Bárbara Hueva, pintora y académica

Bárbara María Hueva (o Hueba, Gueva o Gueba, Madrid, 1733-1772) fue la primera académica elegida por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en su sesión constitutiva el 13 de junio de 1752. La entonces “doncella de diecinueve años” había presentado un memorial solicitando el título, si bien “para suplir la personal asistencia a los estudios, que le impedía la modestia de su sexo, presentó, por prueba de su aplicación y habilidad, varios dibujos, los que halló la Academia tan bien trabajados que no dudó concederle luego el grado que solicitaba”.

El vice-protector de la Institución académica se dirigió a los asistentes señalando que “los dibujos que acaban de ver descubren tanto adelantamiento de su autora que aún sin valerse de los privilegios del sexo (sic) la concede la Academia, por su mérito, el honroso título de académica, esperando que con él aspire al celebrado nombre de otras insignes profesoras”. De estas palabras cabría deducir que Bárbara ingresaba como académica de mérito, esto es, en igualdad de condiciones que el resto de sus colegas, caballeros ilustres dedicados al arte de la pintura, la escultura o la arquitectura, pero en los archivos de la Real Academia aparece como “supernumeraria”. Así eran definidos aquellos a quienes la institución consideraba un punto por debajo de los de mérito, quienes debían mejorar su habilidad artística.

La decisión de Bárbara era realmente encomiable pues en aquellos años la pintura era una habilitad tenida como adorno social entre las mujeres de familias nobles, de ninguna manera una profesión. Ni siquiera podría ser alumna de la Academia y, menos aún, tener un puesto relevante. Al menos, no como pintora. En puridad, la condición de académico no se obtenía únicamente por méritos artísticos, un factor más decisivo aún era el estatus social. Es decir, er a raro que un miembro de una familia notable fuera supernumerario, lo normal es que fuera académico de mérito y, según la alcurnia, académico de honor, en cuyo caso no debían acreditar habilidad artística de ninguna clase, se entendía que aportaban a la institución su propio prestigio.

Antes de terminar el siglo dos mujeres fueron elegidas académicas de honor: María Agustina Azcona y Blanza (1781) y Juana Regis Armendáriz (1791). Para demostrar sus méritos ambas presentaron dibujos, aunque no estaban obligadas a hacerlo. Como académicas supernumerarias encontramos a Ángela Pérez Caballero (1753) y Ana Meléndez (1759). Les seguirían María Josefa Ascargorta, María Luisa Marchori, ambas en 1828, y Petronila González de Menchaca (1830), todas ellas pertenecientes a la sección de Pintura; a ellas se añadiría María del Carmen Sáiz (1816) por la sección de Grabado. No hubo ninguna arquitecta. La última académica en estos apartados fue Rosario Weiss (1840) pues en 1846 la Real Academia se dotó de nuevos estatutos limitando el número de miembros y desapareciendo los apartados anteriores. Se restringió entonces la presencia de mujeres y hubo que esperar hasta 1891 para que accediera María Alejandrina Anselma Gesler de Lacroix, pintora que había expuesto en París y que fue nombrada académica correspondiente en aquella ciudad, según ha estudiado Daniel Lavín.

En cuanto a Bárbara Hueva, poco más sabemos de ella excepto que en 1770 había enviudado y se había retirado al convento de Santa Clara de Toledo. La Academia la dotó con cuatro mil reales para ayudar a su vocación y “en cierto modo para promover la aplicación de las Artes”.

La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando fue la primera institución oficial de arte en España. Tuvo su primera sede en la Casa de la Panadería de la Plaza Mayor madrileña hasta 1773, fecha en la que se trasladó a su actual emplazamiento en el Palacio de Goyeneche de la calle de Alcalá. Se compone de cincuenta y seis académicos de número, elegidos entre personalidades de la arquitectura, pintura, escultura, música, cine, arte gráfico, fotografía, diseño e historia y teoría del arte, entre ellos, cinco mujeres: la cantante y musicóloga Teresa Berganza (1995), la pintora Carmen Laffont (2000), la escritora e investigadora Estrella de Diego (2016), Begoña Lolo (2016), catedrática y musicóloga, y la directora cinematográfica Josefina Molina (2017). Hay diez académicos electos, entre quienes aparecen tres mujeres: la fotógrafa Cristina García Rodero (2013), Blanca Muñoz (2019), escultora y grabadora, y Arantxa Aguirre, directora y guionista, elegida en enero de 2020. Hay nueve académicos honorarios, que incluyen a la conservadora de arte Carmen Giménez (2012) y a la coleccionista y mecenas Alicia Koplowitz (2019).

El nombre de Bárbara Hueva ha quedado en el olvido, quizá porque no llegó a ser una pintora sublime -como otros muchos pintores varones que sí son recordados-, o quizá se desalentó, pero parece evidente que a los diecinueve años creyó en ella misma y en la necesidad de ser reconocida como académica y ella fue quien puso los cimientos sobre los que las mujeres que la siguieron pudieron apoyarse.

La Virgen en oración. Rosario Weiss. Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando

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