permanecerán diez años, con largas estancias en Francia para reunirse con otros liberales que tratan de restaurar la Constitución de 1812. El dominio de Juana del idioma francés será de gran utilidad al general.
La amnistía decretaba por la regente María Cristina, viuda de Fernando VII, permitió a la pareja volver a España. Espoz y Mina recuperó su graduación militar y fue nombrado virrey de Navarra, donde fue derrotado por el general carlista Zumalacárregui, y luego, capitán general de Cataluña. Murió en Barcelona en 1836. El gobierno concede a su viuda el título de condesa de Espoz y Mina. Juana vuelve a La Coruña llevando con ella el cadáver embalsamado de su marido difunto, que deposita en un oratorio de la casa familiar. En 1838 funda la Asociación de Señoras con el objetivo de cuidar de los niños abandonados y asistir a los enfermos del Hospital de la Caridad.
En 1840, coincidiendo con la regencia liberal del general Espartero, se encomienda a la condesa el cuidado y educación de la reina Isabel II y de su hermana, la infanta Luisa Fernanda, como aya y camarera mayor de palacio, cargos que solían ser desempeñados por mujeres de la alta nobleza, lo que genera algunas tensiones. Juana, considerada demasiado moderna para aya de la reina, relatará en sus memorias su experiencia sobre este periodo en palacio.
Cuando Isabel es declarada mayor de edad, Juana vuelve a La Coruña. Es una mujer aún joven y rica, pues ha heredado la fortuna de sus padres, fallecidos ambos, que en adelante se dedicará a la gestión de su patrimonio industrial y comercial, a promover sus ideales políticos, al mecenazgo cultural y a redactar las memorias del marido. Sus salones son cita obligada de la sociedad liberal coruñesa, centro de la causa progresista, lo que le ocasionará algunos problemas con los gobiernos conservadores.
Las Memorias del general don Francisco Espoz y Mina fueron escritas en respuesta a los ataques que los absolutistas dirigieron al militar difunto, para ello utilizó sus propias notas y las del general, plasmadas en cinco volúmenes que se publicaron en 1852. Las memorias de Juana tendrían que esperar a 2006 para ser publicadas.
En ese mismo año Juana descubre al niño de siete años Pablo de Sarasate, entonces estudiante de violín y se convierte en su protectora, concediéndole una pensión para que pueda seguir sus estudios en Madrid. El violinista dedicará a su mecenas su primera obra.
Durante la epidemia de cólera que vivió La Coruña en los años 1853 y 1854, a través de la Asociación de Señoras, Juana se hizo cargo de la dirección y del mantenimiento del hospital habilitado para el cuidado de los enfermos y del nuevo hospicio, incluso con riesgo de su vida. En reconocimiento de esta labor se le propuso la concesión del título de duquesa de la Caridad, que ella rehusó al tiempo que rechazaba que el ayuntamiento levantara una estatua suya, proponiendo que esos recursos se dedicaran a dar pan y trabajo a los necesitados.
Apoyó igualmente los Juegos Florales de La Coruña de 1861, considerados el origen del Rexurdimento, movimiento que promovía la recuperación literaria de la lengua gallega, en la que destacaría Rosalía de Castro, quien en 1863 publica Cantares Gallegos.
Por entonces coincide en La Coruña otra mujer excepcional, Concepción Arenal, que había sido nombrada visitadora de prisiones, preocupada, como Juana, por la protección a los desfavorecidos. Ambas se unen en sus iniciativas ante los gobiernos: piden el indulto de dos protestantes encarcelados por motivos religiosos, coinciden también en la petición de indulto para los condenados a muerte y en la protesta por la supresión, finalmente revocada, de las Conferencias de San Vicente de Paúl, institución en la que Arenal estaba muy involucrada. Cuando Arenal sea destituida del cargo de visitadora de prisiones por sus críticas a la corrupción y violencia ejercida por los cabos de vara, se repondrá en la quinta que Juana poseía en San Pedro de Nós. Concepción dedica a su amiga su obra “La beneficencia, la filantropía y la caridad”.
Otra de las iniciativas de la condesa fue la construcción de un moderno hospital psiquiátrico en Conxo (Santiago de Compostela), proyecto al que dedicó siete años y que se levantaría después de su muerte. Impulsó y presidió la delegación local de Cruz Roja, de la que nombrada socia de mérito por la Asamblea Internacional.
Sus obras no solo se conjugan en pretérito. De la Vega legó la totalidad de sus bienes a una fundación que debía crear una escuela de agricultura para formar a los agricultores de la provincia de La Coruña. La Fundación Juana de Vega sigue en activo desarrollando iniciativas relacionadas con la formación e investigación en el sector agroalimentario, con el paisaje y el territorio. Desde 2005 participa junto con la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Santiago de Compostela en la cátedra Juana de Vega para promover el conocimiento de la vida y obra de esta mujer tan interesante como desconocida.
Juana de Vega murió el 22 de junio de 1872 y fue enterrada en el cementerio de San Amaro de su ciudad, en un nicho junto a los restos de sus padres y el corazón de su marido, cuyos restos descansan en el claustro de la catedral de Pamplona, su ciudad natal. “Aquí yacen los restos mortales de D. Juan Antonio de la Vega, Dª Josefa Martínez y Dª Juana de la Vega y Martínez, viuda del General D. Francisco Espoz y Mina, cuyo corazón se halla aquí”, reza la lápida, demostrando por enésima vez que, por muchos méritos que hayan hecho en vida, las mujeres siguen siendo observadas en función de los hombres que fueron sus compañeros, a cuya gloria contribuyeron.
Fuentes: https://juanadevega.org/es/fundacion/historia/biografia/ https://escritoras.com/escritoras/Juana-de-Vega
Foto: Fundación Juana de Vega
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De nuevo gracias, Mery, por la tarea que estás realizando para rescatar del olvido la historia de tantas mujeres sin las que nuestra historia habría sido muy distinta, aunque luego su recuerdo fuera silenciado. Me parece muy interesante la historia de Juana de Vega. He escrito un libro para niños, El secreto de Caaveiro, que habla de los exiliados liberales que se refugiaron de la represión de Fernando VII en Londres en el barrio de Somerstown. Me gustaría saber qué editorial ha publicado las memorias de Juana. Un saludo
Gracias, María Antonia, realmente estoy disfrutando mucho con estos descubrimientos.
He encontrado la biografía en la web de la Fundación Juana de Vega: (https://juanadevega.org/es/publicaciones/memorias/)
Tiene información interesante.
Un abrazo.