Ángela García Rives (Madrid, 2 de junio 1891) pertenece sin duda a la especie de las pioneras: fue la primera bibliotecaria española. Nacida en una familia con inquietudes culturales, fue una estudiante brillante. A la hora de buscar una dedicación profesional, se decantó por seguir el ejemplo de su padre, que era bibliotecario en el Senado.
Después del bachillerato, en el que obtuvo premio, estudio magisterio en la Escuela Normal de Madrid, amplió formación en el Colegio Nacional de Sordomudos y Ciegos, y, aprovechando que en 1910 se había aprobado la apertura de la universidad a las mujeres, se matriculó en Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid, donde coincide con Claudio Sánchez Albornoz o Antonio Floriano. En 1912 se licenciaba en Historia también con premio extraordinario.
Al año siguiente se inscribe en la oposición para el Cuerpo facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos; es la única aspirante entre 91 opositores. Obtiene el número once de veintiséis plazas y será la primera mujer que acceda a ese cuerpo.
Su primer destino es el Instituto Jovellanos de Gijón, relata Gema Hernández Carralón, jefa de Servicio de Información Bibliográfica de la Biblioteca Nacional de España. Dos meses después, está de nuevo en Madrid, a las órdenes directas del ministro; en mayo del año siguiente, es destinada al Archivo General Central de Alcalá de Henares. En julio consigue mediante concurso el ansiado traslado a la Biblioteca Nacional. Allí coincidirá con un viejo conocido, compañero de oposición, poeta y periodista, Manuel Machado.

Accede a la BN en 1913 en el tercer grado del Cuerpo, con un sueldo de 3.000 pesetas y allí permanecerá hasta su jubilación, 46 años después. La presencia de una mujer en la BN debía ser un suceso novedoso incluso años después ya que el 29 de diciembre de 1916 el diario de la tarde El Día lleva su imagen y su historia a portada. Tras la guerra civil, es sometida a expediente del que resulta readmitida al Cuerpo sin sanción el 3 de junio de 1940. Alguna de sus compañeras sufrirá el rigor de la dictadura, es el caso de Luisa Cuesta, que será depurada y apartada del puesto durante ocho años. En 1942 es nombrada jefa de la Sección de catalogación, donde, con María Luisa Poves, realizará un notable trabajo en la redacción de las reglas. Irá ascendiendo en el escalafón hasta la primera categoría con la que se jubila el 17 de junio de 1961, con un salario de 40.200 pesetas.
En 1917, cuando ya había obtenido la plaza de bibliotecaria, se doctoró con una tesis sobre Fernando VI y Bárbara de Braganza, en la que “revela un espíritu firme, disciplinado por el estudio”. Ángela se nos presenta como una mujer tenaz en su vocación y conservadora. En 1923 publica en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos Algunas observaciones acerca de la adquisición de obras en la Biblioteca Nacional o Servicio de Obras Obscenas en la BN donde muestra reticencias a que se sirvan al público determinadas obras. “La BN únicamente está autorizada para facilitar novelas, piezas de teatro y demás obras modernas de puro pasatiempo a aquellos lectores que justifiquen necesitarlas para estudios históricos o críticos (…) todos sabemos que en la literatura antigua y moderna existen producciones francamente reprobables que escritores sensatos censuran pública y enérgicamente”.
Toda su vida estuvo dedicada a la BN. Hasta 1959 no se decidió a viajar al extranjero. El Ministerio de Educación Nacional autorizó la expedición de pasaporte a su nombre para viajar a Francia, Inglarerra, Suiza y Portugal durante el verano de 1960.
Para entonces la situación de las mujeres había empezado a sufrir cambios radicales. Las nuevas generaciones de bibliotecarias tenían poco que ver en sus costumbres y en sus aspiraciones vitales con aquella mujer pionera, de aspecto frágil, tan educada y correcta en el vestir. Siempre gozó del respeto de sus compañeros, que se levantaban a su paso. En 1962 le fue concedida la Encomienda de la Orden de Alfonso el Sabio. Después, con la discreción que vivió toda su vida, se refugió en el ámbito privado; algunas fuentes precisan que falleció en 1968. Ese mismo año se había pedido para ella la Medalla al Trabajo.
Cuando Ángela llegó a la BN habían transcurrido 120 años desde su fundación, sin la presencia de mujeres. Un siglo después, ellas ocupaban el 62,97% de los puestos de trabajo, frente al 33,03% de los hombres. En 1990, después de cincuenta directores, Alicia Girón se convirtió en la primera directora. A ella le seguirían Carmen Lacambra, Rosa Regás, Milagros del Corral, Gloria Pérez-Salmerón y Ana Santos Aramburo. Desde 2004, la BN ha estado dirigida por mujeres, la mayoría con un claro perfil técnico. Los departamentos dirigidos por mujeres doblan a los que lo están por hombres. Todas ellas transitan el camino abierto por Ángela García Rives.