Fillide Melandroni como Santa Catalina

La Santa Catalina de Michelangelo Merisi de Caravaggio (1598) es uno de los lienzos más hermosos del pintor barroco. Su reciente restauración y su retorno al emplazamiento habitual en el Museo Thyssen permite admirar la luminosidad de la pintura, la brillantez de sus colores.

Llama la atención la carnalidad de la imagen, alejada del modelo de santidad que propone, y la teatralidad de la escena. Se conoce que es Santa Catalina por la rueda y la espada que identifican su martirio pero la palma, símbolo del triunfo de la martirizada, aparece caída entre el almohadón y el suelo. Es solo teatro, parece el mensaje de Caravaggio.

Algo de ello tiene. Fillide Melandroni, la modelo utilizada por el pintor, era una joven -unos 17 años- cortesana romana de vida airada relacionada con Ranuccio Tomassoni, de la pequeña nobleza. Era una joven de carácter: cuando sorprendió al joven en la cama con otra mujer atacó a esta con un cuchillo.

Tiempo después Fillide inició una relación con Giulio Strozzi, escritor de noble familia, quien encargó a Caravaggio un retrato de su amada. El cuadro desapareció del Berlín de la Segunda Guerra mundial.

En 1606 Caravaggio hirió de muerte a Tomassoni en el curso de una pelea. El pintor, tan grande con los pinceles como macarra en su vida personal, murió en 1610.

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