Berenguela de Navarra

Berenguela de Navarra (Navarra, hacia1170-Le Mans, Francia, 23 de diciembre de 1230) era una dama noble, hija y hermana de los reyes de Navarra, Sancho VI el Sabio y de Blanca de Castilla, y Sancho VII el Fuerte, respectivamente, nieta de Alfonso VII de Castilla y de Berenguela de Barcelona. Pudo haber emparentado con cualquiera de las dinastías europeas pero se cruzó en su camino Ricardo Corazón de León, a la sazón en la cúspide del mercado matrimonial, y acabó siendo reina de Inglaterra. Las crónicas dicen que era bella, culta y valiente. Dio muestras de ser inteligente y autónoma, capaz de gobernar un reino cuando era preciso, poco dada a las intrigas, dedicó su existencia a establecer relaciones de concordia entre el reino de Navarra y los dominios de su marido.

No se sabe con certeza si la idea de esta unión fue del propio Ricardo o de su madre. El cronista Ambroise en su Estoire de la guerre sainte -dedicado a ensalzar al rey- sostiene que este había deseado a Berenguela desde que era conde de Poitou y la había amado mucho. Algunos historiadores creen que el compromiso data de 1185, mediante acuerdo de Ricardo y Sancho VII; otros apuntan hacia Leonor de Aquitania, madre del novio, como la urdidora del enlace, deseosa de que el rey tuviera pronto un heredero para asentar el inestable trono inglés. Comoquiera que sea, el objetivo de este matrimonio no era sentimental sino político, garantizar la paz en la frontera sur del ducado de Aquitania.

Es el hecho que en septiembre de 1190 Leonor, que ya contaba 67 años, se presentó en Navarra a recoger a la prometida de su hijo y ambas emprendieron un largo y fatigoso viaje cruzando los Pirineos y los Alpes, media Francia y toda Italia hasta llegar a Sicilia, donde se encontraba la flota cristiana esperando vientos favorables para continuar su marcha hacia Jerusalén. Ricardo, mozo de 34 años, a quien la leyenda presenta como de buena presencia y culto, capaz de escribir versos en francés y occitano, también como un hábil y eficaz guerrero, se encontraba en esos momentos enfrascado en la Tercera Cruzada.

Leonor encomendó Berenguela a su hija Juana, entonces reina de Sicilia, y se volvió a sus territorios en Aquitania. La boda se pospuso para no retrasar la partida de la flota; finalmente, se celebró el 12 de mayo de 1191 en Limassol (Chipre), recién conquistada por Ricardo. En ese momento Berenguela fue coronada como reina de Inglaterra por los obispos allí presentes.

Los cruzados llegaron en junio a Palestina y conquistaron Acre -que rebautizaron como San Juan de Acre-. Ricardo y Berenguela permanecieron allí durante más de un año, aunque raramente juntos. Algunos historiadores afirman que ni siquiera llegaron a mantener relaciones conyugales. Cuando los cruzados comprendieron que no conquistarían Jerusalén firmaron una tregua con Saladino y emprendieron la vuelta a Europa. Tampoco entonces Berenguela y Ricardo viajaron juntos. En septiembre de 1192 ella, en compañía de su cuñada Juana, abandonó Tierra Santa y por Sicilia llegó a Roma, donde se quedó otro medio año, protegida por el Papa. Luego, por Pisa, Génova y Marsella llegó a Poitiers, dominio de los reyes ingleses en tierra francesa y permaneció esperando la llegada del marido.

Ricardo partió unos días más tarde, los vientos desviaron su barco hacia el Adriático y luego, zozobró, obligándolo a seguir viaje por tierra, atravesando Austria y Alemania. A finales de 1192, cuando se encontraba cerca de Viena fue apresado y entregado al emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Enrique VI. Este reclamó para su liberación un rescate de 100.000 marcos de plata y varios rehenes, entre ellos un hermano de Berenguela, el infante Fernando de Navarra.

Leonor de Aquitania y Berenguela se afanaron cuanto pudieron por reunir tan elevada suma y en febrero de 1194 Ricardo era liberado. Tan pronto como se vio libre, volvió a Inglaterra haciéndose coronar por segunda vez, como demostración de que, a pesar de las intrigas de su hermano Juan, seguía siendo el rey. Le acompañaba su madre y, sorprendentemente, no su mujer, en lo que algunos interpretan como que las relaciones entre ambos no eran muy buenas y otros justifican con el dato de que Berenguela ya había sido coronada. Es el caso que, aunque reina, ella no puso el pie en Inglaterra.

Ricardo fue herido en el sitio de Chalus y murió días después, el 6 de abril de 1199. En el trance tampoco le acompañaba Berenguela sino su madre, Leonor. Sus restos fueron depositados en la abadía de Fontevraud, donde ya descansaba su padre, Enrique II de Inglaterra, y donde esperaba descansar su madre.

El matrimonio había durado ocho años, buena parte de ese tiempo cada cónyuge estuvo en lugar diferente, sea por necesidad, por indiferencia o porque en aquella relación la convivencia no era el objetivo principal. Algunos historiadores han aludido a inclinaciones homosexuales del marido, que sí tuvo descendencia fuera del matrimonio. Al margen de su intimidad matrimonial y de las infinitas intrigas de los Plantagenet, Berenguela fue siempre una colaboradora leal de Ricardo y él encomendó a su mujer gestiones diplomáticas, incluso la gobernación de sus dominios cuando fue necesario.

Ya como reina viuda de Inglaterra se alió con su suegra buscando la paz con el rey de Francia para facilitar el acceso al trono inglés de Juan sin Tierra, sucesor de Ricardo, y pactaron la boda de Teobaldo III, conde de Champaña, nieto de Leonor y partidario del rey francés, con Blanca de Navarra, hermana pequeña de Berenguela.

En 1204, año de la muerte de Leonor de Aquitania, Berenguela llegó a un acuerdo con el rey francés por el que ella le cedía las villas normandas que le habían correspondido en herencia a cambio de la ciudad de Le Mans, estableció su residencia en el palacio de los condes de Maine en aquella ciudad y nunca volvió a casarse. No se conoce que interviniera en las decisiones públicas de Inglaterra, como había hecho su suegra, ni de Francia, como haría su cuñada Isabel de Angulema. Rehusó utilizar los títulos que le hubieran correspondido como viuda de Ricardo y el resto de su vida firmó como la humildísima anterior reina de los ingleses.

No fueron buenas las relaciones con su cuñado Juan. Haciendo gala del carácter que le dio fama, este le negó el pago de las arras que ella necesitaba para mantener su estatus, dejándola en una situación precaria. Ni siquiera la mediación del papado consiguió que entregara la dote que le correspondía como viuda y tuvo que ser su hijo y sucesor, Ricardo III, quien saldara la deuda con Berenguela.

En sus últimos años fue conocida como la Señora de Le Mans, ganándose el afecto de los vecinos por sus donaciones a las instituciones religiosas de la ciudad que ejercían la caridad con los enfermos y los pobres. Protegió y defendió a la iglesia de Saint Pierre, que arrastraba un contencioso económico con el cabildo de la catedral. No consta que volviera a Navarra, pero se relacionó con su hermana Blanca, por entonces regente en el condado de Champaña en nombre de su hijo, Teobaldo. Las relaciones con el trono francés mejoraron con la llegada de Luis VIII, casado con Blanca de Castilla -nieta de Leonor de Aguitania, madre de Luis IX-emparentada con Berenguela.

Blanca le sería de gran ayuda para alcanzar su proyecto de mecenazgo con el que pasar a la historia. Luis IX -luego San Luis- le donó los terrenos donde ella mandó edificar la abadía de L’Epau -Notre Dame de la Piéte-Dieu- confiriéndola a la Orden del Císter, vinculada tanto a Navarra como a Ricardo Corazón de León. El sello de la abadía estaba orlado por las incripciones: Berenguela, por la gracia de Dios reina de los ingleses y Condesa de los normandos y los angevinos.

La abadía sería su gran obra, el proyecto de su vida, murió apenas unos meses después de la llegada de los monjes, el 23 de diciembre de 1230. El monasterio tuvo una vida azarosa, fue incendiado durante la Guerra de los Cien Años y luego reconstruido; en la Revolución fue desacralizado y privatizado, requisado por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. En junio de 1959 el Consejo General de Sarthe la compró y restauró con el propósito de darle una función cultural.

Cumpliendo su voluntad, Berenguela fue enterrada en su abadía. En su sepulcro aparece recostada, con todos los atributos de la realeza: coronada y con un león y un perro a sus pies. Ciñe su vestido un cinturón del que cuelga una bolsa, expresión de su generosidad. Sostiene con sus manos un libro en cuya portada está representada ella misma. El sepulcro fue reiteradamente saqueado a lo largo del siglo XIV y en 1821 trasladado a la catedral de Le Mans. En 1960 se hallaron unos huesos bajo lo que había sido sala capitular de la abadía; la Facultad de Medicina de la Universidad de Caen determinó que la osamenta correspondía a una mujer de unos sesenta años, la edad de Berenguela al morir. Se aceptó que eran los restos de la reina y, junto con el sepulcro, fueron depositados en la sala capitular de L’Epau en 1970.

Esta es la razón por la que en la abadía de Fontevraud quien descansa junto a Ricardo Corazón de León no sea su mujer, como pudiera creerse, sino su cuñada, Isabel de Angulema, la esposa de Juan sin Tierra.

Berenguela pertenece a un tiempo en el que mujeres de gran valía destacaron por su sabiduría, su inteligencia y su voluntad de dejar huella. Por matrimonio pertenece también a una familia de mujeres fuertes, que demostraron tener dotes para el gobierno y una inclinación al mecenazgo; mujeres impulsoras de grandes monasterios: Leonor de Aquitania (Fontevraud), su hija Leonor Plantagenet (Las Huelgas de Burgos), y esta Berenguela de Navarra (L’Epau).

Fuentes: Fortún Pérez de Ciriza, Luis Javier. Real Academia de la Historia. Berenguela de Navarra

Fotografía: Creative Commons

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