Catalina Clara Ramírez de Guzmán (1618-1684) es una escritora del Siglo de Oro español un tanto peculiar. Nació en Llerena y solo se movió de su ciudad para visitar Zafra, dedicándose a narrar en verso y prosa el acontecer cotidiano de un lugar que vivía un momento cultural extraordinario.
Tuvo la fortuna de nacer en una familia acomodada, hija de Francisco Ramírez Guerrero, oficial de la Inquisición y gobernador de las Cinco Villas del Mando General, y de Isabel Sebastiana de Guzmán, descendiente del gran Maestre de Santiago, Alonso de Cárdenas, padres de una numerosa prole de diez hijos, de los que sobrevivieron seis. En consecuencia, tuvo acceso a una educación superior a las mujeres de su tiempo.
Enseguida destacó por su ingenio y por sus cualidades literarias, brillando en una ciudad que en ese siglo vivía también su momento de mayor esplendor, convertida en cabeza del Priorato de San Marcos de León y con residencia del Tribunal de la Inquisición como exponentes de poder. En 1617 se estableció en Llerena el pintor Francisco de Zurbarán y en los años siguientes allí nacieron sus tres hijos.
Catalina escribió sobre lo que ocurría dentro y fuera de su casa, de sus propios sentimientos. De los desamores de sus hermanas Ana, Antonia Manuela y Beatriz, de los lances de su hermano Lorenzo, algo balarrasa, de sus propias decepciones amorosas que le llevan a mirar a los hombres con suspicacia. Todo lo observa con una mirada a veces burlona y en ocasiones cruel. Sobresale en ese registro satírico, tan infrecuente en las escritoras, que ella utiliza para mofarse de los hombres pero también para combatir los tópicos sobre la belleza o la inconstancia de las mujeres.
Su poesía es de corte conceptista, teniendo a Quevedo como modelo y siendo su inspiración el acontecer social o religioso de Llerena que va expresando en coplas de pie quebrado, décimas, redondillas, romances, silvas, sonetos… hasta un total de 117 poemas. Escribió una novela cortesana y pastoril –El extremeño- que se encuentra desaparecida.
La mayor parte de su obra manuscrita se conserva en la Biblioteca Nacional. No se conoce que se editara en vida de la autora. Es especialmente valorada por la crítica americana.
Tras una vida sin complicaciones ni grandes sobresaltos, permaneció soltera -aunque se cree que tuvo admiradores de postín, como Jerónimo de Sola o Juan Bernardo de Almezquita- y murió a los 66 años, pidiendo ser enterrada en la iglesia de Santa María de la Granada de su ciudad.
Como vimos en el caso de Feliciana Enríquez de Guzmán y como se observa en el resto de escritoras del Siglo de Oro -caso de Leonor de la Cueva y Silva, poeta también- ninguna de ellas aparece en los libros de Literatura. El caso de Catalina Clara resulta más sangrante, ni siquiera aparece entre los personajes ilustres de su ciudad, Llerena, sobre la que tanto escribió.
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