Elisabeth Mulder, escritora

Se cuenta que estando Manuel Azaña en Barcelona preparando su salida al exilio se percató de haberse dejado en Madrid un libro que quería llevar consigo: La historia de Java, publicado el año 1935. El presidente de la República mandó a buscar un ejemplar al domicilio de su autora, Elisabeth Mulder. ¿Quién era esta escritora tan apreciada por un intelectual como Azaña?

Elisabeth Mulder Pierluisi (Barcelona, 9 de febrero de 1904-28 de noviembre de 1987) cultivó todos los géneros, poesía, novela, teatro, artículos, y gozó de fama y reconocimiento en su momento. Su distanciamiento político de uno y otro bando en la guerra, su independencia de corrientes literarias y su voluntario alejamiento social contribuyeron a su olvido total.

Mulder había nacido en una familia de la alta burguesía, el padre, Enrique Mulder, holandés de madre española, estaba emparentado con la aristocracia holandesa, era médico y pintor aficionado, vinculado al grupo modernista Els Quatre Gats. La madre, Zoraida Pierluisi Grau, era puertorriqueña con ascendientes catalanes e italianos que llegaban hasta el compositor Giovanni Pierluigi Palestrina (1525-1594). Su infancia discurrió entre Puerto Rico y Barcelona en un ambiente intelectual. Fue educada por institutrices extranjeras con las que aprendió inglés, francés, italiano y ruso; a tocar el piano aprendió con Enrique Granados.

A los quince años ganó unos juegos florales con el poema Circe, luego, hizo crítica y escribió artículos en periódicos y revistas barcelonesas, utilizando los seudónimos ocasionales de Esfinge o Elena Mitre. En 1921 casó con el abogado y político Ezequiel Dauner, dos años después tuvo a su único hijo, Enrique. En 1930 murió el marido y ella se dedicó plenamente a su actividad literaria que tampoco había abandonado en esa década, pues entre 1927 y 1933 había publicado cinco poemarios.

Son poemas que sorprenden por su lenguaje, por su fuerza, por la independencia de las corrientes al uso. “El verso de Elisabeth Mulder es de una independencia casi salvaje, feroz…” escribe María Luz Morales en el prólogo de Sinfonía en rojo. Este libro, sin embargo, sería retirado de la circulación, parece que por la propia autora, a instancias del marido, que lo consideraba demasiado íntimo y alusivo.

Mulder se dedica entonces a la novela, en 1934 publica Una sombra entre los dos, en la que aborda la identidad de la mujer. La crítica la considera heredera de Casa de muñecas de Ibsen. Al año siguiente aparece La historia de Java, escrita desde el punto de vista de una gata, que tendrá un enorme éxito. Este es el libro que Azaña querrá llevarse al exilio. Durante la guerra civil Elisabeth se refugió en su casa barcelonesa, en el número 53 del Paseo de la Bonanova, enferma de nefritis y protegida por el consulado de los Países Bajos, país que le ofreció la nacionalidad, que ella rechazó.

En la década de los 30 y en los primeros años 40 traducirá obras de Baudelaire, Pushkin, Keats o Shelley pero se dedicará sobre todo a la novela: Preludio a la muerte (1941), escrita durante la guerra; Crepúsculo de una ninfa (1943), novela rural de influencia simbolista; El hombre que acabó en las islas (1944), de ambiente cosmopolita; Más (1945), Las hogueras de otoño (1945), siguiente la estela de Benavente; Alba Grey (1947), la protagonista se mueve entre la nobleza europea y las finanzas norteamericanas. En este tiempo escribe dos colecciones de relatos: Una china en la casa y otras historias (1941) y Este mundo (1945); dos libros infantiles: Los cuentos del viejo reloj (1941) y Las noches del gato verde (1963); y un poemario: Poemas mediterráneos (1949).

Siguió escribiendo ficción, El vendedor de vidas (1953), novela neorrealista y fantástica; tres novelas breves Flora (1953), Día Negro (1953) y Eran cuatro (1954) y Luna de las máscaras (1958), que será su última novela. En este tiempo publicó relatos en la prensa catalana –Destino, Solidaridad Nacional- y en la revista Ínsula, donde llevaba la sección Letras inglesas. Le gustaba viajar y lo hizo por Europa e Hispanoamérica, impartiendo conferencias.

Dejó escritas varias obras teatrales: Romanza de medianoche (1936), en colaboración con María Luz Morales; Casa Fontana (1948), adaptación de su novela Crepúsculo de una ninfa; Preludio a la muerte fue llevada al cine en 1950 con el título de Verónica.

Elisabeth Mulder. Retrato de Rosario de Velasco

Gustaba de la vida retirada, lo que no le impidió ser miembro del Instituto de Estudios Americanos o del Ateneo de Barcelona, frecuentar la tertulia literaria El Tracacho, en la que participaba Ana María Matute, o disfrutar de un círculo variopinto de amigos, que incluye a Eugenio D’Ors, Rosario de Velasco, Federico Marés, Jacinto Benavente, Gerardo Diego, María Luz Morales o Consuelo Bergés.

Bergés, precisamente, escribió sobre ella en su introducción a Antología poética de Elisabeth Mulder: “Sola, lejana, diferente, que este es, desde el principio su signo, su sino”.

A partir de los años sesenta fue perdiendo la vista hasta quedar prácticamente ciega, lo que contribuyó aún más a su aislamiento. Esta circunstancia, su distanciamiento político de los dos bandos que habían luchado en la guerra civil y su independencia de corrientes contribuyó a que fuera olvidada por quienes un día la aplaudieron e ignorada por las nuevas generaciones. En 2018 la Fundación Banco de Santander editó una antología de su obra, que tituló Sinfonía en rojo, como se vio ella: Roja, toda roja vi siempre la vida; / como una inmensa hoguera / donde quemaba bien / mi pobre corazón, rojo también.

Fuentes: Peces en la tierra. Antología de mujeres poetas en torno a la Generación del 27. Edición Pepa Merlo. Fundación José Manuel Lara. 2010 / Real Academia de la Historia

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