Irene no es santo de mi devoción. Confieso que su tonillo de voz me pone un poco de los nervios. El tono y el argumentario, esa práctica común en todos los partidos de impartir doctrina para alimento espiritual de la clientela, de forma que oída una, oídas todas las intervenciones de los miembros del mismo partido. Loritos.
Su juventud hace disculpable la impertinencia que rezuman sus intervenciones, aunque a veces se pase en los modos de marisabidilla. Hoy, no. Hoy ha subido al estrado y ha pronunciado un discurso de parlamentaria de primer orden. Ella sola le ha marcado la censura a Rajoy y al PP, todo a la vez. Otra cosa es que la moción no vaya a servir para otra cosa que para afianzar al gobierno popular, pero eso no es del todo imputable a ella.
Irene Montero es joven, aun no ha cumplido los 30 años, pero, aparte de una formación universitaria, tiene una biografía cuajada en actividades políticas, actividades solidarias, comprometidas. Quiere decir que ha llegado donde está por méritos propios, no le debe a nadie el cargo. Sin embargo, tiene que soportar un día y otro que debe el puesto a su relación afectiva con el líder de Podemos, Pablo Iglesias.
Tristemente, algo hay de cierto en la acusación. Por muchos méritos que sean los suyos, los de ella y los de sus compañeras, en Podemos, como en la mayoría de partidos tradicionales, las mujeres llegan donde les permiten o las sitúan los hombres de la tribu. Irene y Las Irenes de los partidos, pueden trabajar tanto o más que sus pares masculinos pero ellos son los que deciden cuándo y dónde progresan. Carolina Bescansa o Tania Sánchez no son los únicos ejemplos aplicables al caso. Insisto, Irene es una gran parlamentaria y, probablemente, haría el mismo buen papel en otra posición política pero, aparte de que la votaron en Vistalegre 2, debe su posición a la complacencia y protección de Iglesias. Y eso es profundamente injusto para las mujeres que hacen política y para la propia Irene.
La relación que mantiene con Pablo le perjudica dentro y fuera, pero no oculta su propia valía, el discurso de ayer fué de bueno a magnífico con toques soberbios, y eso es mérito propio.
Nos falta sororidad y a ellos (los Pablos de los partidos) inteligencia social. En todo caso, un hito histórico de nuestro parlamentarismo y un paso adelante para todas las mujeres, porque llevó con ella el feminismo que otras y otros, niegan, olvidan o ningunean.