Atilia Festa

De Atilia Festa se sabe únicamente que vivió entre los siglos II y III, en el alto imperio romano, que pertenecía a una familia de la oligarquía local, los Atilios, de la tribu Quirina, una de las 35 en que se dividían los ciudadanos romanos. Su memoria permanece indeleble en un mausoleo que ella mandó construir para sí misma y para otros miembros de su familia.

En la carretera A-1202 que une Sádaba con Uncastillo -localidades ambas muy merecedoras de visita- parte un camino de tierra que conduce a lo que en la zona se conoce como Altar de los Moros, son los restos del mausoleo de los Atilios, rodeados de una sencilla alambrada. Lo que queda es el frontal del edificio primitivo, un muro de 9,20 metros de largo y 4,72 metros de altura, dividido en cinco nichos u hornacinas separados por pilastras decoradas con motivos vegetales: acanto, vid, hojas y frutos, rematadas por tres frontones triangulares. Los capiteles se adornan con hojas de acanto y en las hornacinas, se distinguen páteras rituales, una cabeza de Medusa, relacionada con las fuerzas de la naturaleza y con el mundo de ultratumba, y un águila símbolo de la apoteosis. Se conservan también los orificios destinados a las ofrendas dedicadas a los difuntos previstas en el calendario romano.

Atilia Festa a su abuelo Cayo Atilio Genial, hijo de Lucio, de la tribu Quirina. Atilia Festa a su excelente padre Lucio Atilio Festo, hijo de Cayo, de la tribu Quirina. Atilia Festa, hija de Lucio, estando viva, lo hizo también para sí”, rezan las inscripciones del frontal. El Mausoleo de los Atilios está considerado una joya del arte funerario romano en la península Ibérica.

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