Feliciana Enríquez de Guzmán

Feliciana Enríquez de Guzmán (1569-1644) fue una escritora del Siglo de Oro menos famosa que sus pares masculinos. Conocemos de ella lo que escribieron otros, sin que tengamos la certeza qué parte es verdad y cuál no. Lo único seguro es que pretendió renovar el teatro de su tiempo y que no lo tuvo fácil.

Mintiendo su nombre / y transformada en hombre, / oyó filosofía / y por curiosidad astrología”, escribió Lope de Vega en el Laurel de Apolo, versos que se cree aluden a Feliciana. Lope admiraba a la mujer pero recelaba de la dramaturga, contraria a su modo de entender el arte dramático.

De hacer caso a Lope, Feliciana se habría disfrazado de hombre para poder estudiar en la Universidad de Salamanca, donde se habría graduado en teología y astrología. Tirso de Molina, en El amor médico, vuelve sobre la historia pero ahora sitúa a la protagonista en Coímbra. Un tercer escritor contemporáneo, Antonio Mira de Amescua, insiste en su obra El Fénix de Salamanca en el relato de la mujer disfrazada que se empeña en acudir a la universidad, vedada a las mujeres. No es posible saber si todos ellos retratan a Enríquez.

Lo que este necesario disfraz refleja es que las mujeres estaban marginadas de la cultura académica: la universidad, los studia y los studia minora, lo que las obligaba a aprender de manera informal, mediante tutores privados, encuentros artísticos, tertulias o bibliotecas privadas, todo lo cual solo estaba al alcance de una minoría de ellas.

De Feliciana se sabe que nació en Sevilla, hija de Diego García de la Torre y de María Enríquez de Guzmán; que casó dos veces: la primera, con Cristóbal Ponce de Solís, hombre mayor, que muere tres años después, dejándola una capellanía en la iglesia de San Juan y una economía saneada, y la segunda, con Francisco de León Garavito, licenciado en Salamanca y escritor también. En 1630 la escritora era ya viuda. Consta igualmente que escribió una tragicomedia –Los jardines y campos sabeos, primera y segunda parte, con diez coros y cuatro entreactos– donde plasma su forma de entender la comedia de su tiempo. Con esta obra pretendía “desterrar de España muchas comedias indignas de gozar los campos Elíseos”.

La obra escrita en 1619, fue rechazada en las imprentas de Sevilla por ser autora y no hombre, así que acabó siendo editada en Coímbra y, luego del éxito obtenido, reeditada en Lisboa en 1624, y está dedicada a sus hermanas, monjas en el convento de Santa Inés de Sevilla. En el prólogo de la comedia expone sus teorías teatrales, opuestas totalmente al Arte nuevo de hacer comedias, que en 1609 había publicado Lope de Vega. Había de ser una mujer muy segura de sí misma para enfrentarse así a un hombre tan pagado de sí mismo, tan consagrado y popular como el llamado Fénix de los Ingenios. No es su única osadía.

Sus entreactos, reunidos en el espectáculo Las gracias mohosas, fue estrenado en el Corral de Comedias de Almagro en 1997, obteniendo un gran éxito. Se sabe que escribió al menos otra comedia, titulada Las doncellas de Simancas, de la que no queda constancia. Tanto en los temas que elige en su teatro -fantásticos e inspirados en los libros de caballería- como en la manera de desarrollarlos -con protagonistas ridículos o feos que resuelven sus problemas saltándose las normas- es una autora que se adelantó en varios siglos a su tiempo.

Además de dramaturga, Feliciana fue una buena poeta, elogiada por el mismo Lope de Vega en El peregrino en su patria, donde la sitúa entre las mujeres más admirables y sabias. En este apartado se conocen: Información en Derecho por la purísima y limpísima Concepción de la Virgen María (1625), el soneto Las Bodas de Maya y Clarisel y el madrigal El sueño de Gelita. En Laberinto homenajea a su segundo marido, con el que, al parecer, fue feliz.

Cuando en 1640 quedó ciega se recluyó en el convento de San Agustín, donde falleció sola y pobre en 1644. El inventario de sus bienes revela que fue una mujer culta, interesada por lo que ocurría en su tiempo.

En los manuales de Literatura, los niños y niñas estudian los grandes nombres del Siglo de Oro: Calderón, Góngora, Gracián, Lope, Mateo Alemán, Quevedo… los programas olvidan que también en ese tiempo hubo mujeres escritoras: Feliciana Enríquez, entre ellas.

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