Fue una de las mujeres de mayor influencia en la primera mitad del siglo XX, no ya porque estuviera casada con el presidente de los Estados Unidos en los años decisivos que condujeron a la segunda guerra mundial, sino porque en 1948 jugó un papel decisivo para que se aprobara la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Por esta actuación Harry Truman la consideraba la primera dama del mundo.
Anna Eleanor Roosevelt había nacido en Nueva York el 11 de octubre de 1884, fue la hija primogénita del matrimonio Elliot y Anna Hall Roosevelt y la sobrina favorita de Theodore Roosevelt, que fue presidente de los EEUU entre 1901 y 1909. Nacer en un ambiente acomodado no le libró de una infancia desgraciada. Tenía dos años cuando su madre murió aquejada de difteria; al año siguiente moría su hermano y dos años más tarde, su padre, con graves problemas de alcoholismo. Fue una niña tímida y responsable, más de lo que correspondía a su edad, lo que le valió el apelativo de “abuelita”. Al quedar huérfana pasó a vivir en Inglaterra con su abuela materna, donde permaneció hasta los 17 años.
De vuelta a Estados Unidos terminó su formación y en 1902 fue presentada en sociedad. Ese mismo año empezó una relación con un primo lejano de su padre, Franklin Delano Roosevelt, a la que se oponía la madre del novio, Sara Roosevelt. Esta mujer enérgica y poderosa creía firmemente en el futuro político de su hijo e hizo cuanto pudo por alejarlo de Eleanor. De nada sirvió su estrategia pues la pareja se casó el 17 de marzo de 1905. El presidente Theodore Roosevelt fue el encargado de llevar a la novia al altar.
La suegra se encargó de comprar la casa para el matrimonio y de contribuir al sostenimiento familiar, que enseguida se incrementó con seis hijos: Anna Eleanor (1906), James (1907), Franklin Delano junior (1909) que murió al poco de nacer, Elliott (1910), Franklin Delano jr. (1914) y John Aspiwal (1916). Mientras Eleanor, de carácter discreto, encadenaba embarazos y trataba de mantener alejada a su suegra del ámbito doméstico, Franklin Delano iniciaba su carrera política en el Partido Demócrata y desplegaba sus encantos entre las mujeres que le rodeaban. En 1914 inició una relación con la secretaria de su mujer, Lucy Mercer Rutherfurd.
Cuatro años más tarde Eleanor encontró las cartas que demostraban la infidelidad del marido y le pidió el divorcio. Pero allí estaba la suegra de nuevo para arreglar entuertos. De entrada, advirtió a su nuera de que, si dejaba de serlo, perdería la financiación y se vería obligada a criar sola a sus cinco hijos, aparte de que arruinaría la prometedora carrera política del marido. El trío llegó al pacto de mantener la compostura como si existiera un matrimonio real pero cesar la convivencia de hecho. Sara Roosevelt costearía la casa personal de Eleanor y se comprometía a financiar las actividades de beneficencia de su nuera. Eleanor y Franklin iniciaron una nueva vida como amigos y camaradas políticos.
Franklin D. Roosevelt mantuvo otras relaciones sentimentales, incluso después de verse afectado por una parálisis que le impedía moverse normalmente desde 1921, momento en que Eleanor permaneció junto a su marido. Eleanor mantuvo durante años una relación con Lorena Hickok, Hick, periodista de la agencia Associated Press, que cubría su actividad política, según se desprende de una copiosa correspondencia entre ambas.
Al margen de peripecias sentimentales, ambos mantuvieron una intensa actividad política. Ella promovió la New Deal (Nuevo trato), la política intervencionista diseñada por Roosevelt para combatir los efectos de la Gran Depresión, que habría de llevarlo a la Casa Blanca. En 1933 Franklin D. Roosevelt fue elegido presidente de los Estados Unidos y Eleanor se convirtió en una primera dama atípica. Mientras el papel de sus predecesoras era meramente simbólico, ella mantuvo una activa vida política propia, defendió públicamente los derechos civiles, especialmente de las mujeres, y singularmente de las mujeres negras, impartió conferencias dirigidas a mujeres periodistas y desde 1935 hasta su muerte mantuvo una columna seis días a la semana en la que plasmaba sus pensamientos y opiniones sobre cuestiones candentes, -la limitación de las armas atómicas, los derechos civiles, el racismo, el feminismo- que era seguida por millones de lectores; también escribió varios libros en los que expresó sus opiniones políticas progresistas. F.D. Roosevelt fue elegido durante cuatro mandatos y es el presidente que más tiempo ha permanecido en la Casa Blanca. Eleanor fue siempre una leal y eficaz colaboradora suya, incluso cuando se opuso a las decisiones aprobadas por el presidente, como ocurrió con la orden de internamiento de más de 100.000 japoneses y sus descendientes en la costa oeste de los EEUU.
Franklin Delano murió el 12 de abril de 1945. Cuando Eleanor llamó al vicepresidente, Harry Truman, para darle la noticia y este le preguntó si podía ayudarla, ella le respondió: “No puedes ayudarme en nada, eres tú quien tiene problemas”. Efectivamente, Truman fue quien dio la orden de lanzar las bombas atómicas sobre Hirosima y Nagasaki y el firmante de los acuerdos que ponían fin la segunda guerra mundial.
Eleanor siguió su actividad política como hasta entonces lo había hecho, comprometida con los aspectos más sociales del Partido Demócrata, siempre en favor de los más débiles y desfavorecidos. Después de la conflagración mundial y de la constitución de la Organización de Naciones Unidas, tuvo una participación destacada en la redacción de la Declaración de los Derechos Humanos, que consideraba como “la constitución de la humanidad”. En esa dedicación le sorprendió la muerte en 1962. A su funeral acudió el entonces presidente John F. Kennedy y los ex presidentes Truman y Eisenhower.