Ana María Martínez Sagi (Barcelona, 16 de febrero de 1907-Sampedor, Barcelona, 2 de enero de 2000) alcanzó lo que se propuso: fue periodista, poeta, sindicalista, atleta, la primera mujer miembro de la junta directiva de un equipo de fútbol. A los veinte años ya era famosa. Sin embargo, murió amargada y sola, en el más absoluto de los olvidos. Y ahí permanece.
Fue la tercera de los cuatro hijos que tuvo el matrimonio formado por José Martínez Tatxé, un empresario del textil progresista, y Consuelo Sagi Barba, hermana del barítono Emilio Sagi Barba, mujer religiosa y conservadora. Su familia le proporcionó una buena formación, estudió en castellano y francés. Aprendió a hablar catalán con su niñera, Soledad, pues por entonces la burguesía consideraba esta lengua como propia de payeses. En la adolescencia recibió clases de pintura en la Escuela de Artes y oficios de Barcelona con Miquel Farré i Albagés, para quien posó en algunos murales.
El doctor Gregorio Marañón le recomendó la práctica del deporte cuando padeció problemas hormonales que le hacían engordar. Ana María siguió la recomendación hasta convertirse en una joven moderna de aspecto atlético, vestida a la moda, con harto disgusto de la madre. En 1928 participa en la fundación del Club Femení i d’Esports, de corte progresista que con una modesta cuota proporcionaba a las jóvenes barcelonesas los medios para la práctica del deporte. Ella practica remo, natación, esquí, atletismo y lanzamiento de jabalina, donde fue campeona de España, y ejercerá como altavoz de la necesaria emancipación de las mujeres, frente a quienes desdeñaban este tipo de iniciativas. A pesar de su implicación en las actividades deportivas y culturales del club parece que la experiencia no le resultó del todo satisfactoria.
A los diecinueve años empieza a colaborar en el suplemento femenino de Las Noticias de Barcelona, con poemas y artículos literarios relacionados con la moda y el hogar. Muchos de estos poemas, en los que se aprecia la influencia de Juana de Ibarburu y Alfonsina Storni, se reunirían posteriormente en poemarios. En 1929 publica Caminos, con prólogo de Sara Insúa, quien califica a la autora de poeta moderno sin modernismo, femenino sin feminismos; y un post-scriptum de Regina Opisso de Llorens en el que señala que en Ana María conviven “el frenesí de la modernidad y el rescoldo de la tradición”. Son versos que hablan de un amor ideal, bañados de una suave melancolía: “Una rosa de bondad / ofrezco por cada espina, / un beso por cada agravio, / un canto por cada herida. / ¡Así voy por los caminos / e iré hasta caer vencida!”.
El libro alcanzará un gran éxito. Elisabeth Mulder habló de la irrupción de “una mujer que canta, entre tanta mujer que grita”. Martínez Sagi viaja a Madrid, donde Rafael Cansinos-Assens elogiará sus versos y César González-Ruano entrevistará con galante admiración a la “enérgica muchachita de Barcelona, inteligente y republicana”. Ana María dio un recital poético en el Lyceum y una conferencia sobre el Club Femení que tuvieron gran repercusión. Era comparada con Gertrudis Gómez de Avellaneda, considerada heredera de Rosalía de Castro. En 1930 César González Ruano la incluye en su recopilación de entrevistas Caras, caretas y carotas, junto a personalidades del nivel de Unamuno, Pérez de Ayala o Blasco Ibáñez, donde la describe como «poeta, sindicalista y virgen del stádium”.
A partir de esta estancia en Madrid colabora a la revista gráfica Crónica, donde publicará sus mejores piezas periodísticas. Fue pionera en su manera de entender el periodismo, entrevistó a todo el espectro social, desde mendigos a los políticos catalanes más famosos. Apostó decididamente por la defensa del sufragio femenino cuando esta posición no era mayoritaria.
Por entonces Martínez Sagi conoce a Elisabeth Mulder, escritora consagrada, viuda y madre de un niño, con quien tiempo después pasará unas vacaciones en Mallorca y otras en Suiza. Ana María se enamorará obsesivamente de Mulder, un sentimiento que no fue correspondido. Este encuentro marcará una frontera en la vida de la joven escritora, en adelante toda su obra poética girará en torno al amor perdido, vivirá para ser reconocida por su amada, para recuperar los días felices de Mallorca. Mulder contribuirá a impulsar la carrera literaria de su enamorada pero mantendrá la distancia con ella, no se sabe si abrumada por su insistencia o temerosa del escándalo que suponía una relación lésbica en su ámbito social. Más radical fue la reacción de la madre de Ana María. Ordenó a Elisabeth romper la relación, amenazándola con organizar un escándalo que podría afectar a su hijo. Mulder escribió a Ana María dando por rota la relación.
Martínez Sagi empieza a escribir en catalán en La Rambla, una publicación muy popular fundada por Josep Sunyol i Garriga, empresario catalanista, luego diputado a Cortes por Esquerra Republicana y presidente del Fútbol Club Barcelona. En 1932 aparece el segundo poemario de Martínez Sagi –Inquietud– ilustrado por Miquel Farré e introducido por un poema de Mulder “Retrato de Ana María Martínez Sagi”. Elisabeth está presente en todo el libro, que resulta el retrato de un corazón herido y desesperanzado. “Mujer -esfinge, / misteriosa, enigmática, compleja, / captadora de estrellas / y de humanos dolores; / poeta / de la luz y la sombra, / de la nube y la tierra”, describirá Ana María a su amada. La crítica recibió con frialdad o ignoró el poemario, únicamente Mulder elogió sin ambages a la autora y sus “versos auténticos de auténtico poeta”.
La muerte del padre deja a la familia en una precaria situación económica; a finales de 1932 Ana María obtiene plaza de “escribiente mecanógrafa” en el Ayuntamiento de Barcelona, pasa por varios puestos administrativos hasta 1935 que se incorpora a la Gaceta Municipal. También se independiza de su familia. Decrece su actividad literaria y su actividad pública. Abandona incluso sus cargos en el Club Femení i d’Esports, desengañada de lo que considera falta de compañerismo en los ambientes femeninos.
En agosto de 1934, Sunyol i Garriga le hace miembro de la junta directiva del Fútbol Club Barcelona, será la primera mujer en un cargo directivo en un equipo de fútbol no solo en España sino en el mundo, todo un acontecimiento. Sin embargo, los socios rechazarán la presencia de la mujer en un ambiente claramente masculino y Ana María presentará la dimisión un año después.
En ese tiempo conoció a Buenaventura Durruti y se sintió atraída por el anarquismo. En julio de 1936 se incorpora a las milicias antifascistas en el frente de Aragón, desde donde escribirá crónicas de la guerra para el diario La Noche claramente a favor de los combatientes anarquistas. Herida por una granada, es evacuada a Barcelona. Con carnet de la Agrupación Profesional de Periodistas de UGT escribirá para el diario anarquista Nuevo Aragón, donde firma como Ana María Sagi. Hasta que el Consejo de Aragón es disuelto y la escritora prácticamente desaparece de la vida pública.
Al término de la guerra el Ayuntamiento de Barcelona la destituye por no haberse reintegrado al servicio municipal sin haber justificado su actitud. Ana María se ha reunido con su hermana y sus sobrinos en Toulouse y luego marcha a París, donde llega a dormir en los bancos de la calle. Cuando los alemanes entran en la capital es obligada a trasladarse a Chartres y se emplea como dependienta de pescadería. Participa en la Resistencia francesa. En 1942 se le permite volver a París, trabaja como traductora de revistas cinematográficas y profesora de español. Allí se encontrará con González Ruano quien, de vuelta a España, incluirá algunos poemas nuevos suyos en su Antología de poetas españoles contemporáneos (1946). Su poesía, señala González Ruano, “se va alejando de lo expresamente femenino, perdiendo sexo y haciéndose abstracta. (…) Había luchado mucho con la vida y con los imperios oscuros de su mundo interior”.
En 1947 se traslada a Cannes y empieza a trabajar como pintora callejera, aprovechando los conocimientos aprendidos de adolescente. También pinta pañuelos que se venden en una boutique de Cap d’Antibes. Yvonne Blanche Labrousse, la Begum, comprará buena parte de su producción y le encomendará la decoración de su mansión, pagándola espléndidamente. Con ello pudo comprarse una casa en la Provenza y una finca donde cultiva plantas de olor para la fabricación de perfumes. Serán los años más felices de su vida.
A finales de la década de los 60, se pone de nuevo en marcha, viaja por Hispanoamérica y recala en Estados Unidos. Allí se quedará hasta 1977, dando clases de español y francés en instituciones académicas, especialmente en la Universidad de Urbana (Illinois). Obligada a salir del país cuatro meses al año para renovar el permiso de residencia, aprovechó para viajar por España, Francia, Estados Unidos, Suecia, Grecia, Italia, Bélgica o Laponia.
En sus viajes escribe poesía, que reunirá en Laberinto de pasiones (1969), cuatrocientas páginas distribuidas en seis libros: Canciones de la isla (1932-1936), País de la ausencia (1938-1940), Amor perdido (1933-1968), Jalones entre la niebla (1940-1967), Los motivos del mar (1944-1955); y Visiones y sortilegios (1945-1960). Son la expresión del dolor de su exilio, el lamento desgarrado y dolorido de un amor soñado pero todavía vivo.
En España el libro pasó desapercibido o fue ignorado, únicamente la revista Destino entrevistó a la autora. Ana María es una mujer extraña en un país que no reconoce y no la reconoce, que no es la patria soñada en los años del exilio. En sus visitas a Barcelona intentará recuperar la relación con Elisabeth Mulder, que esta rechazará. Critica amargamente a sus antiguos compañeros, a los intelectuales y escritores. Se ha convertido en una mujer resentida.
En 1977 se jubila de la enseñanza y se instala en Barcelona. Consigue que el Ayuntamiento le reconozca la pensión con los años de antigüedad que le corresponderían de haber trabajado, lo que le permitirá vivir con alguna holgura. Más tarde se traslada a Moià, donde reside sola, amargada, convertida en una anciana cascarrabias, enfrentada a los vecinos. El escritor Juan Manuel de Prada, que seguía su rastro, la encontrará aquí y mantendrá largas conversaciones con ella; a él le donará su obra inédita, en verso y en prosa, prohibiendo su publicación mientras viva el hijo de Mulder, “para no ofenderlo ni alimentar maledicencias que lo avergüencen”. De Prada novelará la vida de la escritora en Las esquinas del aire, obra que ella no llegará a conocer. En 1998 ha ingresado en una residencia en Sampedor, donde la encuentra la muerte, recién estrenado el siglo, el 2 de enero del año 2000.
Juan Manuel de Prada, valedor de la memoria de Ana María, recopilará sus poemas y reportajes y en 2019 editará La voz sola, un precioso volumen de la Colección Obra Fundamental de la Fundación Santander. El libro es a la vez reconfortante y sobrecogedor, ha salvado para las nuevas generaciones buena parte de la obra de una mujer a quien la fortuna parecía haber otorgado todos sus dones, luego arrojada a una vida desventurada y errante, que ella reflejará en sus versos:
Hay un sendero en mi vida /donde no brillan luceros, / lleno está de desventuras / de fracasos y silencios. / De inquietudes y renuncias, / de nostalgias y misterios; / de deseos no logrados, / de añoranzas y secretos. / De pesares y negruras, / de tinieblas y desvelos; / de alegrías imposibles, / de profundos desalientos. / Hay un sendero en mi vida / donde no brillan luceros… / ¡Qué triste y sombrío eres / camino de los recuerdos!…
Fuente: La Voz sola. Ana María Martínez Sagi. Edición Juan Manuel de Prada. Colección Obra Fundamental. Fundación Santander
