Todavía hoy las mujeres tienen grandes dificultades para alcanzar el poder pero en los años 60 y 70 del siglo XX pareció que el camino se había ensanchado. En 1960 Sirimavo Badaranaike fue elegida jefa de gobierno de Ceilán, convirtiéndose en la primera mujer en llegar al poder elegida en las urnas. En 1966, Indhira Gandhi resultó elegida primera ministra de la India; en 1969 Israel elegía por primera vez a una mujer para dirigir el gobierno: Golda Meir (Kiev, 3 de mayo, 1898- Jerusalén, el 8 de diciembre de 1978). Se trataba de un espejismo, apenas una brecha en el muro; en el siglo XXI el poder continúa siendo macho.
Golda Meir nació en Ucrania cuando el país formaba parte del imperio ruso, la séptima de los ocho hijos de una familia judía humilde. Cinco de sus hermanos mayores murieron en la infancia por enfermedades y hambre. Su padre, Moshé Mabovitch, era carpintero y emigró a los Estados Unidos en 1903, huyendo de la persecución que en esos años sufrían los asquenacis (judíos de la Europa central y oriental). Tres años después le seguiría el resto de la familia; las penalidades y sufrimientos padecidos en los primeros años de su vida marcarían para siempre a Golda, quien se propuso que ningún niño judío tuviera que pasar por lo que ella había sufrido.
En Milwaukee (Wisconsin) la madre abrió una tienda, que ocasionalmente era atendida por la pequeña Golda, de poco más de ocho años. Cuando tenía 14 años su madre pretendió que dejara de estudiar y se casara con un hombre mayor; ella huyó de casa y se fue a vivir con su hermana mayor a Denver (Colorado). Allí incorporaría a su formación conceptos como sindicalismo, sufragio femenino, sionismo o literatura e iniciaría una relación con un pintor, Morris Mayerson. Al año siguiente volvió a casa de sus padres y se matriculó en la Escuela Normal. Durante su época de estudiante se afilió al movimiento juvenil Obreros Sionistas, organizó manifestaciones en Milwaukee y se reunió con dirigentes sionistas como David Ben-Gurion, pero cuando quiso inscribirse en la Legión Judía de los Estados Unidos fue rechazada por ser mujer.
En 1917 se graduó como maestra y se casó con Mayerson, cuyo apellido hebraizó como Meir. Militantes ambos del movimiento sionista, que perseguía la creación de un Estado judío propio con una organización socialista, en 1921 el matrimonio se trasladó a Palestina, todavía bajo mandato británico, asentándose como colonos en el kibbutz de Mehavia. Permanecieron cuatro años dedicados a las duras labores agrícolas; Golda fue elegida representante sindical pero a Morris les disgustaba aquella vida y se resistió a tener hijos mientras vivieran en el campo.
Finalmente, se trasladaron primero a Tel Aviv y luego a Jerusalén; nacieron los dos hijos de la pareja: Menajem y Sara. En 1928 le ofrecieron a Golda la dirección del Consejo de Mujeres Trabajadoras, la rama femenina del Histadrud, el sindicato socialista. En 1934 fue elegida secretaria general, pasando a colaborar con Ben-Gurion, uno de los creadores del Estado de Israel. Volcó su propia experiencia en la actividad sindical y política preocupándose especialmente por los derechos de los trabajadores -con especial atención a las trabajadoras- y en la protección a los refugiados. En 1938 asistió como observadora judía de Palestina a la Conferencia de Evian, convocada por el presidente de los Estados Unidos, Roosevelt, para ayudar a los judíos que huían de las políticas antisemitas, y que concluyó con escasos resultados. El matrimonio había entrado en una crisis que sería irreversible; se separaron pero nunca se divorciaron. Morris murió en 1951.
Cuando terminó la segunda guerra mundial el movimiento sionista intensificó la presión para obtener la independencia de la colonia entonces británica y formar el Estado de Israel. Durante 1946 Golda ejerció como presidenta de la Agencia Judía de Palestina, especie de gobierno de los colonos judíos; negoció con los británicos el Plan de Partición de Palestina a la vez que con los grupos de resistencia judía armada. Cuando en 1947 los países árabes manifestaron su rechazo al acuerdo de Naciones Unidas por el que se aprobaba la creación de un estado judío y otro árabe, los dirigentes israelíes entendieron que se avecinaba una confrontación bélica y mandaron a Golda Meir a recaudar fondos entre los judíos norteamericanos para la compra de armas. Los cálculos más optimistas confiaban en conseguir ocho millones de dólares pero ella obtuvo 50 millones. Ben-Gurion declaró que ella fue “la mujer judía que consiguió el dinero que hizo posible la creación del Estado de Israel”. No fue su único servicio a la causa. Antes de la declaración de independencia se desplazó a Ammán vestida de mujer árabe para convencer al rey Abdullah I de Jordania (entonces Transjordania) de no intervenir en la guerra que se anunciaba. La gestión no obtuvo el resultado esperado pero expresa la decisión y el coraje de Golda. El 14 de mayo de 1948 fue una de las firmantes de la declaración de independencia israelí. Desde las primeras elecciones celebradas en 1949 hasta 1974 fue diputada en el parlamento -la Kneset- por el partido laborista.
Enseguida fue nombrada embajadora en la Unión Soviética, donde intentó que las autoridades facilitaran la emigración de la comunidad judía hacia Israel. Con la reticencia, cuando no la hostilidad de su propio partido, que consideraba demasiado arriesgado entregar a una mujer una cartera tan importante, en 1949 fue nombrada ministra de Trabajo y Seguridad Social, donde se reveló como una eficaz política. Creó la primera estructura del estado de bienestar israelí y consiguió integrar a la numerosa emigración que llegaba al nuevo país desde todas las partes del mundo. El llamado Plan Meier construyó más de 30.000 viviendas de una sola habitación y 200.000 apartamentos destinados a las familias emigradas.
Por indicaciones de Ben-Gurión, en 1955 presentó su candidatura a la alcaldía de Tel Aviv. Perdió por los dos votos del partido religioso que se negó a apoyar a una mujer. Entre 1956 y 1966 desempeñó la cartera de Asuntos Exteriores, donde volvió a demostrar su eficacia para conseguir el reconocimiento y el apoyo a Israel, especialmente por parte de los nuevos países resultantes de la descolonización en África. En 1965 y 1968 hizo amagos de retirada de la política activa debido a problemas de salud pero sus compañeros de partido le pidieron que permaneciera para aglutinar al Mapei, partido enfrentado por rivalidades personales. En 1965 el histórico líder Ben-Gurion abandonó el partido y Meir fue elegida secretaria general.
En 1969 sustituyó al primer ministro Levi Eshkol, nombramiento que fue respaldado por las urnas el mismo año, pese a lo cual mantuvo la coalición con el partido conservador de Menajem Beguin, impulsó la colonización de los territorios árabes ocupados en la guerra de 1967 y respaldó la política de hostilidades del ministro de Defensa Moshé Dayán. Ante las insistentes amenazas de guerra por parte de los países árabes, Meir se reunió con los principales líderes mundiales para promover acuerdos de paz, que tampoco dieron resultado.
El de 1972 fue un año terrible para el gobierno Meir. Durante los juegos olímpicos celebrados en Munich un comando terrorista de Septiembre Negro, vinculado a la Organización para la Liberación de Palestina, secuestró y asesinó a once miembros del equipo olímpico israelí. La operación de rescate organizada por el gobierno de la República de Alemania Federal se saldó con la muerte de un oficial de policía alemán y cinco de los ocho miembros del comando terrorista. Los tres secuestradores que sobrevivieron fueron detenidos y liberados más tarde, cuando otro comando de la misma organización Septiembre Negro formado por dos hombres y dos mujeres armados secuestró un avión de Sabena que hacía el vuelo entre Viena y Tel Aviv. El ministro de Defensa Moshe Dayan negoció con los secuestradores mientras diseñaba una operación de rescate en la que intervinieron Ehud Barak y Benjamin Netanyahu, quienes con el tiempo serían primeros ministros de Israel. Un comando israelí asaltó el avión, mató a los dos secuestradores varones, detuvo a las dos mujeres y liberó a los pasajeros, de los que tres resultaron heridos y uno muerto. En represalia por el secuestro, los servicios de inteligencia de Israel -el Mossad- organizaron operaciones de castigo en territorio palestino, que ocasionaron decenas de muertos.
Por si fuera poco, en septiembre de 1973 un grupo terrorista procedente de Siria tomó como rehenes a siete emigrantes judíos de un centro de acogida en Austria. Exigían el cierre de las instalaciones de la agencia judía que organizaba el traslado de emigrantes desde los países del Este europeo a Israel. El presidente austriaco accedió a sus exigencias y cerró el centro. Por entonces, diversas informaciones advertían de un inminente ataque de una coalición árabe pero los israelíes, confiados en el éxito obtenido en la Guerra de los Seis Días de 1967, desatendieron todas las advertencias -incluida la del rey Hussein de Jordania-. Efectivamente, ese mismo año los árabes iniciaron un ataque conjunto contra Israel en la conocida como Guerra del Yom Kippur, sin que los servicios secretos ni el ejército se percataran de los preparativos bélicos. Israel detuvo el ataque, incluso mantuvo los territorios conquistados en 1967 pero los árabes jugaron sus bazas diplomáticas utilizando la presión del petróleo. La izquierda israelí reprochó a Golda que su obstinación e intransigencia a la hora de llegar a acuerdos con los países árabes habían conducido a la guerra.
El sentimiento popular y el de la propia Golda Meir fue de derrota. En diciembre del mismo año ganó las elecciones pero en abril de 1974 presentó su dimisión. Fue sustituida por Itzak Rabin, tanto en la jefatura del gobierno como en la del partido. Renunció a su escaño en el parlamento, se retiró de la política y se refugió en el kibutz Revivim donde vivía su hija. Allí pasó sus últimos años hasta que un cáncer acabó con su vida. Está enterrada en el panteón de los Grandes de la Patria de Jerusalén.
A pesar de su apariencia de abuela venerable y de que sus compatriotas la consideraran la madre judía, su coraje y energía -también su intransigencia- le valieron el apodo de la dama de hierro. Ben-Gurion declaró en una ocasión que en su gobierno había un solo hombre y era Golda. Annuar el Sadat, presidente de Egipto, dijo de ella: La anciana, realmente tiene agallas.
Fue la primera mujer en Israel y la tercera en el mundo en llegar a la presidencia de un gobierno. Fue también una mujer carismática, un modelo para las mujeres que en el siglo XX querían dedicarse a la política.