Carlota O’Neill de Lamo (Madrid, 27 de marzo,1905-Caracas, 20 de junio, 2000) fue una escritora que ejemplifica el destino seguido por las mujeres progresistas en la República española y, luego, la crueldad de la dictadura franquista. Fue encarcelada, reiteradamente procesada y pasó varios años en la cárcel. Murió olvidada en el exilio.
Había nacido en una familia de la burguesía ilustrada. El padre –Enrique O’Neill, un bohemio que abandonó a su familia– era un diplomático, músico y escritor mexicano; la madre -Regina de Lamo Ximénez, próxima al anarquismo- era escritora, periodista y música. Un tío suyo, Carlos de Lamo, fue compañero de la también escritora Rosario Acuña. Carlota estudió Filosofía y Letras y enseguida estrenaba su abundante producción literaria con la novela: No tenéis corazón. Simultáneamente, empezaba a publicar artículos y reportajes en periódicos y revistas.
Mujer polifacética, también estudió música y, durante la República, participó en el teatro itinerante con la compañía Nosotros del Teatro Proletario, dirigida por el escritor César Falcón, su cuñado, padre de la abogada feminista Irene Falcón. Carlota fue actriz, directora de escena y autora. Allí estrenó Al Rojo, donde denunciaba las miserables condiciones de trabajo de las modistas. Fue una decidida defensora de los derechos de las mujeres, homosexuales y lesbianas, del control de la natalidad y del aborto.
En Barcelona conoció a Virgilio Leret, militar, aviador e ingeniero, con quien inició la convivencia sin intención de contraer matrimonio. Se casaron cuando nació su segunda hija, con el propósito de proteger jurídicamente a las niñas. El levantamiento militar sorprendió a la familia en Melilla, donde Leret estaba destinado. El marido fue detenido y ejecutado por los rebeldes, noticia que Carlota, que pasaba el verano en una draga con las dos niñas -Mariela y Carlota-, tardaría tiempo en conocer.
Los militares detuvieron a Carlota, también a la muchacha de servicio, Librada Jiménez, y la procesaron por injurias al Ejército. Cinco años permaneció en la cárcel, mientras sus hijas eran internadas en un colegio para huérfanas de militares, conducidas por el abuelo paterno, el coronel Carlos Leret, afín al bando rebelde, quien responsabilizó a su nuera de la muerte de su marido, por extremista, atea y republicana. Estas acusaciones llevaron al Tribunal de Responsabilidades Políticas de Melilla a abrir una nueva causa contra Carlota en 1940, por la que fue inhabilitada durante cinco años para cualquier cargo público y condenada al pago de una sanción económica.
Cuando al fin fue liberada, se instaló en Barcelona, junto a su madre y sus hermanas, y siguió escribiendo en revistas femeninas: Hola, El Hogar y la Moda, Lecturas o Siluetas, utilizando el seudónimo Laura de Noves (Vidas divergentes, Patricia Packersón pierde el tren, Rascacielos, Esposa fugitiva, Beso a usted la mano señora, Al servicio del corazón, Quiere usted ser mi marido?, No fue vencida, La señorita del antifaz, Las amó a todas, En mitad del corazón,…y la luz se hizo, El amor imposible de Gustavo Adolfo Bécquer: glosa sentimental (biografía), Elisabth Vigée Lebrun- Pintora de reinas (biografía), Chiquita modista, Chiquita en sociedad, Chiquita se casa) o firmando como Carlota Leret (La triste romanza de Franz Schubert). Necesitada de ingresos para mantenerse a sí misma y a sus hijas, escribió cuentos, novelas, biografías o guiones de radio. Hasta el final de su vida vivió de su trabajo como escritora. (Eva Glaydthon, La novela mensual, Pigmalión, La novela ideal, Historia de un beso, La novela femenina, Que sabe usted de Safo, Amor, diario de una desintoxicación, Romanza de las reja, Los muertos también hablan, Circe y los cerdos, Como fue España encadenada, Cuarta dimensión (teatro), Cinco maneras de morir (teatro).
En 1949 marchó al exilio con sus hijas. Residió en Venezuela y México, donde siguió escribiendo y ejerciendo el periodismo, dirigió programas de radio y televisión y fue muy popular. En México, cuya nacionalidad le fue concedida, publicó una novela en la que plasmó su experiencia personal de la guerra civil: Una mejicana en la guerra de España (1964), que en España se publicaría en 1979 con el título Una mujer en la guerra de España. Carlota habla de su propia peripecia pero también de sus compañeras de cárcel, del hacinamiento, las pésimas condiciones que sufrían, de la falta de higiene, de la sarna, el miedo, la miseria y también la solidaridad que unía a todas ellas.
Ese año había viajado a España para asistir en Barcelona al primer Simposio Internacional sobre la Guerra Civil. Pero como sucedió a algunas exiliadas que también intentaron el retorno, no se pudo reconocer en el país que había sido suyo. Volvió a Venezuela, donde falleció. Sus hijas cumplieron su deseo de que sus cenizas fueran esparcidas sobre el volcán Popocatepetl.
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