Josefina Carabias (Arenas de San Pedro, Ávila, 19 de julio de 1908-Madrid, 20 de septiembre de 1980) contribuyó a abrir a las mujeres el camino de una profesión que parecía reservada a los hombres, el periodismo. Fue la primera mujer contratada como redactora y a lo largo de su vida tocó todos los palos de la profesión: fue reportera, corresponsal, locutora, y, aunque también era abogada y escribió bastantes libros, siempre se consideró y fue considerada una periodista. Gozó de justa fama y prestigio.
No lo tuvo fácil, sin embargo, y ya desde niña tuvo que superar la oposición de su propia familia, agricultores y ganaderos acomodados, muy vinculados a la tierra -su abuelo había sido alcalde del pueblo-, que no entendían el empeño en estudiar de su hija, la segunda de siete hermanos. Preparó el bachillerato por sí misma y se trasladó a Madrid, donde en 1930 se licenció en Derecho, viviendo en la Residencia de Estudiantes, dirigida por María de Maeztu. Era un Madrid moderno, en ebullición, donde las mujeres pugnaban por incorporarse a la vida social, cultural y política. Pepita -como era conocida- se hizo social del Ateneo,donde conoció y trató a Azaña, Maeztu, Prieto, Unamuno o Valle Inclán. Se cortó el pelo a lo garçon y ocasionalmente, acudía a bailar tangos y el charlestón.
Su primer trabajo periodístico fue una entrevista a Victoria Kent, entonces directora general de Prisiones. La presentó a Vicente Sánchez Ocaña, primo lejano suyo y director de la revista Estampa, quien le ofreció un puesto en la redacción y le ayudó toda la vida. Enseguida pasó a hacer crónicas parlamentarias, en un tiempo que el Parlamento era el centro de los cambios que se estaban produciendo, para los periódicos Ahora y La Voz, y colaboraciones en Unión Radio. Carabias era una periodista todoterreno, igual hacía entrevistas a los parlamentarios -como Victoria Kent- que reportajes sobre los temas más variados -el uso por las colectividades del campo de las tierras expropiadas a los latifundistas- o encuestas sobre el voto femenino.
Como escribió Inés García-Albi en Nosotras que contamos, “Josefina fue el símbolo de una sociedad que estaba cambiando, donde la mujer adquiría protagonismo e iba tomando posiciones muy lentamente”. Bien es verdad que en aquellos años de tanta modernidad, con la Constitución recién estrenada, necesitó la preceptiva autorización de su padre cuando pretendió obtener el pasaporte para viajar a Marruecos, donde fue enviada por el periódico.
En ese tiempo se casó con José Rico-Godoy, socialista y republicano -uno de los sublevados en Jaca-, con quien huyó a Francia después del levantamiento militar de 1936. Sus recuerdos de este tiempo los plasmará en el libro Los alemanes en Francia vistos por una española, que se publicará en 1945 y será reeditado en 1989 por el Instituto de la Mujer. En 1939 nació su hija Carmen, que habría de ser también periodista. Poco después, la familia vuelve a España donde Rico-Godoy fue detenido. El Tribunal de Masonería y Comunismo le condenará a doce años de cárcel, pero saldrá en 1944.
Al llegar a España, cuando acudió a solicitar el permiso de residencia, tratando de pasar inadvertida escribió de profesión: sus labores; el funcionario, al comprobar su identidad, le mandó tacharlo y escribir periodista. A pesar de ello, Josefina entró a trabajar como secretaria en el periódico Informaciones si bien su tarea era de redactora, firmando sus trabajos con el seudónimo de Carmen Moreno, aunque era bien conocida su identidad. Así continuó hasta que en 1951 ganó el premio Luca de Tena por un artículo publicado sin firma: El Congreso se divierte. Juan Aparicio, director general de Prensa, le permitió recuperar su identidad real. Entretanto, en 1945 dio a luz a su segunda hija, Mercedes, que sería la primera mujer embajadora en el cuerpo diplomático español. Para entonces era ya una periodista muy acreditada profesionalmente y muy popular. En 1950 publica una pieza teatral: Sucedió como en el cine, y una recopilación de sus artículos semanales sobre el fútbol publicados en Informaciones: La mujer en el fútbol; en 1952, El maestro Guerrero fue así, biografía del músico Jacinto Guerrero, y una biografía de Cervantes dirigida a los jóvenes: Miguel de Cervantes, el autor del más famoso de los libros. También para el público juvenil escribió en 1954 Santa Teresa de Jesús, la más risueña de las santas.
La familia se trasladó a Estados Unidos cuando en 1954 Josefina fue enviada como corresponsal a Washington. Carabias pidió un salario de mil dólares, petición que se consideró desmesurada pero, finalmente, se creó un consorcio de periódicos formado por Informaciones, el Noticiario Universal de Barcelona y La Gaceta del Norte de Bilbao y entre los tres periódicos sostenían la corresponsalía. Carabias pretendió inscribirse en el Club Internacional de Prensa de la capital federal pero no consiguió ser aceptada como socia, solo consiguió que la permitieran utilizar las instalaciones. De Washington, en 1959 pasó a París como corresponsal del diario Ya y La Gaceta del Norte. Sus artículos sobre la política y la vida francesa eran seguidos con gran interés. En 1967 vuelve a España y continúa en el periódico de la Editorial Católica como columnista. Durante tres años dirigió también la revista Ama.
En 1980 escribió sus recuerdos de cronista parlamentaria a través de la figura de Azaña, con un epílogo en el que Carabias imaginaba una conversación durante la transición con el político republicano: Los que le llamábamos don Manuel. En 1997 se publicó una selección de sus primeros trabajos y los artículos publicados durante la República: Crónicas de la República: Del optimismo de 1931 a las vísperas de la tragedia de 1936. En 1998 apareció una última recopilación de notas personales en las que Carabias hablaba de su relación con figuras destacadas de las primeras décadas del siglo XX: Como yo los he visto.
En el número 67 de la calle Zurbano de Madrid una placa recuerda el lugar donde vivió y murió Josefina Carabias. El 8 de marzo de 2018 el Congreso de los Diputados creaba un premio que lleva su nombre, con el que se quiere reconocer a los profesionales de la información que destaquen por su brillante narración del trabajo parlamentario o la defensa de los derechos y libertades desde el Congreso. En su primera edición la premiada ha sido Lucía Méndez.
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