Elena Fortún

Los parques son los pulmones de las ciudades y, en ocasiones, también el cuarto de estar donde descansan de una vida intensa quienes obtuvieron el reconocimiento por sus obras. Pienso en ello cuando paseo por el parque del Oeste de Madrid, donde contemplan la eternidad Concepción Arenal, Miguel Hernández o Elena Fortún.

Elena Fortún (Marid, 17 de noviembre de 1886-8 de mayo de 1952) alcanzó éxito y fama en la preguerra con una serie de libros protagonizados por una niña de la burguesía madrileña, Celia Gálvez, su hermano Cuchifritín, sus hermanas, sus primos, Matonkiki, Mila, el mago Pirulo, el profesor Bismuto y hasta su gato Pirracas. Lo que empezó en 1928 como relatos en la sección infantil de la revista Blanco y Negro se convertiría en una colección de aventuras dirigida al público infantil y juvenil. Celia, lo que dice, Celia en el colegio, Celia y sus amigos, Celia novelista… Varias generaciones de niños se iniciaron en la literatura leyendo las aventuras de aquella Celia, lista, rebelde y redicha.

Tardaríamos años en conocer que Elena Fortún en realidad se llamaba Encarnación Aragoneses de Urquijo, que había nacido en 1886, había muerto en 1952 y que, a pesar de sus éxitos, había tenido una vida harto desgraciada, llena de frustraciones personales. Formó parte del Lyceum Club, presidido por María de Maeztu, donde se relacionó con las mujeres más destacadas de las primeras décadas del siglo XX: María de Lejárraga, Matilde Ras, Victoria Kent, Zenobia Camprubí… quienes le animarán a escribir. Al estallar la guerra civil, Elena cambió los relatos infantiles por crónicas sobre la vida en el Madrid sitiado. En 1939 apareció Celia madrecita, el libro que durante una década sería el último de la saga. A finales de la década de los 40 volvió a publicar nuevas aventuras de Celia, ya una joven institutriz y luego, casada.

La escritora se había casado en 1906 con su primo Eusebio Gorbea, militar de profesión, escritor y aficionado al teatro, con quien tuvo dos hijos, el pequeño fallecido a los diez años, y pudo comprobar enseguida que, a pesar de la adscripción progresista del marido, en su vida privada no se alejaba de las pautas del machismo tradicional, por lo que la pareja entró enseguida en crisis. Estaban a punto de separarse cuando terminó la guerra civil; el marido, el hijo y la nuera se habían refugiado en Francia así que, aunque en principio pensó permanecer en España, también ella optó por el exilio. En octubre de 1939 el matrimonio embarcó en La Rochelle en el barco de bandera francesa Massilia, donde también viajaban centenar y medio de republicanos españoles: intelectuales, escritores, periodistas. Desembarcaron en Argentina y allí se asentaron. 

A finales de los años 40, la escritora volvió a España para negociar la amnistía para el marido -por su condición de militar republicano- pero, antes de obtenerlo, Eusebio Gorbea se suicidó. Elena Fortún cerró la casa familiar de Argentina, visitó a su hijo, que residía en Estados Unidos, y volvió a España con intención de instalarse en Barcelona y seguir escribiendo. En 1951 enfermó gravemente y murió en Madrid al año siguiente. Poco después, se suicidó su hijo.

Aunque sus libros juveniles siguen editándose la escritora quedó relegada al olvido. Carmen Martín Gaite publica en los años 90 una Pesquisa tardía sobre Elena Fortún, donde habla de la persona que se esconde tras el seudónimo, pero será Marisol Dorao, especialista en literatura infantil, quien en 1999 revele detalles de la vida personal de la escritora, en su libro Los mil sueños de Elena Fortún.

Al morir dejó inéditos dos libros: Celia en la revolución, publicada en 1987, en el que la autora relata cómo era la vida durante la guerra, y una novela de tintes autobiográficos, publicada en 2016 con el título Oculto sendero. Y ahí, a través de la pintora protagonista, alter ego de la escritora, se revela con crudeza la pesadumbre de quien ya desde niña se siente diferente de los modelos vigentes, de quien busca su propia autonomía e independencia, su derecho a elegir amistades o pareja fuera de los cánones. La confrontación entre la definición íntima y la normalidad del entorno, la resistencia a aceptar el lesbianismo, incluso en ambientes supuestamente progresistas de la República.

Elena Fortún, que tantas satisfacciones proporcionó a varias generaciones de niños, ocultaba una mujer que nunca pudo resolver sus propias contradicciones ni alcanzar sus aspiraciones. El monumento a la escritora en el Parque del Oeste se encuentra muy cerca de la confluencia de los paseos de Ruperto Chapí y Camoens; es obra del escultor José Planes, realizado en 1957. «Los niños españoles a Elena Fortún», reza el monolito, en el que flanquean a la efigie de la escritora un niño portando un libro y una niña con un ramo de flores. Así seguimos.  

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