No se había extinguido el eco del miserere cuando ya estaban los asesores del difunto y los del padre queriendo organizarle el negocio a la heredera. Que me dejéis, decía ella. Se le ha ido la olla de la pena, decían ellos. Unos y otros hacen cuentas y llegan a la conclusión de que como la heredera se meta en el despacho a ellos se les acaba el chollo. Si ya lo decía su madre, que a ésta no hay quien la entienda. Y así fueron haciendo crecer la bola, abrieron una cuenta en facebook, varias en twitter, incluso en instagram y empezaron a contar la historia a su manera, que si no atendía al negocio, que si quería despedir al consejero delegado, que si no llamaba a su padre, para concluir que estaba como una regadera.
Es verdad, ella no quería saber nada del negocio. Ni le interesaba, ni le gustaba, ni sabía de qué iba. Miraba alrededor y solo veía tiburones, tipos con aire suficiente que le hablaban como si fuera menor de edad mientras a su espalda hacían mangas y capirotes. Anda y que les vayan dando, pensaba para ella. Su plan era colocar un director ejecutivo que se hiciera cargo del día a día y mantenerse ella como presidenta honoraria hasta que su heredero tuviera edad de hacerse con el mando.
El padre no había perdido el tiempo y antes de que se cumpliera el cabo de año de su difunta esposa ya estaba prometido con una francesita que no había cumplido los veinte años de edad. Empeñado en hacer niños con la francesa y sin prisa por coger las riendas del negocio.
Los asesores habían tenido la idea de casar a la heredera con algún mozo o viejo y tenerla entretenida mientras ellos mangoneaban la empresa. Así se lo contaron al padre, que en un primer momento dijo que bueno y luego que ya veremos. Con la experiencia del primero solo falta que me venga otro yerno queriendo meter la nariz en el negocio, pensó, y fue dando largas. En esas estaban cuando apareció un candidato entrado en años y fortuna y, como el padre, empeñado en tener herederos. Esta es una loca de la vida, le advirtieron. Para lo que la quiero me vale, dijo el pretendiente en un alarde de romanticismo. Mientras se lo pensaban y antes de que la heredera pudiera decir que sí o que no el candidato decidió morirse, que es una manera como otra de zanjar un problema.
Pasaba el tiempo y se aproximaba la hora de dar a luz. La heredera pensó que aquel ambiente no era el mejor para ponerse en trance y decidió llevar los restos del difunto mindundi al panteón familiar donde ya estaba su madre. Ella que lo escogió, que lo aguante ella para los restos, se dijo.
¿Dónde va esta pirada con un difunto por esos mundos de Dios?, bramaban los asesores en las redes. Pero ella, como el que oye llover. Se preparó la mochila louisvuitton, cogió el féretro, lo metió en una limusina y le dijo al chófer: coge la carretera y paras donde yo te diga. Aprovechó la primera parada para dar a luz en un pueblo de interior. Mientras se reponía del parto notó que el lugar no era muy salubre porque la gente se moría continuamente y se trasladó a un bungaló en otro pueblo también de interior, siempre arrastrando en la limusina al féretro del difunto. Allí estaba cuando el padre le escribió anunciando que quería verla, dándole sitio y hora.
Cuando el padre recién casado se encontró con la hija viuda y echó un ojo a la limusina le dijo: ven acá que te hago un planning. Se metieron en un despacho sin testigos y al salir el padre dio un comunicado a la prensa. Mi hija me ha encomendado la gestión del negocio familiar porque ella desea dedicarse a sus labores. Ese era el planning. La heredera no dijo ni media palabra. Las redes ardieron en comentarios del tipo: Esa tía está pirada. Aprovechando lo cual el padre mandó preparar una de las casas de invitados, un palacete aislado, y allí que dejó a la heredera al resguardo de miradas y lejos de todo. A ver si ésta me desaloja otra vez. Sacó el cadáver de la limusina y le dijo al chófer: Lleva eso al convento y que se hagan cargo.
Pues poco nos ha durado el paseo y mira que llevábamos equipaje