Eulalia de Abaitua Allende-Salazar, fotógrafa

Eulalia de Abaitua Allende-Salazar (Bilbao, 25 de enero 1853 – 16 de septiembre 1943) nació en una familia acomodada que le ofreció una buena educación y la posibilidad de viajar por el mundo. Ella aprovechó esas oportunidades, se aficionó a la fotografía y con su cámara retrató a la sociedad de su tiempo. Es una auténtica pionera, en el Museo Vasco de Bilbao se conservan más de 2.500 fotografías suyas.

En memoria de su madre, fallecida pocos días después de su nacimiento, tomó el nombre y los apellidos de su progenitora, Eulalia Allende-Salazar Eguia. Se crió con una nodriza y luego, interna en el colegio del Sagrado Corazón de Jesús de Sarriá, en Barcelona. Durante la segunda guerra carlista la familia Abaitua se traslada a Liverpool, ciudad donde Eulalia se casa con Juan Narciso de Olano y Picavea en mayo de 1871. La pareja tuvo cuatro hijos: María Carlota Victorina, Luis María Andrés, Luis María Javier y María Concepción. Aun cuando vuelva a Bilbao, en los años siguientes la pareja viajará con frecuencia a Inglaterra y a otros países de Europa y visitará Palestina y el Magreg. El 14 de mayo de 1909 muere el marido. Ella residirá en Bilbao hasta su muerte, ocurrida cuando contaba 90 años. Ambos están enterrados en el cementerio de Begoña.

Se cree que fue en Liverpool donde descubrió la fotografía, que estaba aún en sus inicios. En aquella ciudad, en la década de 1870, se empezaron a fabricar las primera placas de gelatinobromuro de vidrio. El hecho de que ella fuera una mujer con su propio patrimonio económico y que su marido fuera un hombre liberal, que no pusiera objeciones a su afición, favoreció que esta se convirtiera en su auténtica vocación. Ella nunca se consideró una fotógrafa profesional, ni firmó sus fotos. En las pocas ocasiones en las que es mencionada no lo es con su nombre sino como señora de Olano.

A finales del siglo XIX, una minoría burguesa, culta y adinerada, a la que pertenecía Eulalia, trataba de impulsar la modernización del País Vasco. Ella fue una reportera gráfica, testigo de su tiempo, que supo mirar en derredor suyo y retratarlo con gusto y arte. El no tener que vivir de sus fotos le permitió elegir libremente sus temas y personajes e investigar en la técnica fotográfica. Utilizó a su marido en fotos de doble exposición y a sus hijas y nietas para la elaboración de collages. Tuvo el acierto de romper los estereotipos sobre la imagen femenina, atrapada entre la idealización de la mujer en el hogar o la explotación sexual de esta imagen. Eulalia mira a las mujeres con empatía y complicidad. Desde esta perspectiva ha dejado espléndidos retratos de mujeres en el hogar, en la huerta o en el caserío y de otras que se incorporaban como obreras a la incipiente industrialización. Estas fotos suponían una cierta valentía por parte de la fotógrafa, pues la sociedad vasca no acababa de aceptar que las mujeres abandonaran el tradicional rol doméstico.Se cree que contó con la colaboración de otra mujer, que aparece en alguna de sus fotos y le ayudaba en el transporte del equipo, entonces muy voluminoso. A partir de 1900 utiliza placas estereostópicas que revelaba en el sótano de su residencia.

El fondo gráfico del Museo Vasco -de donde proceden las fotos incluidas en este comentario- está integrado por sus fotos familiares -del marido, hijas y nietos, pero también del servicio, niñeras, doncellas, cocineras, jardineros- que hablan de la vida cotidiana de la élite dirigente vasca mientras que las imágenes de la coronación de la Virgen de Begoña en 1900 o de la declaración como patrona de Vizcaya en 1903, lo hacen del poder político y religioso. Otros apartados se refieren a las fotos de sus viajes y los espacios urbanos de Bilbao, en imágenes cotidianas y festivas, el valle de Arratia, la anteiglesia de Begoña. Capítulo aparte merecen los retratos de personajes anónimos o conocidos: las vendedoras de chocolate o ponche, la lavandera, los vendedores de chacolí, sacerdotes o el escultor Bernabé de Garamendi.

El también fotógrafo Alberto Schommer la definió como “un ojo sensible que ama a su pueblo y se dedica a interpretarlo. (…) Una auténtica reportera, que ahora sería una gran fotógrafa de la Agencia Magnum”. A pesar de lo cual es una mujer absolutamente desconocida en su propio país.

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