Las mujeres pasiegas tenían fama de buenas amas de cría. Eran fuertes y rollizas, con abundante leche para criar a hijos de familias pudientes, cuyas madres no pudieran o no quisieran lactar a sus hijos. Esas eran las únicas cualidades que se reclamaban de ella. Llama la atención que en este caso el pintor Federico Pereda y Gil Machón pusiera el acento en la acción de la joven pasiega, que cuando menos sabía escribir (1886).

El lienzo descansa en el Museo de Burgos.