Elvira Santiso (Betanzos, La Coruña, 1872-Santiago de Compostela, 9 de octubre de 1961) es una pintora gallega que cultivó la pintura costumbrista, fue capaz de vivir de los encargos que se la encomendaban y de la docencia, como sus colegas masculinos. Mas, al contrario que ellos, Elvira fue ignorada y enseguida olvidada.
Desde muy joven su familia se trasladó a Santiago de Compostela, donde discurrió toda su vida. Se formó en la Escuela de la Real Sociedad de Amigos del País, primero con José María Fenollera y luego con Tito Vázquez, artistas que ejercerán gran influencia en su obra. Siendo todavía estudiante participó en exposiciones regionales recibiendo algunos premios. Más tarde, en 1906, obtuvo una mención honorífica en la exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid con su obra La clase de pintura. En 1909 consiguió la medalla de oro en el Exposición Regional de Santiago de Compostela. En las tres primeras décadas del siglo XX expuso en certámenes regionales, nacionales e internacionales: Madrid, Buenos Aires o Montevideo.

En su primera etapa como pintora utilizó esquemas aprendidos del impresionismo y del modernismo, con un sentido del espacio muy avanzado y escasa utilización de colores. Luego, su pintura se hace más luminosa, de mayor riqueza cromática. Elvira no solo fue capaz de vivir de su profesión sino que cultivó los temas que se consideraban masculinos, como el retrato y las escenas costumbristas, nada que ver con los bodegones y paisajes que se reservaban a las mujeres.

Los críticos coinciden en señalar La cena del campanero como su mejor obra. Se trata de una escena nocturna, inspirada en Los jugadores de cartas de Gerardo della Notte, obra propiedad del Museo del Prado que Elvira había tenido ocasión de estudiar pues por entonces se encontraba en depósito en la Sociedad Económica de Amigos del País de Santiago de Compostela.
Santiso fue contratada como profesora de dibujo y pintura en la misma Escuela donde ella se había formado. Los métodos didácticos que utilizó en la enseñanza, la emoción que supo inculcar a sus alumnos, su capacidad de comunicación le valieron la medalla de Alfonso X el Sabio.
Nada de ello fue suficiente para que los intelectuales del momento la consideraran de los suyos, ni siquiera el justo reconocimiento que se había ganado. Como la mayoría de contemporáneas suyas fue ignorada y, cuando no fue posible, como ocurrió con la escritora Emilia Pardo Bazán, ridiculizada y criticada. Recuérdese que un académico de los que debía decidir si era admitida en la Real Academia de la Lengua, rechazó su candidatura alegando que sus posaderas eran demasiado grandes para ocupar uno de los sillones de la Docta Casa.
Elvira Santiso fue pronto olvidada; para colmo de desdichas parte de su obra quedó dispersa entre los herederos de José Daporta González, un eminente médico y catedrático en la Facultad de Medicina compostelana, coleccionista de arte y poseedor de varios lienzos suyos. En 1995, algunos de esos lienzos fueron expuestos en la muestra significativamente bautizada como Un arte inexistente: las artistas gallegas del siglo XX.
Fuentes y fotos: Gómez Novoa, Maika. Álbum de mujeres.