El 20 de julio de 2021 se cumplirán ocho siglos del inicio de las obras en la catedral de Burgos, reinando Fernando III, luego el Santo. Para conmemorar como se merece esa fecha y honrar a un monumento de este calibre el pasado 20 de julio se constituía en Burgos una fundación que elaborará los fastos del centenario. En la foto que encabeza este comentario -tomada del digital “Burgos Noticias” de esa fecha- podéis ver a sus insignes miembros y, a poco que os fijéis, notaréis que la imagen chorrea testosterona. Con esos antecedentes, no sé yo si alguien se acordará de doña Berenguela, quien bien se merece un recuerdo. Entre otras razones porque sin ella ni Fernando hubiera llegado a rey ni Castilla se hubiera unido a León. No, al menos, en la segunda década del siglo XIII.
Berenguela vino al mundo en 1179, y era hija primogénita de Alfonso VIII y de Leonor de Plantagenet, nieta, pues, de Leonor de Aquitania por vía materna. Aparte de sus bien acreditados genes, fue un buen partido pues hasta que cumplió diez años fue heredera de la corona de Castilla por la muerte temprana de sus hermanos. Tanto era así que en 1187 el emperador Federico I Barbarroja concertó el matrimonio de la niña -tenía diez años- con su cuarto hijo, Conrado de Rothenburg. El mozo germánico llegó a Castilla y en junio de 1188 se celebraban los esponsales en Carrión de los Condes. Pero un año después, cuando la reina Leonor dio a luz al infante Fernando y el niño fue declarado heredero, Federico Barbarroja entendió que la corona de Castilla quedaba fuera de sus posibilidades, rompió el matrimonio y Conrado volvió a casa de su padre.
Berenguela pidió al papa que anulara el compromiso pero ni siquiera fue necesaria la bula papal pues el marido en ciernes sería asesinado en 1196. Al año siguiente la joven se casaba en Valladolid con el rey Alfonso IX de León, que era tío carnal suyo. Alfonso había estado casado anteriormente (1191-1196) con la infanta Teresa de Portugal, con quien tuvo tres hijos, matrimonio que el papa disolvió por razones de parentesco. Tuvo cuidado, por tanto, de solicitar la autorización papal, que le fue concedida por Celestino III. Alfonso y Berenguela tuvieron cinco hijos – Fernando, Leonor, que murió niña, Constanza, monja de las Huelgas, Alfonso y Berenguela- y debieron amarse o cuando menos respetarse pues cuando en 1204 el papa Inocencio III, que sucedió a Celestino, anuló el matrimonio por las mismas razones de parentesco ambos pidieron dispensa insistente e infructuosamente: el papa solo consintió que la prole fuera declarada legítima y, por lo tanto, Fernando pasaba a ser heredero al trono leonés. Berenguela cogió a sus hijos -menos a Fernando, que se quedó con Alfonso- y se volvió con sus padres a Castilla, dispuesta a dedicarse al cuidado de los niños.
Alfonso VIII murió en 1214 dejando heredero al infante Enrique, de solo diez años (el infante Fernando había muerto antes) y regente, a la reina Leonor. Pero ésta moriría antes de un mes, quedando el reino y el heredero a cargo de Berenguela. Y ahí se armó la mundial. Los nobles, especialmente los de la casa de Lara, se levantaron contra ella alegando que la regencia era algo impropio de una mujer y obligaron a Berenguela a ceder regencia y heredero al conde Álvaro Núñez de Lara. Ella lo aceptó para evitar males mayores después de hacer jurar al conde que no modificaría ninguna ley ni tributo ni tratado sin su consentimiento y se refugió en el castillo de Autillo de Campos.
Así estaban las cosas en Castilla cuando el 6 de junio de 1217, mientras el príncipe Enrique estaba jugando con otros niños en el palacio del obispo de Palencia cayó una teja con tan mala fortuna que le dio en la cabeza y lo mató. El conde Álvaro Núñez de Lara quiso ocultar la muerte del heredero pero Berenguela se enteró, mandó un recado a Alfonso IX pidiendo que dejase a Fernando pasar unos días con ella, convocó cortes en Valladolid, y en esa ciudad fue proclamada reina de Castilla como primogénita de Alfonso VIII. Seguidamente, conociendo el percal que se gastaba la nobleza castellana en materia de mujeres con mando, renunció al trono en favor de su hijo, que pasó a ser Fernando III. En Burgos hacían su entrada triunfal el 17 de agosto de 1217, siendo reconocidos y agasajados por los nobles. En venganza, los Lara destruyeron totalmente la villa de Belorado, matando o quemando vivos a sus habitantes, hombres, mujeres y niños.
Cuando Alfonso IX se enteró de la coronación de su hijo y heredero, animado por el inevitable Álvaro Núñez de Lara, se presentó en Castilla al frente de un ejército reclamando los derechos que le correspondían como marido de Berenguela y padre de Fernando. Intervino de nuevo la reina para mediar entre padre e hijo y consiguió que el 26 de agosto de 1218 firmaran el pacto de Toro por el que zanjaban las discusiones. De paso, supieron que había muerto el conde de Lara, un verdadero alivio.
Aprovechando el momento de paz, en 1219 la reina madre arregló el matrimonio de Fernando con Beatriz de Suavia, nieta de Federico Barbarroja, lo que se entiende por una buena boda, que abría al rey y a Castilla las puertas a Europa. También concertó el enlace de su hijo Alfonso con Mafalda, hija de Gonzalo Pérez de Lara, con lo que se puso punto final a las rebeliones de esta familia. Aún más, en 1224 casó a su hija Berenguela con Juan de Brienne, quitándole la baza a Alfonso IX, que había pensado en él para marido de su hija primogénita.
Doña Berenguela siguió asesorando a su hijo y prestando servicios al reino. Uno decisivo ocurrió en 1230 a la muerte de Alfonso IX. A pesar de las paces hechas con su hijo al rey de León le hubiera gustado que Fernando hubiera tenido plena dedicación a la corona leonesa en vez de aceptar la de Castilla. Por esta razón había nombrado herederas a las hijas habidas de su primer matrimonio -Sancha y Dulce- marginando a Fernando. Entonces Berenguela se reunió en Benavente con Teresa de Portugal, la madre de las herederas, y consiguió que ambas renunciaran a la corona de León en favor de su medio hermano, previa indemnización sustanciosa. La llamada Concordia de Benavente supuso la unión de los reinos de Castilla y León para siempre jamás. Os diré, de paso, que el último problema de Alfonso IX era encontrar un heredero pues el leonés resultó de natural fogoso y prolífico; tuvo tres hijos con la primer mujer, cinco con la segunda y, en los periodos de soltería por obra y gracia del papa, aprovechó para engendrar otros diez hijos con damas diversas.
En 1235 murió Beatriz de Suavia, la esposa de Fernando, con quien había tenido diez hijos. Algo vería Berenguela en su hijo pues no perdió tiempo en buscarle nueva pareja para evitar que menoscabara su virtud buscando aventuras fuera del matrimonio. Eligió a Juana de Danmartín, que aún dio a los reinos cinco infantes más.
Aparte de a dar nobles al mundo, Fernando se aplicó en recuperar para su corona los territorios antes conquistados por los árabes. A él se deben, entre otras muchas plazas, la incorporación de Córdoba y Sevilla a Castilla. Tal fue su aplicación que a su muerte la extensión de sus reinos casi había duplicado la que recibió en herencia.
Mientras él se empleaba en combatir al moro Berenguela se dedicaba a la gobernación del reino, vigilaba de cerca la construcción de las catedrales de Burgos y de Toledo, que se había iniciado en 1226, y protegía las artes y la literatura. Poco antes de morir encargó al historiador leonés Lucas de Tuy una crónica sobre los reyes de Castilla y de León. El resultado fue el Chronicon mundi, la historia desde el principio del mundo hasta la conquista de Córdoba por Fernando III en 1236. En 1245 la reina se entrevistó con su hijo por última vez. Luego, se retiró a Burgos donde falleció el 8 de noviembre de 1246. Está enterrada en el monasterio de las Huelgas.
Me acordé de doña Berenguela al ver la foto de marras que, por otra parte, dice mucho de la representación institucional, no solo en Burgos. Me puse a pensar sobre qué asuntos habrá de versar la susodicha fundación para que no quepan las mujeres. Tratándose de una catedral pienso en materias relacionadas con la historia, con el arte, con la religión, con la arquitectura, incluso, ya puestos, con la sociología, disciplinas en las que no será difícil encontrar mujeres expertas. No quiero pensar que, ocho siglos después, alguien siga pensando que hay asuntos impropios de mujeres.
Me he perdido ya en la primera relación familiar, pero no cabe duda de que la historia la siguen haciendo los hombres. La foto de portada lo dice todo. Gracias por sacar a la luz a estas y otras mujeres.
Me ha encantado la clase de historia. Y encontrarte, je je je
Berenguela , Leonor, ecos de mujeres poderosas que tras tocas y modos de concordia empujan hacia el futuro, creo que tras Juana hay mucho por contar….
Besos, y por cierto pregunta a los expertos por esas damas descocadas que adornan cierta capilla…
Como me gusta leerte y perderme en la historia, nunca mejor dicho jajajaja … que poco cuesta perderse con tanto desmadre.
Hoy he leído esto : http://www.diarisantquirze.cat/manos-arriba-la-raza-la-talla-o-la-autoestima-marina-panos-el-raco-del-lector y he pensado en ti, creo que te gustará leerlo.
Besos