Cecilia Böhl de Faber y Ruiz de Larrea (Morges, Suiza, 25 de diciembre de 1796-Sevilla, 7 de abril de 1877) es una escritora costumbrista más conocida por el seudónimo que utilizó: Fernán Caballero. Escribió en francés, alemán y español. Fue una mujer controvertida por sus posiciones antiliberales y ultracatólicas que, sin embargo, en su vida personal dio prueba de gran libertad.
Cecilia había nacido en una familia burguesa culta y defensora del Antiguo Régimen. Era hija del cónsul alemán en Cádiz y empresario, Juan Nicolás Böhl, y de Francisca Ruiz de Larrea, conocida como Frasquita Larrea, escritora de diarios de viajes y de temas costumbristas que firmaba como Corina, que mantenía en Cádiz una famosa tertulia de carácter conservador, frente a las corrientes modernas que se defendían en la tertulia de Margarita López de Morla. El matrimonio se trasladó a Alemania en 1805 con los dos hijos mayores -Cecilia y Juan Jacobo- pero Frasquita decidió volverse a España, donde habían quedado las dos hijas pequeñas -Aurora y Ángela- mientras el padre y los dos hijos mayores permanecían en Alemania.
La futura escritora se educó en un internado de Hamburgo dirigido por una dama exiliada por causa de la Revolución francesa en los principios del Colegio de Saint Cyr para señoritas de la nobleza. Su formación abundará, pues, en un tradicionalismo y un catolicismo profundos trufados de un romanticismo historicista.
Cecilia tiene diecisiete años cuando la familia se reúne en Cádiz. En 1816 se casa con Antonio Planells y Bardají, capitán de infantería; inmediatamente la pareja se embarca hacia Puerto Rico, donde ha sido destinado el marido. La dicha, si la hubo, fue breve, pues pocos meses después el marido muere repentinamente. La viuda enferma de pesadumbre y es atendida por la esposa del capitán general. De su paso por Puerto Rico escribirá en su novela La Farisea: “Todas las gracias de la naturaleza se aglomeran en esta isla para hacer de ella un edén”. Ya recuperada, en 1818 está de vuelta en España. Enseguida viajará de nuevo a Hamburgo, viviendo un tiempo con la abuela paterna.
En 1822 la encontramos de nuevo en Cádiz, casada con un noble rico, Francisco de Paula Ruiz del Arco, marqués de Arco Hermoso. La pareja compartirá su tiempo entre el palacio sevillano y la finca del marqués en el pueblo de Dos Hermanas. Esta finca será importante en su actividad literaria pues allí recogerá de los trabajadores los relatos populares, cuentos, refranes y canciones que más tarde plasmará en sus obras literarias.
Otro tanto hará con los asistentes a la tertulia que, siguiendo el ejemplo materno, Cecilia y su marido mantienen en Sevilla, frecuentada por lo más granado de la aristocracia andaluza y viajeros extranjeros como el escritor Washington Irving, el historiador William Stirling o el barón Taylor, del que tomará modelo para su barón de Maudes de La Gaviota. Además, mantuvo una copiosa correspondencia con escritores e historiadores de su tiempo -Juan Eugenio Hartzenbursch, Theodor Hernermann o Rosalía de Castro-.
En 1835 publica en El Artista un relato breve “Una madre y el combate de Trafalgar”. El mismo año muere el marqués, víctima de cólera y de tuberculosis. Al año siguiente Cecilia viaja a Inglaterra; en Londres mantiene un idilio con el aristócrata inglés Federico Cuthbert, que ella mantiene en secreto, a quien utilizará como inspiración para uno de los personajes de Clemencia.
De vuelta en España, en 1837 se casa con un joven abogado rondeño, Antonio Arrom y Morales de Ayala, de salud delicada; él tiene veintitrés años y ella cuarenta y uno; la unión será mal recibida en su entorno. “Me he sacrificado al ridículo y a las denigrantes críticas”, admitirá la escritora, “no hubo quien me comprendiera más que mi excelente y generosa familia”.
Entonces, Cecilia empezará a revisar sus textos y a redactar por escrito sus vivencias, las costumbres de los pueblos por los que había pasado. En sus novelas se aprecia la influencia de autores católicos como Jaime Balmes o Donoso Cortés; hay en ellas un propósito ejemplarizante, especialmente en el caso de las mujeres, a las que reserva un papel regeneracionista, desde la óptica de una moral estricta y conservadora. Sus críticos consideraban que su obra tenía más un carácter político que literario.
A partir de 1849, El Heraldo publicará por entregas La Gaviota, La familia de Alvareda, Una en otra y Lágrimas. La primera de ellas es traducida pues había sido escrita inicialmente en francés. Se trata de una novela realista de costumbres, como por entonces cultivan Balzac en Francia y Pereda en España. Abunda en el tópico de menosprecio de corte y alabanza de aldea, con campesinos y nobles virtuosos. Su protagonista, Marisalada, tendrá un final miserable, como castigo por haberse desviado de su destino de buena esposa. A pesar del aprecio a lo tradicional, Cecilia rechazará en esta y en otras obras el maltrato que se infiere a los animales en las corridas de toros.
La familia de Alvareda relata una historia real ocurrida en Dos Hermanas, que Cecilia había recogido de los campesinos del lugar. La primera transcripción la había realizado en 1828, reelaborada entre 1829 y 1833. En Elia se aprecia una mezcla de novela histórica y relato de costumbres, modelo que más tarde desarrollará Pérez Galdós en sus Episodios nacionales. En sus obras utilizará el seudónimo masculino de Fernán Caballero para defender su intimidad, evitar el desprecio que sufrían las escritoras por su condición femenina y por temor a ser considerada extranjera por su apellido alemán. Estas obras son muy bien recibidas por la crítica, lo que anima a la Cecila a volcarse en la revisión y publicación de nuevos textos, que darán forma a lo mejor de su producción entre los años 1849 y 1853.
En 1852 publicará Clemencia, novela que la crítica considera autobiográfica. En ella plasma su ideal de mujer moderna: virtuosa, buena esposa y madre pero instruida para evitar las tentaciones materialistas. El antiliberalismo y la intransigencia que expresa en esta obra la convertirán en un fracaso del que nunca se recuperará. La reina Isabel II y los duques de Montpensier acudieron en su ayuda y, para aliviar su situación económica, le ofrecieron una vivienda en el Alcázar de Sevilla.
En 1854 el marido es nombrado cónsul de España en Sidney. Las amistades que aún le quedan a Cecilia le ayudan a dar a conocer su obra no solo en España sino también en Francia. En 1859 el marido, engañado por su socio, se suicida para evitar a Cecilia “nuevas pesadumbres”. La escritora, desolada y en la ruina, pensó en retirarse al convento sevillano de las Dueñas, propósito del que fue disuadida por su familia y por las monjas. En 1868, con la pérdida del trono de Isabel II, abandonará la escritura; en adelante se dedicará a la lectura, a atender su correspondencia epistolar y a las tertulias sobre literatura, política y sociedad. Aún alcanzó a celebrar la restauración monárquica de 1874, pero, anciana y achacosa, escribió contra la tolerancia de cultos aprobada por la Constitución ese año. Murió en Sevilla, por disentería, a los ochenta y un años.
El paso del tiempo no ha tratado demasiado bien a Cecilia Bölh de Faber, criticada sobre todo por sus postulados ideológicos, por su empeño en considerar lo español como lo único genuinamente honesto frente al peligro de lo foráneo. Empero, fue una estudiosa del folclore, autora de cuentos y relatos breves de calidad estética; puede ser considerada una renovadora de la novela española del siglo XIX por su habilidad en utilizar el costumbrismo popular, en el desarrollo de temas románticos con espíritu moralizante, y en el empleo del lenguaje como identificador de los personajes. Así lo reconocerán posteriormente Luis Coloma y Benito Pérez Galdós. El Centro Andaluz de las Letras de la Junta de Andalucía, la ha declarado Autora del Año 2022, con el propósito de “abordar su figura desde la modernidad y revisar los clichés que la han definido como símbolo de cierta corriente reaccionaria”.
Quizá ocurra que Cecilia Bohl de Faber pusiera tanto empeño en protegerse de la mirada ajena, en esconderse a través de sus escritos, -Rafael Montesinos la definió como «un gran calamar andaluz» por la capacidad para camuflarse en su tinta- que nunca acertemos a conocer cómo era en realidad. Ni siquiera es seguro que la imagen de los retratos que la identifican sea la de ella. Fue, en todo caso, iniciadora de la novela moderna en España en la transición del romanticismo al realismo.
Fuentes: Langa Laorga, Alicia. Fernán Caballero. El reflejo de una época
Real Academia de la Historia. Cecilia Böhl de Faber
Escritoras.com. Cecilia Böhl de Faber
Fotografía: Junta de Andalucía