La historia de Ana María de Soto y Alhama viene a demostrar que el axioma que habla del valor como una cualidad supuestamente masculina no deja de ser un tópico más. Mujeres habrá tan valientes como ellos y ahí está Ana María para demostrarlo. Su singular peripecia pudiera parecer un relato imaginario de no ser por la documentación existente y porque la avala el mismísimo Ministerio de Defensa español.
Ana María (Aguilar de la Frontera, 16 de agosto de 1775-Montilla, el 5 de diciembre de 1833), hija de Tomás de Soto y de Gertrudis de Alhama, de pelo castaño y ojos pardos, rozaba la edad de 18 años cuando abandonó el hogar familiar, empujada por el deseo de ver mundo, vivir aventuras y vestir el uniforme del Cuerpo de Batallones. Como a la sazón la presencia de las mujeres en el ejército era un tema absolutamente tabú Ana María optó por tomar un atajo: se vistió con ropas de hombre, dijo llamarse Antonio María de Soto y tener 16 años, para justificar su rostro barbilampiño, y sentó plaza de soldado por seis años de servicio en la 6ª Compañía del 11º Batallón de Marina.
Con su nueva identidad Ana María cumplió como el primero el duro período de instrucción y el 4 de enero de 1794 se embarcaba en la fragata Mercedes, buque armado de 34 cañones al mando del capitán Juan Varés. Consta que participó en la guerra contra la Convención francesa, en socorro de Bañuls y en la defensa de Rosas, acción dificultada por la artillería enemiga y por el duro temporal que pareció aliarse con la armada gala.
En febrero de 1797 la Mercedes tomaba parte en la batalla naval de Cabo de San Vicente contra la flota británica mandada por el vicealmirante John Jervis. Finalizada la batalla, la escuadra española se refugió en Cádiz, padeciendo el bloqueo de los británicos durante varios meses, con duros ataques, como el dirigido por el contralmirante Nelson que fue rechazado por el general de la Armada Federico Gravina. La defensa de Cádiz, organizada por el general José de Mazarredo, es uno de los hechos bélicos en los que participó lo más glorioso de la armada hispana: 136 lanzas cañoneras y obuseras, marinos de la talla de Churruca, Escaño, Espinosa, Gravina o Moyna, tropa y marinería, entre la que se encontraba Ana María/Antonio de Soto, lograron levantar el bloqueo y la retirada de los barcos ingleses.
Concluida la contienda, de Soto embarcó en la fragata Matilde, donde permanece durante un año. Así hubiera podido seguir hasta finalizar su período de servicio si no hubiera enfermado con fiebre alta. Requerido el médico, en el reconocimiento descubrió que el tal Antonio era Ana María. Por orden expresa del general Mazarredo, el 7 de julio de 1798 fue desembarcada entre el respeto y la admiración de sus camaradas. Ella solicitó la licencia absoluta, que le fue concedida el 1 de agosto.
“En atención a las acciones de guerra en las que había tomado parte, a su heroicidad, acrisolada conducta y singulares costumbres con los que se ha comportado durante el tiempo de sus apreciables servicios” una Real Orden de 24 de julio de 1798 le concedía una pensión de dos reales de vellón diarios y el privilegio de poder usar los colores propios del uniforme de la Marina en los trajes propios de su sexo.
Tan pronto como sus padres tuvieron noticias de su hija, de la que no habían sabido nada desde su fuga, se pusieron en camino para recogerla en San Fernando pero, careciendo de medios, fueron pidiendo limosna durante el viaje. Es posible que la Armada tuviera conocimiento de esta circunstancia pues una Real Orden de 4 de diciembre del mismo año complementaría la pensión anterior concediéndole el grado y sueldo de sargento primero de los Batallones de Marina, para que pudiera atender a sus padres.
La familia se asentó en Montilla. En 1799 Ana María aparece como titular de una expendeduría de tabacos situada en la Plazuela del Sotollón de aquella ciudad, negocio que mantendría hasta su muerte. Consta que durante la Guerra de la Independencia, en los años 1809 y 1813, De Soto reclamó la pensión que se le debía desde 1808. Tenía 58 años y permanecía soltera cuando falleció, el 5 de diciembre de 1833. Fue enterrada en el cementerio local, en el lugar reservado a los miembros de la Cofrafía de Nuestra Señora de la Aurora. Nombró heredera a Antonia Pérez de Luque, persona que le atendía y a la que había acogido de niña, en 1804.
Precursora de la incorporación de mujeres a las fuerzas armadas, puede afirmarse que a Ana María de Soto el valor no se le supone, lo demostró suficientemente.
Fuente: Solá Bartina, Luis (Coronel). Sargento Ana María de Soto y Alhama. Una mujer entre las tropas de Marina del siglo XVIII