Josefina Romo Arregui (Madrid, 1909-3 de diciembre de 1979) es una poeta de la Generación del 27, una mujer brillante y polifacética. Se licenció en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid (1944), donde se doctoró con premio extraordinario y fue docente entre 1947 y 1952. En 1958 se fue de España. Es tan reconocida y premiada internacionalmente como desconocida e ignorada en su propia país.
Desde muy joven participó de la ebullición literaria y cultural que se vivía en España en las primeras décadas del siglo XX; publicó La peregrinación inmóvil (1932), un breve poemario que le vale buenas críticas y la atención de la prensa que la considera un valor de futuro de la poesía hispana. En los años siguientes escribió Romancero triste (1935) y Acuarelas (1936).
La guerra supone una ruptura en la vida de Josefina que afecta a sus estudios y a su producción literaria. Al término de la contienda escribe Poemas al aguafuerte (1940), edición no venal ilustrada por Eduardo Navarro. Una década después publica Cántico de María Sola (1950), seudónimo, el de María Sola, que utilizó por aquel tiempo. Con Ángel Argumosa fundó la revista de poesía Alma, publicación de vida breve en los años 1949-1950.
Además de escribir, obtiene por oposición la plaza de catedrática adjunta de Historia de la Lengua y Literatura Españolas de la Universidad Central de Madrid. Entre sus alumnos se encuentran Carlos Bousoño, Germán Bleiberg, Concha Zardoya y Fernando Lázaro Carreter. Desde 1950 se ocupa también del negocio familiar, La Librería Internacional de Romo. Como editora publica hermosos libros de la colección Poesía para Biblióficos; en este capítulo se incluye la primera edición de Honda memoria de mí, de Carmen Conde, y obras de Alfonsa de la Torre, Diana Ramírez de Arellano o Clemencia Laborda.
Fue miembro del Centro de Estudios sobre Lope de Vega y secretaria de Cuadernos de Literatura Contemporánea (1942-1952), en los que publicó ensayos, reseñas y estudios bibliográficos. En 1952 fue becada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas para viajar a Estados Unidos, donde estudió sobre literatura norteamericana.
Ni su capacidad de trabajo ni la brillantez del mismo fueron suficientes para permitirle acceder a la cátedra, una aspiración que parecía vedada a las mujeres por valiosas que fueran. Cansada de los obstáculos que la Universidad española oponía al trabajo de las mujeres, mal pagada y poco considerada, en 1958 se asentó definitivamente en Estados Unidos. Allí ejerció la docencia como catedrática en las Universidades de Nueva York y Connecticut, fue miembro de la Hispanic Society y presidenta de honor del Ateneo Puertorriqueño de Nueva York, tenida como una intelectual de primer orden.
Nunca abandonó la poesía; antes de su marcha definitiva había publicado Isla sin tierra (1955), a la que seguirían, ya en Estados Unidos, Elegías desde la orilla del triunfo (1964), Poemas de América (1968) y Autoantología (1968). Una selección de sus poemas se incluyen en la Poesía femenina española viviente (1954), antología de Carmen Conde, y en Poesía contemporánea en lengua española (1961), la antología de Ramírez de Arellano.
Es autora también de estudios de temas diversos: De la siringa de Teócrito al fauno de Mallarmé, Influencias y plagios: dos poetas franceses ante un idilio de Teócrito, Cuentistas españoles de hoy (1944), Vida, poesía y estilo de D. Gaspar Núñez de Arce (1946), Ismos y seísmos de la poesía francesa contemporánea, Poetas románticos desconocidos: Concepción de Estevarena, 1854-1876, que será su última obra (1979).

Siempre mantuvo el vínculo con su país de origen, cada verano volvía para disfrutar de sus amigos y atender a su librería, pero, mientras que en el exterior su figura de hispanista era reconocida y premiada, en España seguía siendo ignorada. Volvió enferma, a morir en su tierra. Y en el Madrid que había nacido murió el 3 de diciembre de 1979. Está enterrada en el cementerio de Villanueva del Pardillo (Madrid). En su casa de la calle Arrieta, 14 de Madrid, la Casa de Puerto Rico de Madrid y el Ateneo Puertorriqueño de Nueva York instalaron una placa evocando su memoria. La Casa de Puerto Rico creó asimismo unas becas que llevan su nombre para estudios de literatura del Siglo de Oro. En Nueva York se constituyó la Fundación Josefina Romo Arregui Memorial, Inc. para estudios de ámbito puertorriqueño, dirigida por Diana Ramírez de Arellano.
Sheila Blanco, cantante y compositora, ha grabado un disco dedicado a esas mujeres que formaron parte de una extraordinaria -por la calidad y por la abundancia- generación de poetas de la que apenas se recuerda a la mitad formada por ellos, los hombres. Cantando a las poetas del 27 habla de ellas, las olvidadas. El que sigue es el poema Pétalos, elegido por la compositora en memoria de Josefina Romo Arregui.
Quiero besarte la risa / y sus notas cristalinas; / colgándome de los labios / parecerán campanillas; / quiero besarte la luz / que brota de tus pupilas. / ¿Cómo será fría o cálida? / ¿Lo mismo que cuando miras? / Sueño mi beso estuviera / lejos del radio en que gira / lo que es, pues yo quisiera / bajo la noche tranquila / besarte lo que ninguno / hasta hoy te besaría.
Fuentes: Mujeres escritoras de la preguerra. Tesis doctoral de Juana Coronada Gómez González, 2019. Real Academia de la Historia. Cantando a las poetas del 27. Sheila Blanco. Foto de cabeza del mismo disco.
Hola, Mery, gracias por citar mi tesis y por haberla consultado. Un abrazo.
Me ha parecido un trabajo extraordinario, tengo intención de seguir consultándola. Muchas gracias.