Camille Claudel, la olvidada

El museo Rodin -calle Varenne, en el distrito VII- es uno de los lugares más seductores de París. Está situado en el Hôtel Biron, una casona familiar estilo rococó de finales del siglo XVIII, donde a principios del siglo XX residieron Jean Cocteau, Henri Matisse o Isadora Duncan. Allí vivió en sus últimos años el escultor Augusto Rodin y allí instaló su colección y sus archivos, que fueron cedidos al Estado francés un año antes de su muerte, ocurrida en 1917. El edificio está rodeado de tres hectáreas de zona ajardinada convertida en sí misma en una atracción no solo porque en ella se encuentran algunas de las obras más conocidas de Rodin, como el Pensador, los Burgueses de Calais o la Puerta del Infierno, sino porque, a pesar de estar en el corazón de la ciudad, es un oasis de sosiego, de belleza, de equilibrio… emociones de las que el visitante hará acopio antes o después de emprender la visita al Hôtel Biron, donde se encuentra el grueso de la colección permanente del, obsérvese de nuevo, museo Rodin.

  

Porque lo primero que el visitante debe conocer es que, pese a su denominación, y sin demérito alguno para el titular, la colección ofrece la obra del escultor francés, tenido por el padre de la escultura moderna, pero también la de la escultora Camille Claudel, tenida como su discípula, su modelo, su musa, su amante… La sombra de Camille, la memoria de su vida desgraciada aporta un elemento de desasosiego y de amargura a la visita, solo en parte compensada por la enorme belleza de su obra.

Camille -Anastacia Kendall María Nicola- Claudel (Fère-en-Tardenois, 8 de diciembre de 1864-Montdevergues, 19 de octubre de 1943) dio muestra desde niña de un sorprendente dominio del modelado, retratando a sus hermanos y a su cocinera en sus figurillas de barro o escayola. A los doce años la familia se trasladó a Nogent-sur-Seine, donde tenían taller Paul Debois, el director de la Escuela Superior de Bellas Artes de París, y su discípulo Alfred Boucher, que habrían de ser decisivos en la trayectoria artística de la artista. En 1883 se traslada a París para perfeccionar su técnica e ingresa en la Academia Colarussi, que sí tenía un taller para mujeres, pues entonces la enseñanza de las bellas artes estaba vetada a las mujeres, donde enseñaba Boucher. Cuando este viaja a Florencia le sustituye su amigo Rodin, iniciándose una relación que para ella habría de ser beneficiosa y perversa a partes iguales.

En 1885 Camille empieza a trabajar en el taller de Rodin como modelo y colaboradora, mientras avanzan en la elaboración de la Puerta del Infierno o Los burgueses de Calais. Ella tiene 19 años y él, 43 y una relación estable con Rose Beuret, su compañera de vida, la madre de su único hijo, solo dos años más joven que Camille, y con quien acabaría casándose el mismo año de su muerte. Durante una década Camille y Auguste trabajarán juntos y será difícil identificar a quién pertenecen algunas de las esculturas salidas del taller hasta el punto de que todavía hoy siguen devolviendo a Camille alguna de las obras que se venían atribuyendo a Rodin. No es posible determinar tampoco a quien corresponden algunos estudios de parejas que se pueden contemplar en el museo. En verdad, maestro y discípula se influyeron mutuamente. El 12 de octubre de 1886, Rodin se compromete por escrito a no tener otra alumna que Camille y a casarse con ella. “Ya no aceptaré otras alumnas para que no surjan, acaso, talentos rivales, aunque no creo que se encuentren con facilidad artistas tan naturalmente dotadas”, firmará.

En 1888 Camile obtendrá una mención de Honor por Sakountala, una de sus obras más exquisitas. Paul Claudel, el hermano luego inmisericorde, escribirá sobre ella: “El hombre, de rodillas, no es más que deseo. Con el rostro alzado, aspira, se contiene antes de atreverse a tomar ese ser maravilloso (…) Ella cede, ciega, muda, grávida. Cede a ese peso que es el amor”.

La relación de la pareja se torna cada vez más tormentosa; él la humilla en público menospreciando su obra y dejándose ver con otras mujeres. En 1892 Camille se queda embarazada y Rodin la convence para que aborte con la promesa de casarse luego con ella, promesa que incumple. Cuando se percata de que ha sido engañada una vez más decide romper con Rodin, a quien dibuja en compañía de Rose como viejos y tristes. En 1898 estas caricaturas acabarían plasmándose en La edad madura. En este grupo escultórico una joven aparece arrodillada y suplicante mientras un hombre maduro se separa de ella arrastrado por una mujer con aspecto de bruja. A esa época corresponde también El gran vals y Clotho, sus últimas grandes obras, lejos ya del estilo de sus primeros años.

A pesar de la ruptura Rodin siguió ejerciendo cierta tutela artística sobre Claudel, recomendándola a los críticos más importantes del momento o proponiendo la adquisición de alguna de sus obras. Entretanto, ella vive apartada, encerrada en su taller, ajena al éxito artístico y a las excelentes críticas que recibe. En 1905 organiza una gran exposición, que será la última en vida. Cada vez más aislada, padece frecuentes crisis nerviosas durante las que destruye sus obras. La familia quiere internarla y solo la oposición de su padre lo impide. El 3 de marzo de 1913 muere el padre y el día 10 es internada en el hospital psiquiátrico de Ville-Évrard, aquejada de delirio y alucinaciones, convencida de que Rodin la perseguía para apoderarse de sus ideas. Aunque los médicos nunca aconsejaron el internamiento, en julio su hermano, el escritor Paul Claudel, con la aquiescencia familiar y escudándose en la propia seguridad de Camille, la traslada al hospital de Montdevergues, del que ya nunca saldrá.

El trato que Camille recibe de su familia, especialmente de su madre, es de una dureza extrema. Se niegan a visitarla y le prohíben todo tipo de visitas; únicamente Paul acudirá siete veces a verla. A pesar de haber mejorado de sus dolencias -hay quien sostiene que estaba totalmente curada- permaneció encerrada durante treinta años. El abandono la acompañó más allá de la muerte. Fue enterrada en una tumba anónima del cementerio del mismo hospital psiquiátrico. Cuando en 1955 murió Paul Claudel pudo levantarse el veto familiar. Se pretendió dar una tumba digna a la artista pero para entonces había desaparecido el cementerio donde yacían los difuntos olvidados por sus familias. Así que nada queda de Camille Claudel excepto la grandeza de su obra, aunque permanezca bajo nombre ajeno. Lo más parecido al olvido absoluto.

Para que la desdicha no sea total, en 2008 el ayuntamiento de Nogent-sur-Seine adquirió la casa donde la familia Claudel vivió en la adolescencia de la artista para habilitar en ella un museo que con toda propiedad pueda mostrar la obra de la gran escultora que realmente fue Camille Claudel.

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